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lunes, 17 de septiembre de 2012

Independencia (vista desde Cataluña)

La relación entre Cataluña y el resto de España es una cuestión lo suficientemente compleja como para que dirimirla en una manifestación, o para que la simplifiquemos en un diálogo de titulares. Creo, además, que situar el debate en el plano ideológico, historicista, cultural o victimista es erróneo. Porque todas las ideologías no extremistas (incluso las nacionalistas) son argumentables; porque toda discusión historicista es estéril, ya que lo que se hizo en el pasado solo explica nuestro presente, pero no debe condicionar nuestro futuro; porque no hay una lengua materna superior a otra; porque un memorial de agravios no lleva a nada constructivo. El análisis de una eventual independencia de Cataluña debería hacerse, en mi opinión, desde sus consecuencias, desde una perspectiva de teoría de juegos. Analicemos en este artículo la situación desde Cataluña. 

Si Cataluña fuera independiente, el primer hecho relevante es que no sería miembro de la Unión Europea. Esto supondría que tendrían que crear una moneda que podría valer igual que el euro a corto plazo (aunque tendría que cotizarse). Fiscalmente, la Generalitat ingresaría todo lo que se recaudara en Cataluña y tendría que hacer frente a todos los gastos públicos que allí se generaran. En cuanto a sus ingresos, éstos serían mayores que los que ahora tienen, pero no excesivamente, porque si bien recaudaría la totalidad del IRPF y del Impuesto de Sociedades, la recaudación actual de IVA y la de cotizaciones sociales sería compartida con el resto de España, porque las ventas de las empresas catalanas en el resto de España se considerarían como importaciones, por lo que el Gobierno español recaudaría su IVA de esas ventas, de la misma forma que las cotizaciones sociales de los trabajadores ocupados por empresas catalanas en el resto de España tendrían que pagarse también aquí. Por su parte, tendrían que hacerse cargo de los gastos de la Seguridad Social (pensiones, desempleo, etcétera) de los que queden en su territorio. No he hecho las cuentas con detalle, pero el déficit público estaría más o menos como ahora, puesto que empeoraría su gasto, aunque mejoraría su recaudación. Mejor se quedan en cuanto a deudas públicas: solo tendrían que pagar las suyas (el 22% de su PIB), absorbiendo el resto de España la totalidad de la que tiene hoy el Estado (cuya ratio pasaría del 75,9 al 97,2%). Pero habría que llegar a un acuerdo por las propiedades de titularidad estatal que están en Cataluña. Desde un punto de vista fiscal, la independencia es, a corto plazo, una solución a sus problemas. 

Mucho más sufriría el tejido empresarial catalán y su mercado de trabajo. No es solo que muchas empresas tendrían que duplicar sedes, sino que muchas multinacionales trasladarían sede y operaciones a Madrid para estar dentro de la Unión. Peor aún sería la pérdida temporal de aprecio de muchas de sus empresas (además del Barça), con consecuencias en su cuenta de resultados, y de inversión extranjera. Es muy probable que el PIB catalán sufriera, a corto plazo, un fuerte retroceso, con incremento del paro, porque también la economía catalana está muy endeudada exteriormente y tendría problemas de acceso a los mercados financieros. 

Desde un punto de vista político, además de hacerse republicana, no creo que en Cataluña se produjera un cambio de la estructura de partidos. Más imprevisibles serían las consecuencias sociales sobre las relaciones entre las distintas comunidades lingüísticas o los movimientos migratorios, lo que tampoco añadiría confianza para salir de la crisis. 

Vista desde Cataluña, la independencia es en realidad una opción, si fuera rápida, para resolver los problemas financieros de la Generalitat, pero no es demasiado deseable por lo arriesgado. Por eso, en el fondo, y como siempre, es solo una baza de negociación para que el rescate de Cataluña no tenga condiciones políticas. Lo malo es que para algo tan prosaico se incendian las emociones. Pero ya se sabe que los políticos son pirómanos bomberos y la buena gente... manipulable.