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lunes, 22 de junio de 2009

Fases de la crisis

Las predicciones a largo plazo en economía y, en general, en ciencias sociales son imposibles. Ya lo demostró Popper en un pequeño ensayo que tituló, respondiendo a Marx, La miseria del historicismo. Su idea es que puesto que la acción humana depende de lo que sabemos, no podemos predecir lo que haremos, porque no sabemos hoy lo que solo sabremos en el futuro. Por eso, todas las predicciones sociales a largo plazo tienen una fiabilidad muy escasa. Sin embargo, es posible hacerse una idea de lo que puede ocurrir, usando modelos econométricos que reproducen los comportamientos de agentes, en el corto plazo. 

Estos modelos econométricos nos dicen que la crisis española está aún en su primera fase, de caída, y que ésta durará, todavía, un par de trimestres. Es decir, que, en los próximos trimestres, la tasa de crecimiento del PIB será también negativa, que se seguirá destruyendo empleo, que seguirá la contención de precios. Aunque el ritmo de deterioro será menor que el que hemos vivido porque lo más duro del ajuste sectorial, el de la construcción, ya se ha producido, pero ahora veremos cómo caen los ingresos por turismo y cómo se terminan de deteriorar otros sectores. 

La segunda fase, de estancamiento, empezará en el invierno, alrededor de las Navidades. La tasa de crecimiento estará, entonces, entre el 0,5 y 1 por ciento, por lo que seguirá aumentando el paro, aunque a un ritmo menor del que ahora lo hace. Los parados superarán los 4,5 millones, con una tasa de paro muy cercana al 20 por ciento. Los precios dejarán de bajar en algunos sectores y la caída en el flujo de crédito se estabilizará. El déficit público alcanzará casi el 10 por ciento del PIB y la deuda pública será superior al 60 por ciento. 

La duración de esta fase, más difícil de predecir que la primera, dependerá de las decisiones que se tomen (o no) en los próximos meses. Si seguimos sin hacer reformas en nuestro mercado de trabajo, sin tocar de verdad nuestra fiscalidad, sin racionalizar nuestro gasto público, sin reestructurar nuestro sistema financiero, esta segunda fase de estancamiento puede alargarse mucho. Más allá de lo que los modelos pueden predecir. Dado el año de retraso que llevamos, la fase de estancamiento durará, como mínimo, hasta el año 2011 incluido. Si el Gobierno espera hasta el año que viene para hacer reformas, seguramente no saldremos de esta situación hasta el año 2013. Pero eso ya es largo plazo y todo lo que se prediga es sencillamente una intuición. 

Este retraso en tomar decisiones es muy llamativo si lo comparamos con lo que están haciendo los norteamericanos. Los norteamericanos, según todos los modelos, empezarán a crecer ya en el año 2010, para en el 2011 estar otra vez por encima del 2. Estos son los "brotes verdes" a los que se refieren los políticos. Lo que nuestros políticos no dicen es que los Estados Unidos tienen una política monetaria muy expansiva desde el año 2007 y que hicieron un plan gigantesco de salvamento de sus bancos y de expansión fiscal hace más de un año. O sea, que solo tardaron seis meses en tomar medidas desde el reconocimiento inmediato de la crisis. La economía americana es, además, diez veces la nuestra, es flexible (tardan menos de una semana en trámites administrativos para crear empresas), tiene unidad de mercado, un alto capital humano y tecnología y un fuerte liderazgo político. Por todo esto su crisis durará mucho menos que la nuestra. Nosotros tendremos que esperar, en el mejor de los casos, dos o tres años, entre otras cosas, porque nuestro Gobierno ha tardado más de un año en reconocer la situación y aún no ha tomado ninguna medida de verdadero impacto. Lo siento, pero tal como vamos, la segunda fase de la crisis será muy larga. Lo que hará que tengamos una larga crisis. Y también esta vez me gustaría mucho, por más de 4,5 millones de razones, equivocarme. 

