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lunes, 11 de diciembre de 2006

Negociación

Cuando hace ya nueve meses se inició eso que mal llamamos el "proceso de paz" las intenciones del Gobierno y lo que había que hacer parecían evidentes. Las intenciones eran acabar con la violencia etarra, a cambio de una generosa oferta en la aplicación de las leyes penales y una suavización de la ley de Partidos, de tal forma que los miembros del entramado etarra pudieran integrarse y participar en la vida pública. Era evidente, ya hace nueve meses, que el proceso iba a repugnar a las víctimas directas y a sus familiares, que no iba a gustar a aquellos que han mantenido el tipo en el País Vasco durante tanto tiempo, y no era compartido totalmente por millones de españoles por lo que suponía de cesión ante la barbarie. Pero creo que, con algunos gestos públicos, todos estos grupos lo hubieran aceptado y esos millones de españoles, yo entre ellos, hubiéramos buscado razones para el pragmatismo. Lo que no era evidente es que el Gobierno fuera a cometer tantos errores de negociación y que la situación, nueve meses después, esté peor que al principio. 

Un primer error ha sido, en mi opinión, la elección de los negociadores. Y es que las conversaciones con ETA no la pueden llevar solos los socialistas vascos, porque no pueden hablar por el conjunto y porque han sido parte afectada. Alguno de ellos debe estar entre los negociadores, pero no pueden ser los únicos, ni los principales. Un par de pesos pesados del PSOE hubieran sido más útiles. 

El segundo error ha sido el de no marcar los límites. Y es que una declaración de que "no se pagará precio político" es tan ambigua como para que pueda caber cualquier cosa. Y es que hubiera sido mejor decir que ni se va hablar de autodeterminación, ni de territorialidad, ni de reforma de la Constitución. De lo único de lo que se puede hablar es de cómo integrar en la vida política, para que defiendan lo que quieran, a los etarras de baja intensidad, a los que salgan de la cárcel y a los que abandonen las armas. 

El tercer error ha consistido en dejar que la otra parte lleve la iniciativa poniendo encima de la mesa más asuntos para hablar (violencia callejera, huelga de hambre, robo de pistolas, disparos). Si ante la más mínima provocación se hacen declaraciones de firmeza, que es la estrategia que están siguiendo ellos, ETA tiene que ir cediendo, porque romper las negociaciones con un atentado sería desperdiciar la oportunidad que es Zapatero dependiendo de los nacionalistas. 

El cuarto error ha sido aceptar metodologías de negociación como la de las dos mesas. La única mesa ha de ser la de "violencia por participación"; la otra, la mesa de partidos, si se hace, supondría una cesión tan grave, al sustituir y prostituir el sistema institucional y constitucional por la voluntad no institucional, ni representativa, de unos cuantos, que dudo que el PSOE pudiera salir indemne en las muchas próximas elecciones de ese despropósito. 

El quinto error ha sido de comunicación. Y es que es una estupidez comunicar machaconamente que el "proceso iba a ser largo y difícil", porque "largo y difícil" es un proceso policial, y es que si se intenta la negociación es para el fin de la violencia esté "cerca y sea sencillo". 

Como ha sido una tontería no contar con la gente del Partido Popular, y hubiera sido un buen y útil gesto el que tanto el Gobierno como el PP hubieran pactado uno de los negociadores, porque así se hubiera llevado el tema con más discreción y sin debate entre ellos, haciendo más fuerte su posición negociadora, compartiendo el éxito si existe y el desgaste si se fracasa. 

Mal, muy mal se está llevando el proceso. Tanto que parece que el Gobierno está más perdido en él, que el héroe de Kafka, el ciudadano K., en el suyo. Y lo peor es que está provocando en millones de ciudadanos K. una sensación de angustia y desorientación como sólo puede producirla un proceso... kafkiano. 

11 de diciembre de 2006