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lunes, 26 de julio de 2010

Prueba de esfuerzo bancaria

La semana pasada, justo el viernes, se publicaron los resultados de los test de estrés, pruebas de resistencia, de la banca europea y, por supuesto, española. 91 entidades financieras europeas, de las que 27 han sido las españolas, se han sometido a las pruebas de las que una mayoría ha salido airosa. España ha sometido casi el 90% de su sistema financiero al examen, mientras que el resto de economías grandes no ha examinado ni el 50% de sus entidades. Los resultados son muy buenos para el conjunto del sistema financiero español: solo cinco grupos pequeños de cajas no han pasado las pruebas, mientras que nuestros grandes bancos las han superado con holgura. Una buena noticia que es necesario contextualizar para valorarla. 

¿Qué son estas pruebas de resistencia? Sencillamente simulaciones de las ratios básicas del balance de las entidades ante los posibles impactos sobre ellas de malos datos macroeconómicos. Es decir, es responder a preguntas como, por ejemplo, ¿estaría en quiebra el banco tal o la caja cual, y por tanto habría que intervenirlo, si cae el PIB un 3%, caen los precios de los pisos un 28% y, además, el paro aumenta en 5 puntos? ¿Qué pasaría? Sobre los datos reales de la entidad a diciembre de 2009 se han proyectado dos escenarios diferentes, o sea, dos conjuntos de distintas posibilidades. El primero, con una probabilidad media y una cierta dosis de realismo, es el que se ha llamado de referencia: caída moderada de la actividad bancaria por estancamiento de la actividad, incremento de la morosidad por aumento del paro o alargamiento de éste, problemas de déficit público en la mayoría de los países, caída del precio de los pisos de alrededor de un 25%, etc. El segundo, mucho más improbable, es mucho más dramático, pues todas las hipótesis son más negativas. Los resultados proyectados sobre los ejercicios de 2010 y 2011 nos dicen, sencillamente, que las entidades españolas, con la salvedad de cinco pequeños grupos de cajas, soportarían sin problemas de balance estos escenarios, incluso el más improbable. Tenemos, pues, un sistema sólido en su conjunto, algo que ya sabíamos, pero que estas pruebas vienen a corroborar. Para el lector interesado: en la página web del Banco de España se puede leer toda la metodología y los resultados. La importancia de estas pruebas radica en eliminar, al menos en el próximo año, los rumores y tontadas que no pocos analistas internacionales (algunos de ellos de bancos con intereses en publicar malos datos del sistema) y periodistas de medios antes prestigiosos (hoy de la misma altura que la prensa del corazón) han publicado sobre la solvencia del sistema financiero español, lo que redundará en la facilidad para mejorar la financiación de nuestras entidades. De la misma forma, ha sido un buen instrumento para hacer comparaciones con nuestros competidores europeos y alejar algunos fantasmas sobre nuestra economía. 

De cualquier forma, tampoco hay que sacralizar los resultados. Los problemas de financiación de la economía española, como ya escribí hace dos semanas, no están precisamente en nuestro sistema financiero. Como tampoco los problemas de nuestro sistema financiero están en las ratios básicas del balance, especialmente después de las fusiones y de las ayudas públicas del FROB. En absoluto. El problema de nuestro sistema financiero es de exceso de capacidad, de tamaño de algunas entidades, de viabilidad económica de su cuenta de resultados, de sostenibilidad a largo plazo. El problema de nuestro sistema financiero es el de un sistema que no cumple hoy, porque no puede, con su misión básica de financiar el crecimiento de la economía española. 

Quizás la simulación habría que hacerla ahora en otra dirección, es decir, ¿puede soportar la economía española un sistema financiero que solo mantiene buenas ratios de balance, pero que no posibilita financiación? 

