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lunes, 1 de junio de 2015

Todos ganan

Los días de elecciones son días felices para los partidos políticos. Se diría que en España, parafraseando a Descartes, las victorias electorales son el bien mejor repartido, pues todos los partidos las ganan. Las gana el PP porque ha sido el partido más votado; las gana el PSOE porque puede llegar al poder; las gana Ciudadanos porque, recién creado en el conjunto de España, se convierte en la tercera fuerza electoral; las gana Podemos, porque, con "marcas blancas", puede llegar a las alcaldías de Madrid y Barcelona; las ganan las decenas de partidos pequeños que han conseguido algún concejal. No, no las ha perdido Izquierda Unida porque no ha desaparecido, ni siquiera las ha perdido UPyD porque ha cumplido la misión de romper el "bipartidismo". Una semana postelectoral es, siempre, una en la que se celebran muchas victorias. En las elecciones del pasado domingo, la única que perdió fue Rosa Díez y eso que no se presentaba. 

Y, sin faltarles razón para celebrar, todos tendrían un ejercicio de análisis un poco más serio. Para empezar, el Partido Popular tendría que hacer una autocrítica más profunda que decir que tiene un problema de "comunicación", o que el resultado es culpa del "martilleo sobre la corrupción". Perder 2,5 millones de votos, pasar de un 44,6% de apoyo electoral en las generales del 2011 hasta el 27% es perder a 4 de cada 10 votantes que tuvo en las generales. Me temo que más allá de los problemas de comunicación de las decisiones de política económica (que los ha tenido) y los incumplimientos del programa electoral (impuestos y aborto), la falta de una reacción contundente y creíble contra la corrupción, la ausencia de caras nuevas (¿no tenían otra salvo Esperanza Aguirre en Madrid?) y la carencia de un discurso nuevo y con más temas son las raíces del desastre electoral del Partido Popular. Dudo que gane las elecciones generales con mayoría suficiente para gobernar (aun en minoría) si lo confía todo a la mejora económica o a una nueva estrategia en el márketing. 

El PSOE tampoco debe estar de enhorabuena. Perder 700.000 votos pasando a tener solo el 25% de los votos, empeorando el desastre del 2011 de la época Zapatero significa que el PSOE no tiene un suelo electoral firme. Achacar la caída de votos del PSOE al aumento de la competencia electoral por su electorado, al que aspira por la izquierda Podemos y, por la derecha, Ciudadanos, es, en mi opinión, demasiado simplista. El PSOE tiene un grave problema de fondo que es la ausencia de un liderazgo claro en el partido: Pedro Sánchez no controla ni el partido, ni el discurso y tiene demasiados "versos sueltos" dentro de su propia formación. Por otra parte, tiene viejos problemas de corrupción que está atacando más con palabras contundentes que con hechos, lo que le pasa factura a la nueva generación. Finalmente, sigue, en mi opinión, teniendo un relato incoherente y carente de propuestas más allá de desmontar lo que haya hecho el PP en el gobierno (¿realmente cree Pedro Sánchez que hay que volver al mercado laboral de antes de la reforma?), intentar contentar a todos en el ámbito territorial o ser más izquierdistas que Podemos en temas de gasto público. 

Más cautelosos que los dos partidos grandes, debieran ser los emergentes, sobre todo a partir de la experiencia de UPyD. Y es que una cosa es presentarse y hacer promesas electorales y otra es gobernar, por lo que no todas las victorias que han tenido auguran las futuras. De cómo gestionen el poder que ahora tienen dependerá el que tengan en el futuro. 

Esta semana ha sido una semana de celebraciones en los partidos políticos y de inicio de negociaciones. Lo que me parece que no ha sido es de análisis sereno de los datos con vistas a las elecciones que realmente importan, las generales. Unas elecciones en las que, seguro, también ganarán todos. 

1 de junio de 2015 

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