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lunes, 30 de mayo de 2011

Flores de mayo

Si mayo del pasado año fue importante porque en ese mes se reorientó nuestra política económica, este mes de mayo del 2011 será clave para nuestro futuro porque está cambiando radicalmente la situación política. Las consecuencias de las elecciones del 22 de mayo y el nacimiento del movimiento 15-M son dos de los elementos clave del nuevo panorama político nacional que es necesario analizar cuidadosamente. Voy a empezar por este último porque es el más transitorio, dejando para un artículo posterior el análisis de las elecciones del 22 de mayo. 

Los movimientos 15-M son, en mi opinión, más un síntoma del descontento que un desafío real al sistema institucional que tenemos. Porque ni el procedimiento en el que se basan es un procedimiento realmente democrático, ni el resultado de sus deliberaciones, su manifiesto, es algo más que un cúmulo de eslóganes políticos inconexos y, en parte, alejados de los problemas de la ciudadanía. Empecemos por lo evidente. El hecho de concentrarse en la calle o acampar en una plaza pública para protestar y debatir es, además del ejercicio de un derecho constitucional, una forma de protesta y participación política vieja y poco efectiva (salvo excepciones), aunque esté resultando muy mediática. 

Para empezar, es una forma de participación política vieja. Incluso sabemos, cuando se generalizan, hasta dónde pueden llegar. Y basta con hacer un breve análisis histórico. Porque las asambleas de descontentos (indignados, diríamos ahora) tienen un magnífico precedente que los de estas concentraciones deberían estudiar: los soviets. Originariamente, los soviets fueron asambleas de obreros, campesinos y soldados que pacíficamente debatían de política y de reformas y culminaron en la revolución de 1917. Su evolución posterior es conocida. 

Como tampoco es, a pesar de las apariencias, una forma de democracia más pura que la que representativa que tenemos, porque su forma de articulación no lo es más democrática. Y hay numerosos estudios sobre el tema. Realmente la democracia asamblearia no es más democrática que la democracia representativa porque es una forma de formulación de las preferencias colectivas en la que no todos tienen la misma representación. Es cierto, por ejemplo, que el actual sistema de partidos es una poliarquía (en la terminología de Robert Dahl), pero el que pudiera organizarse a través de un sistema de asambleas no es más representativo. 

Más aún, el sistema asambleario, de democracia directa, es terriblemente ineficiente. Porque por ese sistema no es posible articular un discurso político más allá de unos principios generales, con los que es imposible estar en desacuerdo, como los que contiene el primer manifiesto, aunque tiene lagunas inmensas e incomprensibles que espero que subsanen en elaboraciones posteriores. Me temo que el mismo sistema hace imposible ir más allá, pues, ¿alguien cree posible hacer una ley tributaria, un código penal o una ley de educación a partir de asambleas reunidas en plazas?, ¿se podría hacer una ley bancaria o un plan de ordenación urbana a partir de reuniones de democracia directa?, ¿sería posible articular una política económica a partir de votaciones a mano alzada y debates en plan "happening"? 

Lo siento, pero esto del 15-M me parece una fiebre juvenil oportunista y primaveral. Juvenil porque son ellos los principales protagonistas, oportunista porque se ha calculado para una semana antes de las únicas elecciones en España que son fijas, y primaveral porque no veo a los acampados en pleno invierno de Madrid. 

Por todo lo anterior, antes de magnificar la participación directa en la democracia representativa, sería conveniente que se estudiara lo que ha ocurrido en California en los últimos años, pues desde que se aprobó la ley de participación y referéndum solo han aprobado leyes que suponen incremento del gasto público, por lo que hoy una de las economías más ricas del planeta está al borde de la quiebra como Grecia. 

