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lunes, 23 de enero de 2012

Ajuste fiscal sin reformas

El primer problema sobre el que el Gobierno está haciendo mucho hincapié es que la economía española necesita, por urgencia y porque condiciona la solución de todos los demás problemas, resolver su situación financiera. Es decir, reducir el exceso de deuda que tiene el conjunto de la economía y la dependencia que tiene de la financiación exterior. Un exceso de deuda sobre nuestro PIB que implica que, para resolverlo, es necesario o bien reducir esa deuda, o bien que el PIB nominal (incluyendo la inflación) crezca, o bien una mezcla de ambas cosas. Puesto que las expectativas de crecimiento de nuestra economía son muy negativas en los próximos años (en términos reales decreceremos unas décimas y en términos nominales creceremos otras décimas), y las familias y empresas ya están haciendo su particular ajuste financiero, el Gobierno ha puesto en marcha una política drástica de ajuste fiscal, subiendo los impuestos y recortando los gastos. Y digo drástica porque si sumamos las decisiones de política fiscal tomadas por el Gobierno Zapatero, más las del Gobierno Rajoy y le añadimos las tomadas por las Comunidades Autónomas, nos encontramos que, en los dos últimos años, se ha paralizado prácticamente la obra pública y la inversión en I+D, se han subido el IVA y el IRPF, se ha recortado el sueldo de los funcionarios, se están recortando los gastos sanitarios y educativos y se van aplazando los pagos hasta el infinito, todo ello al tiempo que suben todos los impuestos menores y aumenta la voracidad recaudatoria de las sanciones. 

El resultado final de esta política generalizada de todas las administraciones es que la economía española está sufriendo una política fiscal doblemente restrictiva, que afecta, a corto plazo, negativamente al crecimiento económico (y al paro), sin que tengamos claro que esta política vaya a mejorar el crecimiento a medio plazo o a la eficiencia de la administración. Y es ahí donde radica el problema, porque la política fiscal que está haciendo este Gobierno, en la línea con el anterior, es de un ajuste necesario en las grandes cifras de déficit (lo que macroeconómicamente es correcto), pero no está ni siquiera anunciando una reforma profunda de la estructura administrativa y fiscal española que la haga más eficiente en términos de resultados sobre el crecimiento y sostenibilidad económica. Dicho de otra forma, los recortes que estamos haciendo no tienen más efectos que el de aminorar la deuda a corto plazo, lo que es necesario, pero no hacen más eficiente la administración, ni son útiles para el crecimiento, que es el objetivo que realmente tendrían que tener los ajustes. 

La economía española necesita, para que el sacrificio sea útil, una profunda reforma de sus administraciones con una clarificación de su reparto competencial, una simplificación de los trámites y procedimientos, una nueva forma de gestión y de relación con la ciudadanía, una más equilibrada financiación en todos los niveles, una más justa carga fiscal y una más amplia rendición de cuentas. Mantener la misma estructura administrativa con duplicidades, recortar linealmente todas las partidas (¡qué inmenso error el recorte en I+D!), no tocar los obsoletos sistemas de subvenciones, mantener administraciones paralelas o no ir más allá que la mera declaración de intenciones en la lucha contra el fraude fiscal, es hacer una política tan miope como la que venía haciendo el anterior Gobierno. Ajustar los presupuestos para alcanzar unas cifras de déficit y no reformar la estructura de gasto y de ingresos es desaprovechar una oportunidad de reforma que la mayoría absoluta posibilita a este Gobierno. 

Por eso, mejor haría el ministro Montoro en trabajar en un plan de reforma de las administraciones públicas y del sistema tributario que andar con declaraciones inoportunas y ocurrencias, como la de reformar el Código Penal para meter en la cárcel a los que se pasen del presupuesto. Entre otras cosas, porque el ministro de Justicia solo se salvaría por la irretroactividad de nuestras leyes penales. 

martes, 10 de enero de 2012

Primeras medidas

En las dos semanas que el Gobierno Rajoy lleva en el cargo ha tomado decisiones que es necesario analizar para saber lo que va a hacer, porque la larga enumeración que hizo la vicepresidenta Sáez de Santamaría al presentarlas no fue sino una enunciación de medidas sin análisis ni argumentos con profundidad. No sé si es que el Gobierno se está guardando la explicación para hacerla en el Congreso, pero el hecho es que uno de los más duros ajustes de política fiscal de los últimos años no ha merecido una comunicación clara por parte del Gobierno, un error. 

Dicho lo anterior, la política de anuncios y las medidas tomadas por el Gobierno nos dan indicios de sus preocupaciones. En primer lugar, las declaraciones del ministro de Economía de que vamos a entrar en recesión, así como el anuncio de la desviación del déficit previsto, han sido de manual. Frente a los optimistas anuncios del Gobierno anterior, éste pretende reconocer la situación con mensajes ciertos para ganar credibilidad. De ahí también la firmeza en los anuncios de cumplimiento de los compromisos con la Unión Europea. El Gobierno quiere tener credibilidad, que el anterior perdió en los dos primeros años de la crisis, porque, en una economía basada en las expectativas, la credibilidad es un pilar básico para generarlas. 

En segundo lugar, está claro que el primer objetivo del Gobierno es el de atajar la crisis financiera. Para ello lo primero, siguiendo la estela de lo que el anterior gobierno venía haciendo, es la estabilización de las cuentas públicas y el saneamiento del sistema financiero. Es decir, para que la economía española, altamente endeudada y con problemas de financiación exterior, vuelva a crecer es necesario que se restablezca la confianza en la capacidad de pago de nuestra economía, y esto sólo es posible si cumplimos los compromisos adquiridos y no incrementamos nuestra deuda en los próximos años. Una estrategia de crecimiento con estímulos, como sugieren algunos, no es posible hoy porque no tenemos capacidad de crecimiento de la demanda interna por los problemas de financiación, porque tenemos dañado el sistema financiero y no trasmite la política monetaria y porque nuestra demanda externa es muy limitada y está vinculada al área Euro. 

Para lograr lo anterior, el Gobierno ha tomado medidas de ajuste de gasto y de subida de impuestos de muy diverso calado, siendo, en mi opinión, tres las más importantes: la congelación del sueldo de los funcionarios y del Salario Mínimo y la reforma "temporal" del IRPF. En cuanto a la primera, era una medida evidente porque, comprometida una pequeña subida de las pensiones y el mantenimiento de las prestaciones por desempleo (por razones electorales), el gasto público más importante son los salarios de los funcionarios. La segunda tiene un mensaje implícito para los convenios colectivos, pero, sobre todo, es una medida de ahorro de gasto para congelar las prestaciones que se vinculan al SMI. Finalmente, la reforma "temporal" del IRPF (vicepresidenta dixit) es una medida inmediatamente efectiva y tiene un fundamento político, pues quita argumentos al PSOE, aunque es incompleta porque, al no tocar los módulos, el ajuste recaerá realmente sobre los asalariados. 

Por lo demás, poco sabemos del saneamiento del sistema financiero salvo que nos va a costar 50.000 millones o de la reforma laboral de la que aún no hay noticias. En definitiva, las primeras medidas del Gobierno van en la buena dirección en cuanto a objetivos y son correctas por lo rápidamente efectivas, pero, en mi opinión, no están explicadas, son incompletas, tienen un trasfondo electoral y alguna hay errónea, como la congelación del gasto en I+D+i. Espero que, en las próximas semanas, el Gobierno tome más y mejores medidas porque con sólo anuncios incompletos y ajustes ni cumplimos con Europa, ni reformamos. Y ambas cosas hemos de hacerlas con rapidez y rotundidad.