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lunes, 28 de marzo de 2016

Terrorismo contra Europa

Esta Semana Santa hemos tenido otro atentado terrorista en Europa y los europeos hemos vuelto a hacer lo de siempre: hemos calificado el hecho; nos hemos solidarizado con las víctimas; cada país ha hecho el recuento de sus compatriotas y, en función de esto, se le ha dado más o menos importancia a la noticia; se ha convocado a los ministros de Interior; y, finalmente, y en paralelo, el país que ha sufrido el atentado ha hecho declaraciones duras, ha iniciado la captura del terrorista y ha reforzado la cooperación militar en Oriente Próximo. Por lo demás, todo igual. Los europeos seguimos reaccionando como si cada atentado fuera un asunto interno de cada país, como si no tuviera conexión con los demás. No nos damos cuenta de que reaccionando así somos más débiles, porque uno a uno ningún país de Europa puede luchar solo contra el terrorismo internacional. No nos damos cuenta de que reaccionando así nos encerramos en nosotros mismos, con lo que destruimos la idea de la construcción europea. No nos damos cuenta de que considerando que el atentado de Bruselas es una cuestión belga rompemos la idea misma de Europa. 

Ningún país europeo puede, por sí solo, luchar contra el terrorismo internacional. Ni Francia, ni el Reino Unido, las dos grandes potencias militares de Europa Occidental y viejos imperios coloniales en los países de donde nace el nuevo terrorismo, pueden luchar en tantos frentes. Francia, con una pequeña ayuda del resto de Europa, intenta frenar el terrorismo del Norte de África que la dispersión de los arsenales de Gadafi propició, al tiempo que, tras los atentados de París, participa activamente en la guerra de Siria. El Reino Unido, de la mano de los norteamericanos, mantiene su actividad en los países en los que tuvo intereses y en los que ha luchado recientemente: Iraq, Afganistán, Pakistán, Nigeria, Kenia, etcétera. Ambos lo hacen descoordinadamente entre sí y con el resto de los socios europeos, pues Francia sigue sin participar plenamente en la estructuras militares comunes y no comparte información, mientras que el Reino Unido mantiene su "relación especial" con los norteamericanos. Los demás socios europeos participan de una forma testimonial en esta lucha antiterrorista, tanto desde un punto de vista de información como de recursos. Una ojeada a un mapa de las misiones de defensa en las que está España, Alemania o Italia nos indica lo poco que nos involucramos los demás en la lucha antiterrorista (y no digamos los países pequeños o los del Este). Europa es frente a la amenaza terrorista poco más que un grupo desorganizado de países que dedican un residuo de su presupuesto a esta lucha. 

Pero no bastan los recursos, hace falta tener una política común antiterrorista. Hoy, más que nunca, necesitamos una política de seguridad común que vaya mucho más allá de la defensa clásica, porque las amenazas potenciales no son solo los rusos (que lo siguen siendo, especialmente para los países bálticos), sino el terrorismo internacional que se genera alrededor de nuestras fronteras. Europa necesita una política europea común antiterrorista, necesita empezar a considerar que el terrorismo en suelo europeo es un asunto de todos, porque sin esta política no movilizaremos eficazmente los recursos, ni atajaremos las causas profundas que producen tanto dolor. Frente al terrorismo internacional islámico, Europa tiene que reaccionar con más recursos y, sobre todo, con una política claramente europea. Y la prueba más evidente de que frente al terrorismo internacional es clave tener una política firme la tenemos en los Estados Unidos. En los últimos años, el número de muertes en los Estados Unidos por terroristas desde el 11-S es mucho menor que el número de víctimas de París en los atentados de noviembre, mientras que los atentados en suelo americano son cuatro veces menos (véase www.start.umd.edu). 

Frente a los problemas, necesitamos, una vez más, más Europa, no menos. Unidos podríamos reducir los atentados, separados seguiremos contando muertos. 