Lo siento, pero gobernar la realidad social es algo más complejo que reunirse y votar. Aunque me encanta que también la generación de jóvenes actuales tenga su happening político que contar en el futuro. 

lunes, 16 de mayo de 2011

Información, anuncios y elecciones

En pleno ciclo electoral, pues esto no se acaba hasta marzo del año que viene, vamos a asistir a una guerra de cifras y de valoraciones económicas que, bajo la apariencia de exactitud y rigor, manipulan a la opinión pública a la vez que la confunden. Por eso, permítanme un artículo no electoral (o muy electoral) sobre las cifras económicas y los informes económicos que ahora nos invaden. La información, ese aumento del conocimiento sobre el mundo que nos permite actuar racionalmente, es clave en economía, como en cualquier actividad humana, porque condiciona lo que hacemos. Cuanta más información relevante tengamos sobre cualquier asunto con más probabilidad tomaremos una mejor decisión. Por eso, con poca información o información incompleta las decisiones son siempre azarosas. Por otra parte, si se quiere condicionar una acción, si se quiere manipularla, basta con condicionar la información que le llega al que tiene que realizarla. De ahí la importancia de los medios de comunicación libres en la democracia y la importancia de la transparencia de los gobiernos. De ahí, también, el interés de todos los gobiernos, incluso la mayoría de los democráticos, en manejar o filtrar la información. 

El manejo de la información es clave para la política y, desde luego, en política económica. Máxime si tenemos en cuenta que la información gobierna las expectativas y que de éstas depende, en no poca medida, el desempeño de la economía. Por eso una parte esencial de la política económica es la gestión de las expectativas a través de lo que llamamos "anuncios". Es decir, una información dada al servicio de un objetivo determinado. Así, si un banco central anuncia, como ha hecho hace poco el Banco Central Europeo, que subirán los tipos de interés, lo más probable es que los tipos suban casi inmediatamente. De igual forma, si todos los agentes coinciden en que la economía está mal, como ha venido ocurriendo con la economía española, la economía se deteriora porque nadie invierte, nadie contrata, nadie consume. Más aún, se puede llegar al extremo de la "pequeña mentira" (little lie) de las empresas americanas que, normalmente, hacen sus previsiones sobreestimando el crecimiento económico en unas décimas porque su economía es muy dependiente de las expectativas. Y lo mismo, pero a la inversa, hacen, por ejemplo, las agencias de calificación y los bancos de inversión que sobreestiman las malas noticias para subir los tipos de interés o la prima de riesgo. 

Incluso las declaraciones de responsables de no pocos organismos oficiales caen en la manipulación informativa cuando hacen valoraciones de datos. Así, el Fondo Monetario Internacional o la Comisión Europea declaran en público que aplauden "las medidas de reforma" de nuestro gobierno, pero en la letra pequeña de sus informes, la que solo los académicos leemos, escriben diplomáticamente que son insuficientes. Esta discrepancia se explica porque lo que se publica y llega a la opinión pública, lo que genera expectativas realmente, son las declaraciones y resúmenes de prensa, y el FMI y a la Comisión, por ejemplo, tienen verdadero interés en que España no tenga que ser rescatada, porque serían estos organismos los que tendrían que poner el dinero del rescate. 

¿A quién creer entonces? La regla general debe ser la respuesta de la siguiente pregunta: ¿gana el que da la información algo con darla? Si gana votos o dinero con la información que da, sospéchese. No es que la información que dé sea, per se, mala, es que puede estar sesgada, por lo que es bueno contrastarla con otras fuentes. Precisamente por eso, confío, por ejemplo, en la información de los organismos oficiales independientes como el INE, en los del Banco de España o en los de los gobiernos democráticos con leyes de transparencia, y no me creo los datos e informes de los bancos comerciales, ni los de los think tank de los partidos políticos. Quizás porque estamos en campaña electoral. O porque me voy haciendo un viejo incrédulo. 

lunes, 2 de mayo de 2011

4.910.200 razones para una reforma

De la Encuesta de Población Activa que se publicó el viernes pasado se pueden comentar muchas cifras. Sin embargo, hay una que sobrecoge. En esta España nuestra, hay 4.910.200 personas paradas. Léase despacio: en España hay cuatro-millones-novecientos-diez-mil-doscientas personas que quieren trabajar y no encuentran empleo. Y eso que hay bastantes que se han desanimado y han salido de la población activa. Sólo en el último trimestre 256.300 personas se han quedado paradas, 2.847 parados más diarios. 