22 de junio de 2009 

lunes, 8 de junio de 2009

Política y crisis

Por las crisis anteriores sabemos que la tardanza en tomar las medidas necesarias para adaptar la estructura productiva alarga la situación y hace más costosa, en paro, renta y tiempo, la salida. O sea, que cuanto más se tarde en abordar las reformas que necesitamos, más duro será el ajuste. ¿Por qué, entonces, ni el Gobierno, ni la oposición, parecen que tienen el más mínimo interés en hacer o proponer estas reformas? ¿Por qué no son posibles hoy unos nuevos Pactos de la Moncloa? La respuesta está en la política, en sus intereses electorales. 

El Gobierno conoce las reformas que habría que hacer. Sabe que tiene que hacer una profunda reforma laboral; que hay que ordenar el gasto y reducir competencias de las autonomías que rompen la unidad del mercado; que hay que modificar el sistema impositivo y hacer una reestructuración bancaria. Pero va a intentar aplazar todas estas medidas porque la reforma laboral le llevaría a enfrentarse a los sindicatos, perdiendo parte de sus votos de la izquierda obrerista, dándole algún fuelle a la exhausta IU. Tampoco va a reordenar las competencias y el gasto de las autonomías porque tendría que reconocer el fracaso de la política autonómica anterior, y perdería el voto filonacionalista de muchas regiones, especialmente en Cataluña, dándole una oportunidad a CiU en el año 10. Propondrá, como ya ha hecho, soluciones fiscales parciales que le vayan compensando las pérdidas de votos que le produce la evolución de la crisis, y, eso sí, hará una inevitable reestructuración bancaria con mucho dinero público para minimizar el coste político. Intentará pasar así este año y negociar concesiones en los presupuestos para el año que viene. En el año 2010 espera no tener que hacer ninguna reforma porque intentará capitalizar en votos algún éxito de política exterior en la presidencia europea del primer semestre, y porque confía, ilusamente, que la esperada recuperación americana, prevista para inicios de año, recupere nuestras tasas de crecimiento en la segunda mitad de ese año. Con estos "brotes verdes" , y contando con las clásicas torpezas del PP, esperan no perder las elecciones catalanas de finales del año 10, para intentar el empate en las municipales del año 11 y jugarse las elecciones generales del año 12 en la campaña. De hecho, si ganan las catalanas y logran casi empatar en las municipales, es muy probable que convoquen elecciones para el otoño del año 11. El PP, por su parte, tampoco va a proponer nada importante por parecidas razones que el Gobierno. No puede hablar de reforma laboral porque quiere rentabilizar el descontento que provoca el paro. Como tampoco quiere ahondar en el tema autonómico, porque quiere poder hablar con los nacionalistas, ahora que están enfrentados al PSOE. Tampoco pueden proponer una reforma fiscal profunda porque les llevaría a reconocer sus errores del pasado y a perder parte del voto de las clases medias-altas. 

El PP cree, con razón, que la crisis será larga y que el Gobierno se presentará a las municipales del año 11, con no menos de 3,5 millones de parados, muchos de ellos sin prestaciones, lo que podría llevarles de nuevo al poder en las siguientes elecciones. 

Ninguno, pues, de los dos grandes partidos, tiene ningún incentivo para poner en marcha una política económica de reformas. Ambos nos venderán retórica reformista, pero la nada más absoluta. Más aún, tampoco tienen ningún interés en un pacto: el PSOE porque perdería votos por la izquierda, el PP porque no se fía y sabe que Zapatero rentabilizaría mejor su mera firma. 

Esta vez los españoles hemos tenido mala suerte: tenemos la peor situación política posible, con dos partidos casi empatados, muy polarizados y sin puentes entre ellos. Por eso, creo que la crisis será más larga y costosa de lo que debiera de ser. Aunque, esta vez y sin que sirva de precedente, me gustaría mucho equivocarme. 

8 de junio de 2009