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lunes, 26 de febrero de 2018

Franco, Memoria Histórica y presente

En España vivimos, según el censo del Instituto Nacional de Estadística (INE), un total de 41.999.325 españoles (quito a los extranjeros porque con ellos no va esta historia). O sea, 42 millones de personas. 

De estos 42 millones de personas, 18 millones (el 43%), tiene menos de 40 años, es decir, que han nacido en democracia, cuando Franco llevaba ya muerto un par de años. Otros 15,5 millones (otro 37%) nacimos entre 1953 y 1978, es decir, que vivimos nuestra infancia, adolescencia y primera juventud, en la segunda época de la dictadura franquista (y hablo de segunda época porque, desde muchos puntos de vista, 1952 marca un punto de inflexión en la dictadura). Finalmente, otros 5,6 millones (el 13%) nacieron entre 1939 y 1952, en lo que podemos llamar la posguerra. Sólo 2,8 millones de españoles vivos hoy (el 7%) nacieron antes de la guerra. Y de éstos, por una cuestión de edad, sólo unos cinco o seis mil pudieron luchar, pues sólo los nacidos antes de 1920 llegaron a empuñar armas. De todos los españoles vivos hoy, sólo el 0,012% pudo tener una participación activa en la Guerra Civil, y no llega ni al 0,5% los que pudieron tener, por una mera y simple cuestión de edad, un papel relativamente activo y responsable en ella o en la inmediata posguerra. 

Esto implica que sólo el 7% de los españoles, mayores de 80 años, puede tener recuerdos de la Guerra Civil; que otro 13% tiene recuerdos de adulto de la dictadura; que otro 37% conoce la Guerra Civil y la posguerra por los libros de historia; y, finalmente, y lo más importante, que un 43% de la ciudadanía de hoy no puede tener ningún recuerdo ni de la Guerra Civil, ni de Franco, sencillamente, porque nació en democracia, por lo que todo lo que puede conocer de ambos periodos es por los libros de historia y por su casa. 

Creo que es bueno que una sociedad conozca con profundidad y rigor su propia historia, como creo que es lógico que cada persona y cada familia quiera tener conocimiento, y guardar memoria, de su biografía y de las de sus antepasados. De igual forma, creo que es razonable que haya un compromiso público (transparencia en los archivos y en las documentaciones, subvenciones, etc.) para que se estudie la historia y se recupere la memoria. Como creo que es pedagógico que se recuerden hechos especialmente dolorosos. Pero sin sacralizar, ni idealizar a la historia o la memoria. Porque, inevitablemente, una y otra se falsean, bien para adornar algún hecho o aspecto, bien para matizar o justificarlos. Nadie cuenta su propia biografía con exactitud porque es imposible, porque la percepción y el juicio de lo que contamos, porque la intención del relato y los posibles receptores del mismo, lo mediatizan. Y si nadie puede contar su propia biografía con exactitud, ¿cómo contar la biografía de otros? ¿Y la biografía colectiva que es la historia? 

Por eso, porque siendo bueno, lógico, razonable y pedagógico que se escriba con rigor una historia de nuestro pasado reciente, y es bueno, lógico, razonable y pedagógico que se recupere la memoria, no es bueno, ni lógico, ni razonable que nos quedemos en eso y no en lo importante. Porque lo importante para los españoles del presente no es estar recordando siempre, sino vivir el presente y construir el futuro. Es decir, que siendo bueno, lógico y razonable el que se quite una calle a un asesino, lo importante es si la calle está asfaltada, si tiene iluminación por la noche, si tiene acerado, si hay árboles, si la basura se recoge, si es segura. Más aún, lo importante es si está habitada, si las viviendas son dignas, si los niños que las viven tienen buena escolarización, si los adultos que las habitan tienen trabajos dignos, si los mayores tienen una buena pensión. Y, todos, buena salud y viven en paz. Eso es lo importante. 

