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lunes, 25 de febrero de 2008

Cuatro años después

Para juzgar el desempeño económico de un Gobierno hay que tener en cuenta al menos dos consideraciones importantes. En primer lugar, que los resultados económicos de un periodo legislativo no se pueden achacar al Gobierno de ese momento, porque algunos son debidos a políticas de gobiernos anteriores (por ejemplo, la estabilidad presupuestaria o las obras del AVE a Barcelona son decisiones del Gobierno Aznar). Y, en segundo lugar, que, en las modernas economías globalizadas, la influencia de la acción de los gobiernos en el desempeño económico es muy limitada y, prueba de ello, es lo que nos va a afectar la situación hipotecaria en los Estados Unidos en nuestra tasa de crecimiento. Así pues, ni todo lo bueno es fruto de las decisiones del Gobierno que en ese momento gobierna, ni todo lo malo es el resultado de sus errores. Los gobiernos actuales pueden hacer mucho menos por el crecimiento económico de lo que la gente cree, aunque, eso sí, pueden estropear mucho más de lo que son conscientes. 

Teniendo esto en cuenta, hay que reconocer que en los cuatro últimos años, los que corresponden al Gobierno Zapatero, el desempeño de la economía española ha sido brillante. La tasa de crecimiento media ha sido del 3,7%, lo que nos ha permitido acercarnos hasta el 94% de la renta per cápita de la UE-15 (que es la comparación que hay que hacer). Este crecimiento económico ha posibilitado la creación de casi 2,5 millones de puestos de trabajo, reduciéndose la tasa de paro por debajo del 9% y absorbiendo una creciente población inmigrante. Un crecimiento y una creación de empleo que han tenido su reflejo en las cuentas públicas obteniéndose un permanente superávit, lo que ha reducido la deuda pública hasta niveles inferiores al 40% del PIB. Datos todos ellos muy positivos, aunque no exentos de sombras, pues la economía española sigue teniendo problemas de inflación diferencial (un 1,1% más que nuestros competidores), de balanza de pagos (el mayor déficit comercial del mundo en porcentaje de PIB) y endeudamiento de las familias y empresas que hipotecan el crecimiento futuro. Más aún, la economía sigue teniendo un bajo crecimiento de la productividad, sigue aumentando y asignando regresivamente la carga fiscal, lo que, sumado a otros factores, aumenta la desigualdad de rentas (algo que no ha preocupado a un gobierno que se dice de izquierdas), y sigue siendo una economía muy regulada e intervenida con poca competencia efectiva. O sea, unos resultados y problemas muy parecidos a los de la época Aznar/Rato. Como escribí hace cuatro años en estas mismas páginas: tenemos una economía más rica, pero menos igualitaria; una economía más activa, pero menos competitiva; una economía con menos deudas públicas, pero con crecientes deudas privadas. Mirando a los resultados económicos vemos que son muy parecidos a los que obtuvo el Gobierno Aznar, en gran medida porque la política macroeconómica que ha seguido Solbes ha sido muy parecida a la que siguió Rato. 

Sin embargo, y esto es lo más criticable de este Gobierno, es que siendo consciente de las debilidades de nuestra economía y habiendo aprobado un documento de estrategia para resolverlas, el Plan Nacional de Reformas, poco se ha avanzado. Porque poco se ha hecho por la debilidad del crecimiento de la productividad, casi nada por la competencia, nada por la reforma de la estructura fiscal, nada por la eficacia en la gestión del gasto público, nada por modificar el modelo de crecimiento de nuestra economía, nada por la sostenibilidad ecológica. Estos pecados de omisión son los que nos pasarán factura en tasa de crecimiento y empleo en el futuro, no la coyuntura actual. La mala noticia es que las ocurrencias y tontadas electorales de unos y otros no tratan en serio estos problemas. La buena noticia es que, al menos en política macroeconómica, los dos grandes partidos suelen hacer, en la práctica, lo mismo. 

