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lunes, 28 de febrero de 2005

Financiación andaluza

Uno de los problemas de la opinión pública es que el debate se produce sobre hechos que ya se han realizado o sobre ideas que ya están asentadas. Discutimos sobre cosas que ya han pasado, no sobre las que han de ocurrir. Así, hablamos de las reformas impositivas o sobre los tratados europeos, sobre la reforma de los Estatutos o de la Constitución europea cuando ya se han tomado las decisiones. Unas veces es por opacidad de los poderes públicos en su intento de controlar la agenda política, pero otras, la mayoría de las veces, es porque los ciudadanos no somos conscientes de que los hechos políticos y económicos son el resultado de procesos que maduran con el tiempo. Este control de los temas y esa inconsciencia del tiempo hacen que la opinión pública sólo participe pasivamente en la acción de gobierno. 

En los próximos meses se van a tomar algunas decisiones clave para nuestro futuro político y económico. Y es que, a lo largo de este año, se van a tomar decisiones en Bruselas sobre el Marco Presupuestario de la UE para el periodo 2007-2013, al mismo tiempo que, con la reforma de los Estatutos, empezando por el catalán, se quieren tomar decisiones sobre la financiación de las Comunidades Autónomas. 

Para tomar conciencia de cuánto nos jugamos en estos dos debates que se avecinan basta con tener en cuenta que en Andalucía el peso del Sector Público autonómico andaluz es más del 20% de nuestra renta regional y que somos la región española que más ayudas recibe de Europa. Pero estamos hablando de mucho más que de dinero, estamos hablando al hilo del dinero de las instituciones que van a gobernar nuestra vida en el futuro. 

En el debate europeo están en juego tres cuestiones económicas esenciales: en primer lugar, la cantidad de dinero que cada país miembro ha de aportar, tema en el que hay un grupo de países, liderado por Alemania, que quieren reducir sus aportaciones hasta el 1% del PIB; en segundo lugar, los criterios de asignación de los fondos, cuestión en la que el informe Sapir abría el debate, hace más de un año, sobre la pertinencia de los actuales criterios y sus efectos, y en el que hay una tendencia, por múltiples razones, a reducir los fondos agrarios y los de cohesión; y, finalmente, la cuestión política del reparto por países y regiones, con la derogación del "cheque británico" y la pérdida de subvenciones en los países mediterráneos por el efecto de la ampliación al Este como ejes de la discusión. 

Pero también está en juego la construcción de Europa, pues si priman los intereses económicos y políticos de los Estados en detrimento del conjunto, y se reducen los fondos europeos y se asignan con un criterio de poder entre países, podemos encontrarnos que se dinamita el proceso de ese sueño de un Estado Europeo. 

De que nuestros políticos sean capaces de tener en cuenta los problemas de Europa como conjunto, de que tomen decisiones adecuadas sobre los criterios y de que seamos capaces de negociar a múltiples bandas y con múltiples criterios dependerá lo que recibamos hoy, pero también de lo que hagamos mañana como ciudadanos europeos en el mundo. 

En el debate sobre la financiación autonómica hay también, y además de dinero, mucho de debate político, incluso ideológico. Porque al debatir la financiación autonómica, con ese engendro intelectual de las balanzas fiscales, estamos discutiendo de dinero, sí, pero también de la arquitectura institucional del Estado. Y aquí el debate tiene un fondo ideológico porque algunas de las realidades que sufrimos desde hace tiempo, los regímenes forales, y algunas de las propuestas que se están realizando mal se casan con los principios de igualdad que recoge el artículo 1 de nuestra Constitución, con el de solidaridad del artículo 2 o el de "equilibrio adecuado y justo" al que alude en el 138, y que son pilares básicos de nuestra democracia. 

De que el Gobierno central y nuestro gobierno autonómico no cedan a las presiones nacionalistas, Maragall incluido, depende también lo que recibamos en el futuro, pero más aún, depende la convivencia futura como ciudadanos españoles. 

