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lunes, 23 de julio de 2012

Momento crítico

El viernes pasado, la prima de riesgo española superó los 610 puntos básicos, lo que significa que el tipo de interés del bono español fue del 7,27%. Un tipo de interés inasumible para el sector público porque, sólo en intereses, el año que viene pagaremos casi un 14% del total de los ingresos públicos. Un tipo de interés que está llevando a la tasa de paro a cifras escandalosas por las dificultades de financiación de las empresas. Pero, ¿por qué está la prima de riesgo tan alta? En mi opinión, por cuatro razones básicas. 

En primer lugar, la prima de riesgo está alta por la tardanza, por parte de nuestras Administraciones, en darse cuenta de la insostenibilidad de sus cuentas. Hasta mayo de 2010, el Gobierno Zapatero no tomó ninguna medida para atajar el problema. Pero es que, a lo largo del año siguiente, ninguna administración local o autonómica redujo su nivel de gasto por las elecciones que se avecinaban. Más aún, Zapatero retrasó la convocatoria de elecciones generales hasta otoño y hubo que reformar rápidamente la Constitución, en pleno agosto, como símbolo de compromiso fiscal. Llegado Rajoy al poder, su tardanza en adoptar medidas de peso, por las elecciones andaluzas, nos ha abocado al nivel que ahora tenemos. Si hoy estamos en más de 600 puntos se lo debemos, en no poca medida, a la irresponsabilidad económica de los políticos en todas las administraciones, y de cualquier partido, que sólo han pensado en términos electorales. 

La segunda razón tiene que ver con la inacción, también por razones políticas, de nuestros socios europeos. Alemania no quiere hacer más porque Merkel tiene una débil situación política, con problemas dentro de su coalición, que solo se salva por la responsable actuación de la oposición socialdemócrata. Y el Banco Central Europeo no quiere hacer más (aunque se verá obligado a hacerlo esta semana) porque quiere el control del sistema financiero español. Si Merkel no tuviera elecciones el año que viene, hablaría de los eurobonos y hubiera permitido ya al Banco Central Europeo medidas extraordinarias de compra de deuda española. La prima de riesgo, pues, escala puntos porque Europa no tiene instituciones para afrontar la crisis, la opinión pública alemana no es consciente del peligro que supone la deuda española y el BCE está haciendo una política equivocada. 

La tercera razón, probablemente la más importante, es la superficialidad de la política económica del Gobierno Rajoy. El Gobierno ha tomado muchas decisiones en los últimos meses. Algunas en la dirección correcta (como la flexibilización del mercado laboral), pero otras fallidas como las reformas financieras (que culminarán ahora con la intervención de Bruselas) o el plan fiscal que presentó hace unos días. Rajoy perdió una inmensa oportunidad de presentar un plan creíble y coherente de política económica y, en cambio, presentó un conjunto de medidas parciales (algunas necesarias) de ajuste fiscal, que no atacan las raíces del problema del déficit español: un insuficiente sistema tributario para unas administraciones públicas insostenibles, fruto de una estructura de Estado ineficiente y difícilmente reformable. El Gobierno incluso ha renunciado a una reforma estructural de la economía española porque cree que consiste en ¡la ampliación de los horarios comerciales o la ley de costas! Mientras el Gobierno viva en el activismo incoherente podrá, con suerte, bajar la prima de riesgo unos puntos, pero difícilmente resolverá el problema de los tipos de interés. 

Finalmente, la prima de riesgo está alta porque hay una especulación que es imposible de atajar por la falta de credibilidad de todos los actores de la política económica en esta crisis. 

En síntesis, para bajar la prima de riesgo española se necesita una acción decidida del Banco Central Europeo ya, una posición más europeísta de nuestros socios y un buen plan de política económica. Y todo para ayer, porque ya hemos perdido demasiado tiempo. El momento es crítico. Muy crítico. Tanto que está en juego una nueva recesión mundial con epicentro en España. 


martes, 10 de julio de 2012

Dos nadas europeas

Las dos semanas pasadas, las instituciones europeas que deben tomar decisiones sobre la política económica para salir de la crisis económica europea (de la que la española es solo una parte, y es causa y consecuencia) volvieron, como viene siendo habitual, a decepcionar. 

El Consejo Europeo, el "Gobierno de Europa", se reunió en Bruselas el 28 pasado bajo la amenaza de la "desaparición del euro" y, tras un acuerdo para reformular las instituciones (dentro de unos años), una discusión jurídica sobre los fondos de rescate y la creación (para el año que viene) de un supervisor bancario, hicieron la enésima declaración rimbombante de "paso en la construcción europea", que todos tradujeron a las opiniones públicas de sus países de origen como una "victoria" del país sobre el resto. Es decir, los políticos van a Bruselas, toman una decisión sobre lo que van a hacer dentro de un año, componen un discurso que es un canto a Europa y, luego, de vuelta hacen otro canto que niega a Europa. Tanto que el mismo lunes 2 de julio, los gobiernos de Finlandia, Austria y Holanda se desmarcaron de lo que habían pactado el día 28. Y el de Alemania matizó mucho su posición (la situación de la Sr. Merkel es cada vez más débil), con lo que el mismo miércoles, día 4, tras los debates en clave interior, ya habíamos vuelto más o menos a la situación anterior de la cumbre. Los Consejos Europeos cada vez sirven para menos porque allí no van europeístas, sino nacionalistas miopes, que todo lo traducen en política interna. Por eso, los Consejos se convierten, una semana después de celebrarse, en nada. 

Lo malo no ha sido solo que el Consejo cosechara otro fracaso en política fiscal y no tomara medidas de urgencia reales para salvar la crisis de deuda de los grandes países periféricos, es que el jueves de la semana pasada, día 5, el Banco Central Europeo bajó los tipos de interés en el 0,25%, dejando el principal en el 0,75%. Y, como es costumbre, el gobernador del Banco Central Europeo, el Sr. Draghi, dio las correspondientes explicaciones en las que reconocía que: primero, no hay expectativas de tensiones inflacionistas en la eurozona; segundo, que la economía europea no crece; tercero, que hay graves problemas en los mercados financieros que "pueden afectar" al crecimiento económico (de hecho ya lo hacen); y, cuarto, que los mercados de crédito están cerrados. Y, tras reconocer la gravedad de la situación, sostiene que se han bajado los tipos y que no se van a tomar más medidas. Con lo que la bajada de tipos sirve para muy poco, porque el problema de la política monetaria en Europa no son los tipos (que también los son), sino que no existe transmisión monetaria, es decir, que el dinero no llega a los consumidores finales (empresas y familias) porque los bancos no se prestan y no prestan. Dicho de otra forma, el Banco Central Europeo toma una medida que sabe que es ineficaz por causas que reconoce ¡y el Sr. Draghi no ve necesario tomar medidas excepcionales! Solo una dogmática visión de la política monetaria de clásico origen Bundesbank (inútil como todos los dogmatismos), el cálculo político de acaparar más poder cambiando una política más flexible por nuevas competencias (como la supervisión última del sistema financiero), una aversión muy fuerte al riesgo de equivocarse (algo que ya hace) o un intento de ganar reputación de estricto pueden explicar una política monetaria tan cínica. Una política monetaria que no tendrá casi ningún efecto en las economías con problemas. 

Y en medio de estas dos nadas europeas, la economía española sigue debatiéndose con sus enfermedades de deuda y paro. Unas enfermedades que las decisiones europeas no empeoran, si acaso alivian, pero que, desde luego, no curan. Unas enfermedades que tendremos que tratarnos solos porque la esperanza de que desde Europa venga la solución se va diluyendo en la nada.