Páginas

martes, 4 de mayo de 2010

Grecia (I)

La crisis griega tiene tantos matices y planos que, en mi opinión, es necesario desbrozar el mucho ruido que está teniendo en los medios para hacernos una idea de lo que ocurre y sus implicaciones en nuestro futuro. Porque en la solución de la crisis griega los europeos nos jugamos mucho, como agentes económicos y como ciudadanos. 

La situación de la economía griega es de extrema gravedad. La economía griega tuvo en 2009 unas cifras de infarto: -3,1% de caída del PI B, una inflación del 1,3%, un déficit público del 11,3%, con una deuda pública del 115% del PIB. Solo la tasa de paro, del 9,4%, suponía un punto positivo. Para 2010, la situación se está agravando: la caída del PIB se espera que sea del -5%; la inflación está prevista en el 3,9%, el déficit público tiene una inercia que, sin profundos recortes de gastos y subidas de impuestos, llegaría al 15%, mientras que el paro está subiendo alarmantemente. La deuda pública llegará este año a ser superior al 125% del PIB. 

En esta situación, lo más urgente es controlar la explosiva situación de las finanzas públicas. Con una deuda pública del 125% y unos tipos de interés del 8%, los griegos han de destinar el 10% de su PIB, o sea, el 25% de sus impuestos, a pagar los intereses de la deuda que han acumulado. Dado que tienen, además, un déficit público no financiero del 5%, los griegos han de encontrar la forma de reducir su déficit al 5% máximo, so pena de no salir nunca del estancamiento. Tres líneas básicas de política fiscal son las que van a seguir. La primera es un profundo recorte de los gastos públicos, empezando por las pensiones y los sueldos de los funcionarios. Junto a este recorte de las transferencias y del consumo público, hay un durísimo plan de austeridad que implica la congelación de prácticamente todas las inversiones públicas. En segundo lugar, el Gobierno griego va a hacer un profundo ajuste fiscal con subidas generalizadas de impuestos. Y, finalmente, el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea van a canjear deuda pública griega actual por deuda garantizada de tal forma que los intereses a pagar por los griegos, por la mayor garantía que ahora se aporta, sean mucho menores que aquellos que tendrían si esta ayuda no se produjera. El que tanto el FMI como la UE exijan un duro ajuste fiscal no sólo es para garantizarse el pago, es para reforzar la credibilidad del gobierno griego en las dos primeras líneas de actuación política, lo que reduce, a su vez, el coste de la deuda griega no incluida en la ayuda, generando así un ahorro para los ciudadanos tanto griegos como europeos. El resultado de estas políticas es, indudablemente, un empobrecimiento de los griegos. Y, lo siento, pero no queda más remedio, porque han vivido demasiado tiempo por encima de sus posibilidades, haciendo obras faraónicas (para las olimpiadas, por ejemplo) que no han tenido rentabilidad, consintiendo un alto nivel de fraude fiscal, con derechos crecientes, reivindicaciones crecientes y... una montaña de mentiras sobre sus finanzas públicas que ahora pasan factura. 

Esta situación sería solo un problema griego si Grecia no fuera parte de la Unión Europea y del euro. Porque, al serlo, debilita la situación de todos los demás. Más aún, al ser los europeos, especialmente los bancos alemanes, los principales acreedores del Gobierno griego, la caída de la economía griega puede retrasar la salida de la crisis europea. Además, al no poder expulsar a los griegos de la moneda única, ni hacer una devaluación parcial, Europa se encuentra en una encrucijada política y económica: o da los pasos hacia adelante que la unión monetaria exige, o da el paso atrás de su desintegración. Grecia es la clave. Pero estas implicaciones se merecen un análisis más detallado que será objeto de un próximo artículo. 

4 de mayo de 2010