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lunes, 29 de junio de 2015

Tres mensajes en griego

Al romper las negociaciones sobre su deuda y convocar un referéndum para el próximo día 5 de julio, el Gobierno griego está lanzando varios mensajes importantes. 

El primer mensaje que se deduce de la ruptura de negociaciones, y del tono con el que se califican las propuestas europeas, es que Tsipras sigue siendo un primer ministro que basa su liderazgo en la agitación, no en su capacidad de gobierno. No ha sido capaz de explicar a su pueblo ni la crítica situación en la que se encuentra su economía, ni la pragmática oferta que están haciendo los socios europeos. Tsipras tiene dificultades de control de su partido (pues es del ala más radical), de su gobierno (pues depende del apoyo de los ultranacionalistas de derecha) y es rehén de sus demagógicas promesas electorales. 

El segundo mensaje que lanza el Gobierno griego es que no han creído nunca en las negociaciones porque su objetivo era la condonación de su deuda antigua y un plan de subvenciones. La decisión de Tsipras de consultar al pueblo griego puede parecer, desde un punto de vista político, impecablemente democrática, pero no es otra cosa que una coartada para romper la negociación. Si Tsipras hubiera creído en la negociación y hubiera querido legitimarse democráticamente, lo que tendría que haber hecho no es hacer la consulta antes del acuerdo, sino haber consultado el acuerdo en sí mismo, explicándolo al pueblo griego y presentando su dimisión si hubiera perdido el referéndum. Al convocar la consulta sólo está revistiendo con un discurso de democracia directa su voluntad de ruptura, pues, por la misma lógica democrática, tendría que haber solicitado que los gobiernos acreedores sometieran a referéndum las condiciones de los dos rescates de Grecia anteriores y las condiciones del nuevo. Si no lo pide es porque sabe que, si se sometieran a referéndum en Alemania, Francia, Holanda o la misma España las condiciones del rescate griego, la opinión pública hubiera sido probablemente negativa, con lo que hubiéramos llegado a un inmenso callejón sin salida. Con su decisión, Tsipras ha manifestado que no quería llegar a acuerdo, que sólo quería ganar tiempo hasta llegar al precipicio. 

El tercer mensaje que está lanzando Tsipras es que no están dispuestos a hacer los sacrificios que han de hacer para salir de su crisis, es decir, que quieren volver a la situación anterior a la crisis en la que hicieron crecer exponencialmente su deuda pública, gastando mucho más de lo que recaudaban, financiándose internacionalmente con apoyo europeo. Parece que Tsipras y los griegos consideran que Europa ha de ayudarles por el mero hecho de ser griegos y que una economía se gobierna por la mera voluntad política, sin tener en cuenta básicos principios económicos. Me temo que ignorando la lógica económica lo único que van a conseguir es forzar la reestructuración de su deuda (uno de sus objetivos básicos), pero a costa de no recibir ayudas y perder completamente la credibilidad internacional. En términos financieros es mucho peor esta situación porque lo que los acreedores pierdan por la condonación del principal, lo van a ganar en forma de intereses de la deuda restante, con el coste añadido de que este coste financiero lo será también para el sector privado, y la vuelta al crecimiento muy lejana. Los griegos no pagarán parte de su deuda, pero tendrán muchas dificultades para poder pagar lo que les reste y lo que necesitan a corto plazo. Y eso considerando que no salgan del euro que es un escenario mucho más grave. 

Parece que el Gobierno griego ha pensado que las negociaciones en Europa eran un típico juego del "gallina", un juego muy peligroso que consiste en ver quién es el que más aguanta jugándose la vida. Y se equivocan, porque lo que se juega el conjunto de Europa con Grecia es relativamente poco, mientras que Grecia se lo juega todo. Lo malo es que no lo quieren ver. 

29 de junio de 2015 

martes, 16 de junio de 2015

Aclarando el panorama

Las elecciones municipales y autonómicas han tenido la virtud de empezar a aclarar el panorama político. Casi se puede decir que, de la misma forma que se vislumbra la economía española post-crisis, se empieza a perfilar más claramente la política económica post-crisis. Porque, aunque aún no lo formulemos en público, ni la economía española es ya la misma que era hace seis años (ni volverá a serlo), ni la política española será la misma que era hace cuatro años, ni seguramente volverá a serlo. Pero al contrario de lo que ocurre en economía, que evoluciona cada día y medimos su evolución trimestralmente, la situación política solo se conoce cuando hay elecciones, especialmente cuando hay elecciones generales, que son las que importan. 

Los resultados de las elecciones son los que son. El PP es el partido más votado, aunque haya perdido 2,5 millones de votos, en su ala derecha hacia la abstención, y, en el centro, hacia Ciudadanos. El PSOE ha perdido 700.000 votos, no ha recuperado los que perdió en el centro (ahora en Ciudadanos) y pierde votos en la izquierda a favor de Podemos, aunque sigue siendo el segundo partido más votado. IU está ya casi desaparecida a favor de Podemos y éste ha movilizado, además, una parte importante de la abstención de izquierda. En estas condiciones, y con vistas a las generales, los pactos para gobernar en los ayuntamientos y comunidades autónomas son las primeras decisiones a tomar. Unas decisiones que retratan las posiciones y las estrategias de los partidos. 

En mi opinión, en estas elecciones se ha demostrado que el PP tiene suelo electoral, que es el partido hegemónico de la derecha (sin nadie en la extrema derecha) y que puede tener crecimiento electoral (salvo errores de bulto) por la mejoría de la economía y por los alineamientos de los otros. Su juego está claro: se trata de conservar. 