Dicho de otra forma, estas pruebas de estrés lo que nos han dicho es que nuestro cardiólogo está, este año, bien; lo que no nos dicen es si pasa consulta. 

martes, 13 de julio de 2010

Deudas españolas

Por las declaraciones de nuestros políticos, los análisis de algunos opinantes y las preguntas que me han hecho mis estudiantes en Alemania, donde se sigue este tema con más interés que en España, creo que hay un cierto desconocimiento sobre la preocupante situación financiera de la economía española. Un desconocimiento que impide un discurso coherente a algunos y una opinión razonable a otros. 

Para empezar digamos que el monto total de deuda bruta, de todos los agentes de la economía española (hogares, empresas no financieras, administraciones públicas y bancos), según datos de diversos organismos internacionales, es de alrededor del 343% del PIB. En porcentaje de PIB, o sea, en términos relativos, es la tercera deuda más grande del mundo, después de la de el Reino Unido y Japón, y muy alejada, por ejemplo, de la de Estados Unidos (290% del PIB) o Alemania (273%). En euros, el cálculo es relativamente fácil si se tiene en cuenta que el PIB español es de alrededor de 1 billón de euros. De ahí podemos deducir que los españoles tenemos deudas por valor de casi 3,5 billones de euros, mientras que la deuda norteamericana es de casi 27 billones de euros. Tenemos una de las deudas más importantes del mundo, aunque, por nuestro tamaño, no sea de las más mayores en términos absolutos. 

Esta deuda se reparte, aproximadamente, de la siguiente forma: las familias deben 85 puntos de los 343; las empresas no financieras, 140; las Administraciones públicas, 55; mientras que la banca tiene deudas de 63 puntos. En términos absolutos, se puede hacer el cálculo de la misma forma que antes. Sobre esta distribución es necesario hacer cuatro comentarios: la deuda de los hogares es demasiado alta; la de las empresas no financieras es excesiva; la deuda del sector público es, aún, relativamente pequeña; y, finalmente, nuestro sistema financiero no plantea problemas de deuda. Por tamaño, el problema no es el sector público, como se ha venido señalando los últimos meses, sino la gran deuda de las familias, lo que impide el crecimiento del consumo, y de las empresas, lo que impide el crecimiento de la inversión. 

Sin embargo, mientras que las deudas de las familias y empresas plantean problemas de tamaño, es el crecimiento de la deuda del sector público lo que nos preocupa por la rapidez con la que se está acumulando. Y debe preocuparnos más porque el crecimiento de la deuda del Estado depende de muy pocos agentes decisores. Dicho de otra forma, que esos 55 puntos se van a convertir en casi 65 solo en este año por las decisiones erróneas de nuestro Gobierno. Y, previsiblemente, crezcan otros 5 o 6 puntos el año que viene, con lo que solo en dos años, nuestros gobiernos (también los autonómicos) serán los responsables del crecimiento global de la deuda en casi 15 puntos. De la deuda de los bancos, lo preocupante no es el tamaño, sino su inmediatez y que está ligada a la de familias y empresas. 

Otro aspecto importante a tener en cuenta es que una parte grande de esta deuda global es deuda externa, especialmente con países europeos. En total les debemos el 172,3% de nuestro PIB, siendo el tercer país del mundo por deuda externa global. Una deuda externa que seguirá creciendo porque ni las familias, ni las empresas, ni el Gobierno ahorran lo suficiente. 

Porque tenemos una deuda total relativa gigantesca, las familias y empresas están muy endeudadas y solo con años se bajará ese nivel de deuda, porque nuestro sector público ha sido muy irresponsable y ha perdido la credibilidad, porque nuestro sistema financiero tiene que hacer un ajuste inevitable y porque necesitamos el ahorro extranjero, es por lo que los mercados, esos "entes diabólicos", nos piden más interés y planes creíbles para prestarnos dinero. Nuestro crecimiento se hizo acumulando deuda. Mientras no la bajemos no volveremos a crecer. Por eso sabemos que la crisis será muy larga. Y esto es lo que hay.