Mucho nos jugamos como ciudadanos andaluces, españoles y europeos en los próximos meses. Mucho nos jugamos y es bueno que empecemos a reflexionar hoy, en el día de esta nuestra patria pequeña que llamamos Andalucía. Sobre todo porque no nos tengamos que arrepentir de las decisiones que se tomen. 

lunes, 14 de febrero de 2005

Autocríticas

En unos días estamos llamados a las urnas en un referéndum consultivo sobre el Tratado por el que se establece una Constitución para Europa. Y, a pesar del aparente desinterés con el que la ciudadanía se ha tomado esta consulta, hay un debate, relativamente superficial, que es sano que se produzca. La pena es que el debate de fondo que sería entrar en debatir si es necesario construir un Estado federal europeo, para qué y cómo, se está viendo contaminado por pequeñas críticas que, al final, son las que moverán o no a votar en uno u otro sentido a una mayoría. 

Se dice que el texto que vamos a votar tiene una ilegitimidad de base por la forma en la que se ha elaborado. Lo cual es una inmensa inexactitud. Porque los que lo han elaborado, la Convención, son parlamentarios de todos los países de la Unión, elegidos democráticamente. Más aún, en el proceso de elaboración hemos podido cada uno de nosotros, así como organizaciones civiles, participar enviando nuestras sugerencias bien a nuestros representantes, bien a la comisión. Si lo que se entiende por "poco democrático" es que no se ha discutido su articulado en asambleas populares, es cierto que en este sentido no ha sido debatido el texto como lo fue la primera Constitución francesa, pero todos coincidiremos que es poco menos que una quimera irrealizable el hacerlo en un cuerpo electoral como el del conjunto de la UE de 25 miembros. Los que sólo creen que es democrático un proceso directo desconocen muchas dimensiones de lo que es una democracia. 

Se dice que el texto que vamos a votar es sólo un Tratado y no es una constitución, como si así la decisión tuviera menos importancia. Y puede que formalmente los que así argumentan lleven razón. Pero es un Tratado constituyente por tres razones. En primer lugar, porque en el artículo I-7, se dice que "la Unión tendrá personalidad jurídica". En segundo lugar, porque en el texto se regulan las tres cuestiones esenciales que caracterizan cualquier constitución de un estado democrático: la forma política de los instrumentos jurídicos y su obligatoriedad; la definición de ciudadanía y los derechos inherentes a ella; y finalmente, el conjunto de instituciones que regulan la representación de los ciudadanos y el control sobre el poder político. Y, por último, este texto es más que un tratado porque con él cedemos soberanía en algunos aspectos de nuestra vida política para crear un ente supraestatal al que nos obligamos. No sé si será el texto una Constitución, pero creo que se le parece bastante. 

Se dice que el texto contiene un modelo neoliberal de economía y política. Y lo que demuestran lo que esto dicen es que ni han leído este texto, ni saben lo que es el liberalismo. Porque, en primer término, este texto es un instrumento político que regula instituciones políticas que afectan a la economía, como afectarán a otros ámbitos de nuestra vida. Y, porque, en segundo lugar, el texto hace referencia reiteradamente en infinidad de artículos a una "economía social de mercado" y hay un conjunto importante de derechos sociales que se recogen en distintos artículos. Si el texto tiene muchos artículos y hay algunas partes muy detalladas dedicadas a la economía no es porque sea esto más importante, sino porque este es un texto que refunde Tratados anteriores y muchos de ellos sólo tenían en su articulado objetivos económicos. Pero no por eso es menos social. Una política económica saneada y equilibrada es condición sinequanom para la cohesión social y la solidaridad intergeneracional. 

Se dice que esta Constitución no es cristiana, y es cierto que no se escribe en ningún lugar ese adjetivo, pero tampoco en la nuestra de 1978 se escribe, así como en otras muchas, y han sido valores cristianos, como también laicos e ilustrados, los que la han inspirado. 

Se dice que esta constitución consagra la guerra preventiva, y quienes eso dicen no han leído bien el artículo I-41. 

Se dice que... creo que se están diciendo muchas cosas, y es bueno que se digan, mientras se digan sobre el texto que hemos de votar. Pero no se dice que es una clara irresponsabilidad no ir a votar o votar en contra por castigar de alguna forma al gobierno que ha convocado el referéndum o por fastidiar a los franceses. Eso es confundir lo que votamos. Y ahora toca votar por Europa. Y, desde luego, y por muchas otras razones, yo voy a votar sí.