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lunes, 27 de marzo de 2006

Un nuevo panorama

Tras el anuncio de "alto el fuego permanente" por parte de ETA, se abre un nuevo panorama que puede llevar, en un tiempo no lejano, al fin del terrorismo. Un panorama que va a estar determinado por lo que hagan, principalmente, tanto el Gobierno como la banda terrorista, pues los demás actores son secundarios. 

Los objetivos actuales de ETA son claros y permanentes desde hace años: la constitución de un Estado independiente en un País Vasco mítico, tanto territorial como socialmente, porque incluiría las tres provincias actuales, más Navarra y el País Vasco francés. La novedad es que ahora eso lo quiere conseguir mediante un referéndum y no mediante la violencia (aunque nada dicen de entrega de armas o de disolución), por lo que pide a cambio que se paralicen las acciones policiales contra ellos y se inicie un diálogo que desemboque en una especie de nuevo Plan Ibarretxe . ETA nada cambia en sus objetivos, cambia sólo la forma de conseguirlos, al tiempo que intenta resolver la situación de su gente. Y quiere esto ahora porque tiene problemas de reclutamiento, financiación y logística por las acciones que inició el juez Garzón y que secundó el gobierno Aznar; porque la media de edad de los etarras va creciendo y la vida en la clandestinidad o en la cárcel quema mucho; porque tras la desaparición del IRA y de otros grupos revolucionarios de los sesenta, ETA es un anacronismo ideológico ante el moderno terrorismo religioso y multinacional; porque va perdiendo apoyo social y ya no moviliza a la gente; y, finalmente, porque tras el estatuto de Cataluña y con el talante de Zapatero , la vía "québécoise" hacia la independencia es considerada por los nacionalistas como posible. En estas circunstancias, los etarras han pensado que es ahora cuando pueden conseguir algo, tanto en el plano político como personal, pues dada su tendencia, el paso del tiempo juega en su contra: ETA se ha convencido de su decadencia. Sin que esto signifique que no pudieran causar aún mucho sufrimiento. 

El objetivo del Gobierno y, con él, el de la inmensa mayoría de los españoles, es también conocido y permanente: la desaparición de la coacción terrorista. Y para conseguirlo ha de discernir primero lo que puede y lo que no puede hacer, lo que debe y lo que no debe hacer. En primer lugar, no debe tener prisa, porque mientras los etarras no coloquen bombas, ni extorsionen, ya se está consiguiendo, de hecho, terminar con el terrorismo y aumentar las posibilidades de que sea irreversible. En segundo lugar, debe manifestar inequívocamente que hay temas (por ejemplo, Navarra o la autodeterminación) de los que no es posible hablar, como hay principios democráticos y del Estado de Derecho que no puede vulnerar. En tercer lugar, debe ir fijando condiciones para dar determinados pasos: los retoques a la ley de Partidos para que Batasuna pueda participar en las próximas citas electorales, las medidas de acercamiento (nunca hasta el extremo de llevarlos al País Vasco), los indultos parciales o los permisos de repatriación (siempre que no haya delitos de sangre) o la relajación en la persecución de los delitos antiguos y fuera de la Unión Europea, se pueden negociar en el tiempo a cambio de las armas, la disolución, la condena reiterada del "agotamiento de la vía de la lucha armada" y la comprobación de que ETA no deriva, como el IRA, en una mafia. Si esto se va haciendo, con tiempo, sentido común, unidad y discreción, el resultado puede ser que el terrorismo etarra sea cosa del pasado, y que no se haya pagado "ningún precio político". Sólo quedará compensar, en la medida de lo posible, a las víctimas y que la historia certifique la victoria de los demócratas. 

lunes, 13 de marzo de 2006

Irán nuclear

Posiblemente una de las mayores amenazas que tiene la ya de por sí inestable situación política internacional sea la pretensión iraní de dotarse con armamento nuclear. Una pretensión que esconde una lógica geopolítica aplastante. 

Irán quiere armamento nuclear por cuatro razones casi evidentes. En primer lugar, porque tiene las segundas reservas de petróleo del mundo y no quiere correr el riesgo de verse atacado, a largo plazo, por ese petróleo. Y esta tentación la pueden tener no sólo los norteamericanos, sino también los rusos, los chinos e incluso los europeos que somos frontera con ellos a través de la aliada Turquía. En segundo lugar, porque, más a corto plazo, en casi todos los países fronterizos con Irán (Turquía, Turkmenistán, Afganistán, Pakistán e Irak) hay muchos soldados norteamericanos. Y la flota americana del Golfo es la más importante de toda la región. Además, la administración Bush incluyó a Irán en el "eje del mal", lo que supone una clara y permanente amenaza, e Irán sabe que si Irak, como Corea del Norte, hubiera tenido realmente armas de destrucción masiva nunca hubiera sido atacado. En tercer lugar, porque las dos potencias nucleares de la zona, Israel y Pakistán, tienen divergencias profundas con Irán, pero hay una regla no escrita que sostiene que dos potencias nucleares sólo tienen conflictos de baja intensidad por las terribles consecuencias de un conflicto abierto, con lo que dotándose de armamento nuclear, la amenaza israelí se conjura, así como la pakistaní, evitándose así la tentación, que también pueden tener las potencias, de reeditar una segunda guerra contra Irán con país interpuesto como fue la irano-iraquí de los ochenta. Y, finalmente, Irán quiere armamento nuclear porque la historia demuestra que los mecanismos multilaterales de seguridad, empezando por las Naciones Unidas, no funcionan. 

E Irán quiere las armas nucleares hoy por otras razones igualmente importantes: en primer término, porque en los próximos dos años, que son los que necesita para completar su primera generación de armas, los norteamericanos no pueden involucrarse en otra guerra por evidentes razones de capacidad y de oportunidad política. En segundo término, porque estando el petróleo cerca de los 60 dólares, la amenaza a Irán puede provocar una verdadera crisis económica en el mundo. En tercer término, porque en estos momentos en los que la propaganda anti-occidental, a cuenta de las caricaturas, está radicalizando a la población de los países musulmanes, no sería fácil la imposición de sanciones, ya de por sí difíciles por la cuestión del petróleo, so pena de intensificar la escalada de victimismo que sólo favorece a los radicales. Y, finalmente, porque en estos momentos, primer año de mandato del presidente Ahmadineyad, éste está buscando una amenaza exterior para unir a su pueblo, dado que su ascenso al poder fue sorpresivo y generó no pocas resistencias en el seno de la clase media y urbana iraní. 

Las ocho razones anteriores, de necesidad y de oportunidad, explican el hecho de que Irán se va a convertir en los próximos meses en una potencia nuclear. Y este escenario es peligroso porque Irán se convertirá en la primera potencia del Golfo, lo que puede hacerla especialmente agresiva en su política regional, especialmente en Irak, con mayoría chií, y ante las presiones norteamericanas. Porque puede tener la tentación de usar Hezbolá u otro grupo terrorista para imponer sus políticas en la zona, e incluso amenazar a Occidente. Porque la cercanía de bombas nucleares y los mayores yacimientos de petróleo del mundo produce escalofríos en una economía mundial basada en el petróleo. Mucho me temo que este hecho es sólo una manifestación más de que el mundo islámico, con toda su variedad, es un importante actor en la escena internacional. Un actor con el que habrá que saber tratar. Algo que, desde luego, no hemos sabido en los últimos meses.