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martes, 24 de noviembre de 2009

Keynesianos ingenuos y otros (II)

La Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de Keynes es un libro complejo. No solo porque está escrito en un lenguaje técnico, a veces farragoso e irónico, sino porque en él están contenidos tres libros diferentes: un manual de macroeconomía; el ensayo de política económica más influyente de la historia; y un panfleto contra el establishment de su época. Precisamente porque los dos primeros libros son coherentes es por lo que sus ideas han tenido tanta influencia. Y, sin embargo, por eso mismo, porque es un libro de análisis y de propuesta tan acertado para su época es por lo que hoy no nos sirve. Es decir, de puro bueno para su tiempo, hoy no es útil, porque la economía que describe Keynes y para la que hace sus propuestas de política económica, sencillamente, no existe. Lo siento, pero el mundo es ahora más complejo. Por eso, si Keynes viviera, sostendría una macroeconomía diferente para explicar lo que ocurre y una política económica más sutil que la que propuso. Keynes sería hoy keynesiano, pero un keynesiano "sofisticado". 

Y como ellos, aceptaría que no hay una única "Teoría General" que explique el comportamiento de todas las economías. Estoy seguro de que aceptaría, por ejemplo, que las funciones de consumo dependen, además de la renta, de la forma en que esta renta está distribuida, de variables demográficas, de las posibilidades financieras y de la existencia o no del Estado del Bienestar, por lo que los resultados dinámicos en distintos países son también diferentes. Supongo que aceptaría que la inversión no depende solo de los tipos de interés, sino también, y principalmente, de las expectativas (idea que él dejó incompleta). Y, de igual forma, sostendría que los mercados de trabajo no son clásicos, por lo que todo el paro no es provocado por una ausencia de demanda efectiva, sino que una parte del mismo es debido al exceso de salario sobre la productividad. De igual forma, supongo que no discutiría que el dinero es algo diferente y más complejo que el de su tiempo. Me temo que Keynes, hoy, hablaría con más cuidado del acelerador, sobre todo después de la nueva economía del crecimiento económico, y que tendría en cuenta el sector exterior porque las economías abiertas funcionan de otra forma que las cerradas. Me temo que la macroeconomía moderna tiene que ser más compleja que la de la Teoría General porque las economías también son más complejas que las de entonces. 

Igualmente, estoy seguro que el viejo Keynes coincidiría con los "sofisticados" en que el éxito de las antiguas políticas keynesianas estuvo en que las políticas de expansión fiscal supusieron una inmensa política de redistribución de renta, tanto dentro de las economías (creación de los estados del Bienestar) como a nivel mundial (Plan Marshall a la cabeza), mientras que las políticas monetarias solo facilitaron la expansión. Y es que los keynesianos sofisticados saben que las viejas políticas fueron eficaces porque se aplicaron sobre economías cerradas con bajos niveles de renta y mala distribución. Por eso, un keynesiano sofisticado sabe que la eficacia de estas políticas dentro de economías desarrolladas depende mucho de cómo se articulen, mientras critica que no se le dé la importancia que tiene a la dimensión mundial e internacional de la crisis. De ahí que un keynesiano sofisticado, como el viejo Keynes antes de morir, haga tanto hincapié en que la solución a la crisis es mundial y proponga una política expansiva internacional, de ayuda a los países pobres, porque sabe que parte de la solución de la crisis de las economías desarrolladas sería un gigantesco Plan África-Asia, al tiempo que se hacen reformas estructurales para hacer más flexibles las economías desarrolladas. Unas reformas que hay que diseñar ad hoc para cada economía. 

Para explicar todo esto, se necesitaría una nueva "Teoría General". Pero no tendría éxito, porque ya nadie lee libros, sino blogs de keynesianos ingenuos o de liberales simples. 