25 de febrero de 2008

lunes, 11 de febrero de 2008

Exámenes de marzo

El próximo marzo hay elecciones generales y andaluzas. Unas elecciones en las que examinamos a los que nos gobiernan de lo hecho en la última legislatura. Un examen que es bueno hacer con un cierto grado de desapasionamiento. 

Cuatro son los temas clave de los que tenemos que examinar al Gobierno del presidente Chaves: la gestión institucional del marco del Estado de las Autonomías y su colaboración a la gobernabilidad general de España; la sanidad y la educación, por ser las dos competencias exclusivas y las importantes en términos presupuestarios (el 52% del presupuesto andaluz, o lo que es lo mismo, ¡más de dos billones y medio de pesetas!); y, finalmente, la ordenación y gestión del territorio tanto en sus aspectos medioambientales como de infraestructuras. Hay, pues, que juzgar la labor de Chaves por lo que ha hecho en estos temas, a los que se podrían añadir aquellos en los que no ha hecho nada (la ley de dependencia es un buen ejemplo) y el tono general en el que se ha ejercido sus responsabilidades, pero no por aquellos en los que sus competencias son muy menores. 

La gestión institucional de esta legislatura no ha sido, en mi opinión, buena. Y es que siendo Andalucía la comunidad autónoma más poblada, y una de las más pobres, siempre debió oponerse a unas reformas estatutarias que, hechas en clave nacionalista, suponen una menor solidaridad interterritorial. Más aún, lo absurdo es que Chaves lo haya aceptado siendo el presidente del PSOE, partido que gobierna tanto en Madrid como en Barcelona (allí bajo las siglas PSC). Una mala gestión institucional cuyos pésimos resultados en términos políticos se cosecharon en la baja participación en el referéndum y que pasará factura económica en las próximas legislaturas. 

La gestión sanitaria y educativa, por su parte, no han mejorado en la última legislatura. La sanidad andaluza sigue con sus sempiternos problemas: hay un evidente fracaso en la atención primaria que lleva a un colapso de las urgencias; sigue habiendo importantes listas de espera en muchas especialidades; sigue la mala utilización de los recursos materiales con áreas muy dotadas y otras infradotadas; sigue habiendo una pésima gestión de personal. Y la prueba de esta mala gestión es el crecimiento de la sanidad privada porque si la sanidad pública, que es gratuita, funcionara correctamente, ¿quién pagaría la atención privada? Por su parte, el fracaso educativo es tan evidente que bastan un par de datos. En el informe Pisa del 2006, con todos los matices que se quiera, Andalucía se sitúa muy por debajo de los mejores, e incluso, de aquellas comunidades que gastan por alumno lo mismo que nosotros. Más aún, Andalucía tiene uno de los mayores índices de fracaso y de abandono escolar. No es, pues, una cuestión de gasto, que también, es una cuestión de gestión. Se trata de tener menos ocurrencias y más pensamiento; de tener más profesorado, no de más ordenadores para que los niños jueguen; se trata de dar más retribución, consideración y autoridad a los profesores, no de sospechar permanentemente de ellos; de tener menos ocurrencias lingüísticas y más concentración en las habilidades básicas. Se trata de gestionar con menos carnet en la boca y más competencia técnica. 

Y si nuestra educación es un desastre, la ordenación de nuestro territorio ha sido un caos por dejación de funciones. Y bastan los nombres de Marbella, Chiclana o Algarrobico para hacernos una idea de cómo nos va en temas territoriales. 

Lo siento, pero el trabajo del Gobierno del presidente Chaves no ha sido bueno. Ni siquiera en las formas. Porque es un Gobierno omnipresente e intervencionista, caciquil en algunos casos. Tanto que hasta quiere regular cómo han de jugar los niños a la comba. Lo siento, pero este gobierno ha suspendido. Lo mejor, entonces, será que lo cambiemos. 

11 de febrero de 2008