28 de marzo de 2016 

lunes, 14 de marzo de 2016

Traición a Europa

Ensimismados en el bucle de la superficial política española, olvidamos que en el mundo ocurren hechos que nos afectan y que deberían interpelarnos. Las elecciones norteamericanas, los problemas de China, las guerras en Oriente Próximo, etc, configuran una realidad que nos afecta. Pero de todo lo que ocurre, lo que más debería preocuparnos son las cuestiones que se dirimen en Europa. El referéndum británico, la crisis de los refugiados y el acuerdo con Turquía, la deriva autoritaria en el Este, la situación en Ucrania o Libia o la política del BCE son temas que debieran ocuparnos, y sobre los que nuestros políticos dicen poco, quizás porque lo ignoran todo. 

En Europa nos estamos jugando mucho con la forma en la que nuestros gobiernos, también el nuestro (pues estar en funciones no le exime de su responsabilidad), están abordando dos problemas que están carcomiendo la misma idea de Europa: el neonacionalismo y el olvido de principios democráticos esenciales. 

La estrategia de la construcción europea, desde la declaración Schuman de 1950, fue siempre dar pasos concretos que pusieran cada vez más cosas en común: carbón, acero, agricultura, mercados, libertades, derechos, moneda, bandera, tribunales, etc. Más asuntos en común de tal forma que no hubiera un proyecto nacional que compitiera con otros, sino una cooperación europea que compitiera en el mundo. Paso a paso se fue cediendo soberanía hasta crear un conjunto de instituciones políticas comunes, que superaran los nacionalismos que nos llevaron a las dos guerras mundiales. Europa fue el antídoto contra los nacionalismos porque ser europeísta era y es incompatible con ser nacionalista. 

Los británicos siempre estuvieron contra esta estrategia de integración. Primero, en los sesenta, creando el viejo EFTA, luego, a partir de su incorporación, ralentizando todas las cesiones de soberanía. Todos sus líderes, con muy pocas excepciones, fueron euroescépticos (lo que es una forma fina de decir nacionalistas), sencillamente, porque no creían en Europa como idea, sino como un conjunto de intereses. Cameron es el cénit de esta política. Una política a la que la miopía y ausencia de convicciones europeas del resto de los líderes ha prestado alas aceptando el chantaje del referéndum. 

El acuerdo con el Reino Unido es una traición a los principios de la construcción europea porque supone una indecente cesión al nacionalismo británico. Un neonacionalismo que también tiene alas en Hungría y Polonia y que puede dar al traste con la misma construcción europea. El nacionalismo, cualquier nacionalismo, pone en cuestión la idea de Europa y la cesión ante ellos es una traición a esa idea. 

Pero siendo esto grave, más grave es, en mi opinión, la traición a Europa que supone el olvido de principios democráticos esenciales en la gestión de los refugiados, cuyo último e indigno acto es la oferta a Turquía de 6.000 millones de euros para que interne en campos de refugiados a los que huyen de las guerras de Oriente Próximo, y el silencio cómplice con la violación de los derechos humanos del Gobierno de Erdogan. Los europeos vamos a pagar para que otros violen los Derechos Humanos por nosotros, y vamos a hacer la vista gorda, una vez más, a las derivas autoritarias del otro lado de nuestras fronteras. Vamos a caer más bajo aún de lo que ya estamos cayendo con la gestión que se está haciendo de los casi dos millones de refugiados que están en nuestras fronteras y que andamos ninguneando y ocultando. 

Si con el neonacionalismo británico (y húngaro y polaco) ponemos en peligro la construcción europea, con la gestión de la crisis de los refugiados estamos poniendo en peligro nuestra democracia y conceptos esenciales del estado de derecho, solidaridad e igualdad. Vivimos tan embobados con la política-entretenimiento que estamos consintiendo que nuestros gobiernos traicionen principios esenciales de nuestro ser como europeos. En Europa nos jugamos mucho más que quién es el próximo presidente del Gobierno, en Europa nos lo jugamos todo. Aunque no lo queramos verlo. 

14 de marzo de 2016