26 de febrero de 2018 

lunes, 12 de febrero de 2018

Groko (con permiso de los militantes)

Como es conocido, en Alemania se celebraron elecciones generales el pasado septiembre. Unas elecciones en las que ganó la CDU/CSU de la señora Merkel con el 33% de los votos, seguida por el SPD (socialistas) con el 20,5%, la AfD (extrema derecha) con el 12,6%, los Liberales con el 10,7%, la Izquierda con el 9,2% y los Verdes con casi un 9%. Ante estos resultados, con una ligera caída de apoyo para la señora Merkel (-1%), un fuerte varapalo para el SPD (-5%) y la aparición parlamentaria de la extrema derecha, solo había tres alternativas posibles: un gobierno de coalición amplia (CDU/CSU más los Liberales más los Verdes) que se bautizó con el nombre de Jamaika-Koalition (por los colores de los distintos partidos iguales a los de la bandera del país del Caribe); la reedición de la Grosse Koalition (GroKo) entre los dos partidos más votados, conservadores de Merkel más socialistas de Martin Schulz; y, finalmente, nuevas elecciones. 

Teniendo en cuenta estos resultados, la iniciativa correspondía a la señora Merkel, que, en principio, prefería la opción de una gran coalición. Sin embargo, el hecho de perder casi el 20% de sus votos y que posiblemente este sea el último mandato de la cancillera (en alemán existe el femenino de canciller) porque sería su cuarto gobierno, hizo que el SPD de Martin Schulz se negara a reeditar el gobierno. Como, por otra parte, para la CDU era importante intentar un acuerdo, ya que en Alemania no está bien visto no negociar (kompromiss es una palabra importante en su cultura política), se iniciaron conversaciones para un gobierno con los Liberales y los Verdes. Negociaciones que fracasaron en el 20 de noviembre con un desplante de los liberales. En ese momento, pues, solo quedaba la opción de una nueva Gran Coalición o elecciones. Pero el panorama se había movido, porque una repetición de las elecciones le podría dar más votos a la señora Merkel (a costa de los liberales) y no era seguro que mejorara a los socialistas. Por eso, ante las presiones del presidente federal Steinmeier, y por un sentido de Estado típicamente alemán, Schulz se avino a negociar una nueva coalición. 

El resultado es un acuerdo de 179 páginas titulado Un nuevo inicio para Europa; una nueva dinámica para Alemania; una nueva cohesión para nuestra tierra (www.cdu.de o www.spd.de), en el que, a lo largo de 14 capítulos, se desgrana un buen programa de gobierno sobre los tres ejes del título. Del texto se deducen algunas de las constantes de la política alemana de los últimos cincuenta años: Europa como solución y conjuro de sus demonios interiores; una economía liberal y competitiva en un Estado social financieramente responsable; una genuina preocupación por la cohesión social y las políticas sociales. Con una estructura lógica muy alemana y con temas de los que en España ni se habla (familia o infancia), mi único pero al acuerdo, además de algunas inconcreciones, es la ambigüedad sobre temas de medio ambiente. 

A este acuerdo solo falta ponerle nombres, pues también en la negociación de las carteras ha estado muy hábil la señora Merkel, ya que la cesión de la cartera de Hacienda, además de la de Asuntos Exteriores (y la tradicional de Trabajo) a los socialistas obligará a estos a correr con el coste político de sus promesas europeístas. El socio pequeño, la conservadora CSU, se lleva Inmigración, conteniendo a AfD y posibilitando una nueva victoria en Baviera. 

El único problema es que los socialistas tienen que consultar a sus militantes. Unos militantes que son más radicales que sus dirigentes y entre los que hay una fuerte división. Por eso, hasta el día 4 de marzo no sabremos si tendremos gobierno en Europa (perdón, en Alemania) o se abre un nuevo periodo de incertidumbre. Una incertidumbre para unos 450 millones de europeos que nos generan 460.000 militantes del SPD. 

12 de febrero de 2018