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lunes, 27 de abril de 2009

Clases de paro

La semana pasada se publicaron los datos de la Encuesta de Población Activa del primer trimestre del año. La cifra de parados sobrepasó los 4 millones, con una tasa de paro del 17,3%. 

Este paro español tiene, como expliqué en un artículo anterior, una parte clásica, o sea, debida al alto coste laboral en relación con nuestra productividad, y otra parte keynesiana, es decir, debida a la debilidad de nuestra demanda de trabajo. A su vez, el paro keynesiano puede ser de dos tipos: un paro keynesiano estructural debido a la falta de tejido productivo (como es, en parte, el paro andaluz); y un paro keynesiano puro causado por falta de demanda efectiva para la capacidad productiva instalada (como es, ahora, parte del paro catalán). Hay, pues, tres grandes causas macroeconómicas del paro, mutuamente interrelacionadas, y que es necesario distinguir porque la clave de su solución está en cuantificar cuánto es de cada clase en cada coyuntura. 

A nivel político estas causas se simplifican ideológicamente. Para los partidos de izquierdas y los sindicatos, casi todo el paro es siempre keynesiano puro; para los partidos de derechas y los empresarios, casi todo el paro es siempre neoclásico. De ahí el debate sobre lo que hay que hacer. 

Para unos, los keynesianos puros, basta un estímulo fiscal de gasto público para que se "cebe la bomba", en expresión de Keynes, funcionen los multiplicadores de la renta y vuelva el crecimiento y la creación de empleo. Y no se dan cuenta de que, como nuestro paro es también estructural porque no hay empresas y clásico porque los salarios son altos, el estímulo de demanda crea puestos de trabajo en otra economía, pero no en la española. Por su parte, para los neoliberales lo esencial es el permanente ajuste de costes laborales de tal forma que las empresas acompasen salarios reales a productividad, lo que hace que la recuperación de la competitividad perdida impulse una senda de alto crecimiento. Pero éstos no se dan cuenta de que sin expectativas de crecimiento de la renta y de la demanda (como ahora) no hay inversión y, por lo mismo, crecimiento. 

Una política keynesiana mantiene, a corto plazo, la renta de las familias, evita deterioros profundos del tejido productivo y suele concitar el apoyo popular. Como contrapartida genera altos déficits insostenibles en el tiempo; en condiciones normales (no en las actuales), inflación; y, en economías abiertas con paro estructural, déficit exterior. Más aún, su eficacia depende mucho de cómo se articulen y en qué se gaste el dinero y, en economías pequeñas y abiertas como la española, es muy limitada. Por eso, las políticas keynesianas de estímulo de la demanda han de ser limitadas en el tiempo y estar más orientadas a luchar contra el paro estructural reforzando el tejido productivo que a los consumidores finales. En una economía como la española y en la coyuntura actual, seguir una política keynesiana pura (como la que se está haciendo) es necesario, pero no es suficiente. 

Por su parte, las políticas neoliberales de ajuste duro tienen la virtud de que adaptan el coste real a la productividad, permitiendo purgar los excesos y equilibrando el crecimiento a largo plazo. Pero generan tres problemas graves: paro con riesgo de profundizar en la recesión; desigualdades en la distribución de la renta; e inestabilidad política. Por esto, si se sigue esta política, aunque imprescindible por los excesos anteriores, hay que articularla con cuidado, compensando sus efectos negativos, y siempre acompañada de políticas keynesianas, porque tampoco son suficientes. 

Porque nuestro paro tiene los tres orígenes (no siempre en la misma proporción y no siempre establemente) es por lo que, para resolverlo, es necesario combinar pragmáticamente medidas de política de uno y otro signo y hacerlo con claridad y decisión. Lo siento, pero para mí, analizar el paro es una cuestión de hechos empíricos, no de ideología, y es demasiado seria como para frivolizarlo en un debate cargado de calificativos. 

27 de abril de 2009 

lunes, 13 de abril de 2009

Salarios y paro

Según los últimos datos publicados, los salarios medios en España siguen creciendo por encima del 2%. Los datos de convenios fijan, para este año, una subida salarial del 2,7%, por lo que el coste laboral, que incluye también las cotizaciones y deslizamientos, tendrá una subida superior al 3%. Como la inflación interanual está en el entorno del 0%, estas cifras suponen que los costes laborales medios están subiendo, en términos reales, por encima del 3%. Unas subidas pactadas que son una de las causas de parte del paro que ya tenemos y del que vamos a generar este año. Con estas subidas salariales es probable que sobrepasemos la cifra de los 4 millones largos de parados y, lo que es peor, que este paro se enquiste. 

Esta subida salarial, muy por encima de la inflación prevista, es fruto de un juego en el que participan los sindicatos y las organizaciones empresariales. Un juego que vienen jugando desde 1980, que nos ha dado una de las mayores tasas de paro de los países desarrollados. Un juego en el que los sindicatos, con bajas tasas de afiliación y baja representatividad real, piden subidas salariales por encima de la inflación con la justificación del aumento de la productividad y bajo la amenaza de conflicto laboral. Los empresarios, por su parte, aceptan la subida de los salarios medios, pero, para mantener el coste laboral total controlado, contratan menos gente o, en situación de contracción de la demanda como la actual, despiden a parte de la plantilla. Los dos jugadores consiguen lo que querían: los sindicatos, la subida salarial para los trabajadores a los que representan (normalmente fijos indefinidos con altas indemnizaciones); los empresarios, la paz social y el control de los costes laborales, aumentando la productividad media de los que se quedan en la empresa a posteriori. Este es el juego que produce nuestro paro neoclásico. Un paro que crece entre 150.000 y 180.000 parados más por cada punto de coste laboral superior a la inflación. O sea, que al ritmo que vamos los convenios colectivos van a ser culpables de casi medio millón de parados más. Este juego perverso tiene, además, tres efectos colaterales muy graves. En primer lugar, hace más difícil la salida de la crisis, pues, en contra de lo que dicen algunos libros viejos de macroeconomía, la subida de salarios medios, al menos en España, no favorece el crecimiento del consumo, pues los trabajadores que mantienen sus puestos de trabajo tienen una propensión marginal a consumir menos que los que lo pierden. Además, dado que en otros países hay congelación salarial, esta subida hace perder competitividad a nuestros productos. En segundo lugar, este juego acentúa la dualización de nuestro mercado de trabajo, es decir, separa a los trabajadores entre aquellos que están protegidos por convenios y contratos antiguos (con altas indemnizaciones) de los recién contratados, por lo que el paro se ceba en jóvenes, mujeres e inmigrantes que son los que han llegado más tarde al mercado laboral. Y, finalmente, y es un efecto raramente subrayado, acentúa los problemas distributivos de la renta: el paro distribuye peor la renta personal y, al concentrarse en determinados territorios, también empeora la distribución territorial. 

Si realmente la nueva ministra de Economía quiere luchar contra el paro, lo primero que tiene que hacer es lanzar un mensaje de congelación salarial (empezando por los funcionarios) y sentarse a reformar profundamente las instituciones de nuestro mercado laboral, superando viejas ideologías y trasnochadas teorías económicas. Más adelante, podrá demostrar que sus políticas de reactivación van más allá del fracasado miniplan de obritas municipales. Lo siento, pero me temo que para luchar contra una tasa de paro que se acercará al 20% el año que viene no valen esta vez recetas fáciles llenas de retórica, gasto e infraestructuras, sino unas reformas dolorosas políticamente. Pero eso es gobernar en tiempos difíciles y no lo que se viene haciendo. 

13 de abril de 2009