Pasada la primera impresión de la cifra, lo primero que se puede concluir es que nuestro mercado de trabajo funciona mal, terriblemente mal, porque produce paro. No es posible que una economía que ya ha terminado su ajuste en el sector más empleador de los últimos años (la construcción), y que está en tasas de crecimiento del 0,6-0,8%, siga destruyendo empleo como lo está haciendo España. Ya no es sólo que la economía española necesite crecer por encima del 2,5% para crear empleo neto, es que produciendo lo mismo que el año pasado, que eso es lo que significa estancamiento, las empresas españolas dejan de necesitar 250.000 personas en un trimestre. 

¿Qué está pasando? La respuesta es que la crisis española está entrando ya en una "segunda ronda", un segundo círculo vicioso de deterioro (que otro día comentaré), causada por la cobardía y la tardanza en las reformas, empezando por las del mercado laboral. Por eso las reformas de mercado de trabajo, de sistema financiero, de administraciones públicas, de sistema impositivo, de gasto público son ya perentorias. Cuanto más se tarde en hacerlas, más drásticas tendrán que ser. Hoy hay 4.910.200 razones para una reforma radical de nuestra economía. Cada día que pasa hay unos miles de razones más. 

Para empezar, el mercado de trabajo español tiene una legislación y una fiscalidad absurdas. Porque no puede ser razonable una arquitectura jurídica laboral que genera tanto paro y que sólo incumpliéndola genere puestos de trabajo. Nadie en su sano juicio puede considerar que nuestro derecho laboral (laboral puro, sindical y de representación en las empresas, de negociación colectiva, etc.) es razonable cuando en los últimos treinta años ha producido sistemáticamente más paro que ninguna otra regulación laboral de los países desarrollados. No puede ser buena una legislación laboral que discrimina a los jóvenes o que hace que los empresarios prefieran no contratar. Es cierto que nuestro problema de paro no es sólo un problema legislativo de condiciones laborales o de negociación colectiva, también es un problema de costes laborales (empezando por las cotizaciones sociales y siguiendo por la indexación de salarios) y de expectativas de demanda, pero por la misma lógica que hay que replantear y reformar el sistema financiero, hay que reformar, radical y profundamente, nuestra arquitectura laboral. Porque la crisis de paro es un drama personal de casi 5 millones de personas. 

Esta reforma es responsabilidad de nuestros legisladores y de nuestros agentes sociales. Una responsabilidad que han de asumir, so pena de ser unos irresponsables. Porque no pueden ser gente responsable aquellos que, pudiendo reformar las instituciones del mercado de trabajo, no lo hacen porque están en una permanente trifulca de insultos y declaraciones preelectorales, o aquellos otros que llevan meses "negociando" pequeñas reformas parciales, mientras tenemos casi 5 millones de parados. En cualquier democracia decente el Gobierno hubiera dimitido asumiendo su fracaso o la oposición hubiera presentado una moción de censura avanzando propuestas. La economía española necesita, además de otras, una profunda y urgente reforma laboral. Una reforma laboral que modifique la forma de la negociación colectiva y la representación de los trabajadores en la empresa, dé flexibilidad a los contratos, acompase el crecimiento salarial y reduzca los componentes no salariales del coste laboral, elimine la dualidad, etc. Todo ello sin menoscabo de los derechos legítimos de los trabajadores y de los empresarios. Se puede hacer. Hoy hay al menos 4.910.200 razones con nombres y apellidos para que sea ya.