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martes, 23 de agosto de 2016

Burbujitas turísticas

No sólo lo reflejan las estadísticas y las estimaciones que ya se van conociendo, es que lo están sufriendo los que están de veraneo en cualquier sitio: este año es año de record turístico. Con un crecimiento en el número de turistas internacionales del 12% hasta junio, lo que nos llevará a superar los 70 millones de turistas a finales de año, y un crecimiento del turismo interior del 8%, este año 2016 va a ser año de record. Un record que está haciendo que la economía española crezca por encima del 3,2% (el sector aporta casi un tercio de este crecimiento), que se creen casi 440 mil empleos en el sector servicios y que la cuenta corriente de nuestra balanza de pagos sea superavitaria. El turismo vuelve a ser, como ya lo fue en el pasado en todos los momentos críticos la tabla de salvación de la economía española. 

El crecimiento en el número de visitantes exteriores, fundamentalmente europeos (más de 15 millones de británicos, 11 millones de franceses, 10 millones de alemanes, etc.), se debe, no sólo a una mejoría de nuestra competitividad, sino al hundimiento de nuestros principales competidores cercanos por temas de seguridad. Es cierto que la relación calidad-precio de nuestra oferta turística ha mejorado en los últimos años, pero lo realmente significativo para explicar el boom turístico que estamos viviendo es la profunda crisis del turismo en los países de la orilla sur del Mediterráneo. Salvo Marruecos, que se mantiene como destino, Argelia y Libia hace años que dejaron de ser destino turístico de los europeos, como lo están dejando de ser tres potencias como Túnez (turismo de playa muy competitivo), Egipto (una caída de más del 35% en el número de visitantes en los dos últimos años) o Turquía (una caída de más del 10% este pasado año). A eso hay que sumarle, la crisis griega, especialmente frente al turismo alemán, y la debilidad de euro respecto del dólar, lo que ha encarecido a los destinos caribeños y asiáticos. España va a batir records turísticos, pues, por tercer año consecutivo, además de por otros factores, por la percepción de inseguridad y la pérdida de imagen de destinos musulmanes. 

A estos records está contribuyendo también el turismo interior, que no sólo se está reanimando por la superación de la crisis en capas sociales medias, sino porque los españoles están sustituyendo también el turismo exótico por turismo doméstico y por las mismas razones de seguridad, percepción y precios. 

Este crecimiento de la demanda turística está teniendo un correlativo crecimiento de la capacidad instalada. No sólo han mejorado las tasas de utilización de la capacidad previamente instalada por la ampliación del periodo de apertura de muchos establecimientos, lo que ha llevado a la contratación de más personal, sino que, en los dos últimos años, además, se está ampliado la oferta y, este año, se están incrementando los precios. Los empresarios turísticos tradicionales están ampliando con prudencia, pero en un sector en el que la inversión es pequeña en relación con el volumen de facturación, con un periodo de maduración casi inmediato y tan flexible en la contratación se están multiplicando los empresarios rápidamente, lo que hace crecer la oferta y la competencia. 

El sector turístico bate records y anima el crecimiento de la economía española, mejora las tasas de empleo, hace crecer la recaudación, genera expectativas y reactiva la inversión. Pero su crecimiento tiene elementos muy coyunturales, genera empleo temporal y de baja cualificación (los nuevos “jornaleros”), aumenta la ocultación fiscal, está empezando una espiral de crecimiento de precios y está genera un tipo de empresas con muy poca tecnología. Si no fuera porque el turismo es un bien de consumo se diría que estamos a las puertas de una burbuja económica. Como, además, para tomarse unas cañas y unos espetos no hace falta un préstamo, sólo estamos ante unas burbujitas. Unas burbujitas que, desde luego, no hay que inflar. 

22 de agosto 2016 

martes, 9 de agosto de 2016

Telebasura, polibasura

De verdad que no termino de entender a los políticos españoles. Creo que a base de hablarse a sí mismos y de sí mismos viven al margen de la realidad que ellos mismos fabrican. Me temo que están en una especie de programa de telebasura en el que siempre hablan de los mismos y de lo mismo, en el que se fabrican debates impostados y autorreferenciales y cuyo objetivo es rellenar el tiempo. 

Nuestros políticos no paran de darles vueltas a la investidura de un presidente del Gobierno. No se dan cuenta de que esto es condición necesaria, aunque no suficiente, para empezar a hacer política, pues sin Gobierno no hay oposición, no hay iniciativa política, no hay propuestas, porque… no hay Gobierno para ejecutarlas. Y, si esto es así, hoy solo hay dos opciones razonablemente viables: o se favorece la investidura de Rajoy con la abstención del PSOE, o vamos a unas terceras elecciones en las que los escaños del PP subirían por razones casi evidentes, sin que esto beneficie al resto. Es cierto, como dice el señor Sánchez, que “una mayoría no quiere a Rajoy”, pero no es menos cierto que una mayoría mayor no lo quiere a él, y que una mayoría mayor aún no quiere al señor Iglesias y que una mayoría mucho mayor no quiere al señor Rivera. Si la condición para ser presidente en España hubiera sido que una mayoría de los votantes lo quisiera, no hubiéramos tenido ningún presidente. Creo que no son tiempos de impostar la voz en ruedas de prensa, ni de componer el gesto, ni hacer el papel de damisela o cabarellete ofendido, sino de aceptar la pura y simple realidad. Con los números en la mano y siguiendo las reglas de la lógica política, la decisión es muy simple: o Rajoy o elecciones. Rajoy es, así, una condición necesaria para salir del bucle en el que estamos, aunque Rajoy no sea importante en sí mismo, como son irrelevantes los otros líderes políticos que tenemos. 

Y si el tema sobre el presidente es una cuestión casi evidente, el mantra de que los ciudadanos hemos votado “para que” los políticos se pongan de acuerdo es un sinsentido que oculta el hecho evidente de los resultados. Es un sinsentido porque el multipartidismo imperfecto que tenemos no es el fruto de una decisión racional, consciente y estratégica de un ente llamado “ciudadanía”. En absoluto. El multipartidismo imperfecto que tenemos es el resultado de una agregación de votos, sin que necesariamente lo que ha salido sea la preferencia de ninguno de los votantes. Más aún, cada uno de los votantes hubiera preferido una mayoría absoluta del partido al que ha votado, y dudo mucho que el resultado que tenemos sea ni siquiera la segunda preferencia de una mayoría de votantes. Máxime si tenemos en cuenta que muchos votantes votan no a “favor de”, sino “en contra de”. De hecho, el consenso de todos los partidos no sería la segunda preferencia de ningún votante racional, pues siempre habría una coalición de su primera preferencia con otro partido más próximo que sería preferible. El resultado que tenemos no es mejor ni peor que ningún otro, es el que es y no tiene significado en sí mismo, es sólo un hecho que hay que gestionar. Una gestión que implica negociar, no confrontar, no ponerse estupendo. No son tiempos de debates estériles, sino de hacer propuestas para los presupuestos, sobre la posición de España ante el terrorismo yihadista, la financiación autonómica, etc. 

Realmente no termino de entender a los políticos españoles ni la política española. Quizás porque no sé dónde está el entretenimiento en ver a unos señores en un plató hortera, hablando a voces de personas que sólo son importantes porque se habla de ellos en ese programa y que en nada nos afectan en nuestra vida. Quizás por eso me aburre la televisión y empieza a hartarme la política. 

8 de agosto de 2016