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martes, 14 de enero de 2003

Guerra y petróleo

Desde que a finales del siglo XIX se inventara el motor de explosión interna, nuestra forma de vida, y no sólo en los países industriales, gira alrededor de una materia prima que, hasta ese momento, tenía un papel muy secundario: el petróleo. La historia de la economía del siglo XX es, en no poca medida, la historia del petróleo. 

El petróleo no sólo ha condicionado la historia económica, sino que ha determinado y determina, en una gran medida, la historia política. Porque por esa necesidad de petróleo se han tomado, y se están tomando, decisiones que han hecho del siglo XX uno de los más sangrientos de la historia y, por los visos que lleva la política internacional en estos albores del siglo XXI, vamos camino de convertirlo en una continuación del anterior. 

Y es que fue por el petróleo por lo que se hicieron las particiones de los despojos del Imperio Otomano después de la Primera Guerra Mundial, que dieron lugar al nacimiento de las fronteras de Oriente Medio y a los inestables regímenes que gobiernan en estos países. Y fue por petróleo por lo que Rusia mantuvo su dominio sobre las repúblicas caucásicas. 

Y por petróleo, el del Cáucaso para Alemania y el de Indonesia para Japón, por lo que la Segunda Guerra Mundial se desarrolló de la forma en que lo hizo. 

Y no sólo las grandes guerras entre países, sino muchos otros conflictos, con infinito sufrimiento, han estado condicionadas por el control del petróleo y las ganancias derivadas de él. Porque fue la corrupción del petróleo lo que provocó la Revolución Islámica en Irán en el 79, y fue el petróleo por lo que Sadam Hussein recibió el apoyo de Occidente (Europa y Estados Unidos) en la sangrienta guerra Irano-Irakí de los ochenta. Y también fue el hundimiento de los precios del petróleo, a finales de los ochenta, lo que provocó el ascenso islamista y prendió la mecha de la larvada guerra civil que vive Argelia desde entonces. Y fue el control de las reservas de petróleo el que nos llevó a la Primera Guerra del Golfo contra Irak en los noventa. Y el que mantiene vivo el problema de Israel, el que provocó la guerra civil en Angola y el que motivó más de diez golpes de Estado en Nigeria. 

Y es el control del transporte del petróleo hasta Occidente en que motivó la intervención soviética en Afganistán y, aunque en segundo término, la reciente guerra de todos contra los talibanes. Y la intervención rusa en Chechenia y la permanente situación de emergencia en Azerbaiyán y Armenia tienen su explicación en el petróleo. Y fue por petróleo por lo que se produjo la guerra del Cóndor entre Ecuador y Perú. Y es por petróleo por lo que tanto Estados Unidos como España apoyaron el golpe contra Chávez en Venezuela del año pasado que está marcando el conflicto actual. Y, a pesar de la retórica de la seguridad, a nadie se le oculta que es por petróleo por lo que puede haber guerra contra Irak este año. 

Petróleo. Negro petróleo. Es por petróleo por lo que estamos dispuestos a matar y a morir, por lo que estamos dispuestos a sacrificar nuestros principios éticos y nuestras impecables y racionales creencias políticas. Porque, a estas alturas de la historia, ya nadie puede creer que es el bienestar y los derechos humanos de los afganos, de los angoleños, de los argelinos, de los nigerianos, de guineanos, de los venezolanos o de los iraníes lo que nos preocupa a los ciudadanos de los países ricos y a nuestros gobernantes. Es el bienestar que nos produce a nosotros y a otros como nosotros el uso del petróleo. 

Al uso del petróleo le debemos una parte importante de nuestro bienestar. Pero también le debe mucho del sufrimiento que la guerra y la corrupción ha generado y genera. La cuestión, entonces, es: ¿no hay otra forma más racional de resolver el uso y la explotación de este bien escaso? ¿Estamos necesariamente condenados los seres humanos a usar permanentemente la fuerza para alcanzar nuestros fines? ¿de nada nos sirve nuestra ciencia para buscar un sustituto que, además, no contamine? La historia, a pesar de lo que quieran ver algunos, no se repite, lo que se repite permanentemente es la codicia de unos pocos, la sinrazón de los gobernantes y la estulticia de todos. Negra historia del petróleo.