24 de noviembre 2009 

martes, 10 de noviembre de 2009

Keynesianos ingenuos y otros (I)

La política económica que se hace depende de la ideología, los valores que se profesen, y del conocimiento que se tenga de economía. Y, normalmente, aun en los ámbitos académicos, se suele manipular el segundo para que no sea incompatible con la primera. En política económica, por desgracia, suele influir más la ideología que el conocimiento empírico o la lógica. De ahí que algunos, no solo los políticos, argumenten con razones absurdas que son un insulto a la inteligencia. Los hay, incluso, que se atreven a dar un discurso semitécnico amparados en los manuales elementales de macroeconomía que estudiaron hace años. 

En este debate, mitad ideológico y mitad técnico, que es desde el que realizan las propuestas de política económica para la opinión pública, se vienen observando dos grandes líneas de propuestas que me atrevo a llamar "keynesianismo ingenuo" y "liberalismo simple", que merecen una seria reflexión. No incluyo el "izquierdismo adolescente" en este nivel, aunque lo apoyen pseudointelectuales, porque sus categorías conceptuales carecen de rigor. 

Los "keynesianos ingenuos" tienen un magnífico discurso. Para salir de la crisis, para volver a la senda de crecimiento, lo que hay que hacer, según ellos, es una fuerte expansión monetaria, acompañada de un fuerte estímulo fiscal con alto crecimiento del gasto público en todos los niveles. Confían en que los multiplicadores de gasto son mayores que los de impuestos (Teorema de Haavelmo) y creen firmemente que el paro se resuelve sin más que mantener durante el tiempo suficiente los estímulos monetarios y fiscales porque es fruto de una baja demanda efectiva (Teorema de Keynes). Todo esto se sintetiza en unas sencillas líneas de política económica: tipos de interés bajos, inversión pública, gasto social, déficit público. Salir de la crisis es, entonces, cuestión de tiempo. 

Este programa, que es el que está aplicando con matices en todo el mundo, tiene, sin embargo, problemas. En primer lugar, la política monetaria, en segundo plano ahora, solo es eficaz si el sistema financiero funciona correctamente, o sea, si existe transmisión monetaria. Por eso, por mucha expansión monetaria que haya (que la está habiendo), mientras no se recupere el sistema y se reequilibren las cuentas financieras de familias y empresas, la política monetaria solo será un instrumento necesario, pero no decisivo, en la recuperación. Por su parte, los multiplicadores de gasto e impuestos no son estables a lo largo del tiempo, ni son indiferentes al componente de gasto o de impuestos sobre el que se haga la expansión. Dicho de otra forma, la eficacia de la política fiscal depende más de qué impuesto se baje o de qué gasto se amplíe que del a priori de uno u otro. Por cierto, que el gasto en infraestructuras, inversión pública, ni resuelve el problema del paro ni hace crecer la economía si no hay inversión en capital humano e inversión privada que la acompañe. En cuanto al mercado de trabajo, hay un hecho empírico y paradójico con él: cuando es flexible (como el americano), el paro que se produce es mayoritariamente keynesiano, es decir, se resuelve con expansión de la demanda; cuando es rígido (como el europeo), el paro es, en parte, clásico, o sea, debido a un exceso de salario sobre la productividad media. Finalmente, los keynesianos ingenuos no son conscientes de que las políticas que proponen son insostenibles a largo plazo porque generan deudas públicas explosivas y tipos de interés altos o inflación, lo que reduce el potencial de crecimiento. 

Lo siento, pero los keynesianos ingenuos invocan una vieja macroeconomía que sirvió para resolver problemas de economías muy diferentes a las globalizadas economías modernas. Me temo que no llegan a comprender, si es que realmente han leído a Keynes, ni el contexto económico ni la inmensa aportación teórica de la Teoría General. Creo que si Keynes viviera reivindicaría una versión más sofisticada y sutil de su pensamiento. Pero la exposición de este keynesianismo sofisticado tendrá que esperar a un próximo artículo. 

10 de noviembre de 2009