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lunes, 11 de agosto de 2003

Lecciones de economía

En cualquier manual de economía se enseña que la principal magnitud para medir la actividad económica de una comunidad de personas es el Producto Interior Bruto (PIB). La definición del PIB, a precios de mercado, es muy simple: el Producto Interior Bruto es el valor del conjunto de bienes y servicios finales que produce una comunidad determinada, por ejemplo, los residentes en un país o en una región, en un plazo de tiempo también determinado que, normalmente, suele ser un trimestre o un año. En el PIB, por tanto, se incluye el valor de todos los bienes y servicios que consumimos, invertimos y usamos colectivamente a través del Sector Público, que nos permiten satisfacer nuestras necesidades individuales y colectivas. 

De igual forma, también se enseña en todas las facultades de economía que en las economías de mercado monetarias, y hoy todas lo son en mayor o en menor grado, el valor de cada bien se determina en esa institución que llamamos mercado. Un mercado es, sencillamente, el conjunto de todos los intercambios que se producen de un bien o servicio. Y todo intercambio es, como su nombre indica, la permuta de una determinada cantidad de bien por una cantidad determinada de dinero que llamamos precio. El valor de un mercado en un año será el resultado de sumar el producto de todas las cantidades de bienes o servicios por el de todos los precios al que han sido intercambiados. Es evidente, entonces, que, si sumamos todos los valores de todos los mercados de bienes y servicios finales, el resultado ha de ser igual al PIB. Y que la composición del PIB, el peso que cada mercado tiene en el conjunto de la actividad económica de una comunidad, estará determinada tanto por las cantidades que se produzcan de este bien o servicio como de los precios que se les asignen. 

Lo que también enseñamos, y eso ya no es tan sencillo, es que los agentes económicos, consumidores y empresarios, se comportan en los mercados siempre racionalmente. Con lo que queremos decir que aquellos intercambios que se producen y al precio al que se producen son los que mejor satisfacen lo que las familias y las empresas quieren, desean, prefieren. Y si esto es así, con esos millones de votaciones que hacemos los consumidores comprando o no los bienes y servicios que se nos ofrecen, estamos determinando continuamente lo que socialmente queremos producir. Dicho de otro modo, la composición del PIB, lo que una sociedad asigna a cada uno de los mercados en los que se gasta lo que produce con el esfuerzo de todos, es, gracias a la institución del mercado, lo que la sociedad quiere, porque es el resultado de un proceso libre, desagregado y racional. Y, al ser consistente con las preferencias de la sociedad, esta composición es, también, racional, es decir, la mejor posible. 

Si esto es cierto, y nada hay en el razonamiento que nos diga lo contrario, tendremos que aceptar que, por ejemplo, los españoles nos comportamos racionalmente al gastar más dinero y recursos, como de hecho hacemos, en cosmética que en sanidad, en fútbol más que en investigación básica, o en televisión más que en universidad. Y tendremos que ver como completamente racional que paguemos más a una modelo que a un médico, a un futbolista que a un científico, a un Dinio cualquiera que a un catedrático. Y consideraremos, también, que es perfectamente racional que importemos galácticos de todos los países del mundo mientras nuestros mejores talentos científicos se van a las galácticas universidades americanas. Es posible que esta realidad no nos guste con lo que tendríamos que plantearnos que quizás los agentes económicos no seamos tan racionales, o que es probable que el mercado no asigne de una forma óptima socialmente los recursos. O que lo mejor sea cambiar la definición del PIB para que en vez de ser la medida del conjunto de bienes que satisfacen las necesidades de una sociedad, sencillamente nos dé la medida del valor de mercado de las irracionalidades de las sociedades satisfechas. Quizás tengamos, algún día, que replantearnos las primeras lecciones de economía.