Ciudadanos, por su parte, está representando magníficamente bien el papel de partido "bisagra" y parece que este es su objetivo estratégico a largo plazo. Por eso, está construyendo una primera base electoral, sobre la idea de erradicar la corrupción, para consolidarla con un discurso centrado, lo que puede conseguir con su alineación con el PP en Madrid y con el PSOE en Andalucía. No creo que Ciudadanos aspire a sustituir al PP como partido hegemónico de la derecha, sino a conformar gobiernos desde el centro, complementando a los hegemónicos de ambos lados. 

Podemos está jugando también con mucha inteligencia, como si fuera la fuerza hegemónica de la izquierda, sin serlo aún, y con el objetivo de "desbancar al PP" está fagocitando a IU por la izquierda, y, si fuera más hábil a la hora de conformar gobiernos, podría llegar a quitar una parte importante de electorado del PSOE en el centro izquierda. 

El juego que no termino de entender es el del PSOE. Obsesionado con el PP, se está comportando más como un partido bisagra de centro izquierda que como una fuerza hegemónica en su propio espacio. En mi opinión, deberían haberse fijado como objetivo solo pactar con Ciudadanos para no perder votos por el centro. Alinearse con Podemos refuerza a éstos (no puede ser más izquierdista que Podemos o IU) y le hace perder el centro a favor de Ciudadanos. Por eso, creo que Susana Díaz ha sido más inteligente que Pedro Sánchez. En los tiempos convulsos que estamos viviendo, gobernar no da necesariamente la ventaja para las elecciones generales, máxime si se tienen presupuestos limitados y socios incómodos y populistas. 

Cerrados los pactos ahora hay que gobernar, pero, de momento parece que el panorama se aclara. Por lo pronto, ya sabemos que el PP quiere seguir siendo el PP, que Ciudadanos aspira a tener el papel que tuvo CiU en los noventa, que Podemos quiere hacer lo que hizo el PSOE a principios de los ochenta, y que el PSOE sigue sin saber qué quiere ser. 

15 de junio de 2015 

lunes, 1 de junio de 2015

Todos ganan

Los días de elecciones son días felices para los partidos políticos. Se diría que en España, parafraseando a Descartes, las victorias electorales son el bien mejor repartido, pues todos los partidos las ganan. Las gana el PP porque ha sido el partido más votado; las gana el PSOE porque puede llegar al poder; las gana Ciudadanos porque, recién creado en el conjunto de España, se convierte en la tercera fuerza electoral; las gana Podemos, porque, con "marcas blancas", puede llegar a las alcaldías de Madrid y Barcelona; las ganan las decenas de partidos pequeños que han conseguido algún concejal. No, no las ha perdido Izquierda Unida porque no ha desaparecido, ni siquiera las ha perdido UPyD porque ha cumplido la misión de romper el "bipartidismo". Una semana postelectoral es, siempre, una en la que se celebran muchas victorias. En las elecciones del pasado domingo, la única que perdió fue Rosa Díez y eso que no se presentaba. 

Y, sin faltarles razón para celebrar, todos tendrían un ejercicio de análisis un poco más serio. Para empezar, el Partido Popular tendría que hacer una autocrítica más profunda que decir que tiene un problema de "comunicación", o que el resultado es culpa del "martilleo sobre la corrupción". Perder 2,5 millones de votos, pasar de un 44,6% de apoyo electoral en las generales del 2011 hasta el 27% es perder a 4 de cada 10 votantes que tuvo en las generales. Me temo que más allá de los problemas de comunicación de las decisiones de política económica (que los ha tenido) y los incumplimientos del programa electoral (impuestos y aborto), la falta de una reacción contundente y creíble contra la corrupción, la ausencia de caras nuevas (¿no tenían otra salvo Esperanza Aguirre en Madrid?) y la carencia de un discurso nuevo y con más temas son las raíces del desastre electoral del Partido Popular. Dudo que gane las elecciones generales con mayoría suficiente para gobernar (aun en minoría) si lo confía todo a la mejora económica o a una nueva estrategia en el márketing. 

El PSOE tampoco debe estar de enhorabuena. Perder 700.000 votos pasando a tener solo el 25% de los votos, empeorando el desastre del 2011 de la época Zapatero significa que el PSOE no tiene un suelo electoral firme. Achacar la caída de votos del PSOE al aumento de la competencia electoral por su electorado, al que aspira por la izquierda Podemos y, por la derecha, Ciudadanos, es, en mi opinión, demasiado simplista. El PSOE tiene un grave problema de fondo que es la ausencia de un liderazgo claro en el partido: Pedro Sánchez no controla ni el partido, ni el discurso y tiene demasiados "versos sueltos" dentro de su propia formación. Por otra parte, tiene viejos problemas de corrupción que está atacando más con palabras contundentes que con hechos, lo que le pasa factura a la nueva generación. Finalmente, sigue, en mi opinión, teniendo un relato incoherente y carente de propuestas más allá de desmontar lo que haya hecho el PP en el gobierno (¿realmente cree Pedro Sánchez que hay que volver al mercado laboral de antes de la reforma?), intentar contentar a todos en el ámbito territorial o ser más izquierdistas que Podemos en temas de gasto público. 

Más cautelosos que los dos partidos grandes, debieran ser los emergentes, sobre todo a partir de la experiencia de UPyD. Y es que una cosa es presentarse y hacer promesas electorales y otra es gobernar, por lo que no todas las victorias que han tenido auguran las futuras. De cómo gestionen el poder que ahora tienen dependerá el que tengan en el futuro. 

Esta semana ha sido una semana de celebraciones en los partidos políticos y de inicio de negociaciones. Lo que me parece que no ha sido es de análisis sereno de los datos con vistas a las elecciones que realmente importan, las generales. Unas elecciones en las que, seguro, también ganarán todos. 

1 de junio de 2015