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martes, 20 de abril de 2010

Corrupción

Una de las lacras políticas y económicas más nefastas es, sin duda, la de la corrupción. De hecho, la mera existencia de la corrupción es un problema grave porque supone siempre la vulneración de los derechos de alguien, la materialización de una injusticia. Cuando un político favorece a una determinada empresa o un funcionario da ventaja a un ciudadano sobre otro, no sólo beneficia a unos pocos, es que perjudica con su acción a todos los demás. Las alteraciones corruptas de un plan de ordenación urbana, por ejemplo, enriquecen a unos pocos perjudicando a muchos. Y la costa española está llena de pruebas. La corrupción es, pues y sobre todo, una inmensa injusticia. 

Pero es, también, un problema político porque tiene como consecuencia una permanente desconfianza de los ciudadanos en su administración y en su clase política. Esta pérdida de confianza implica una seria pérdida de legitimidad del sistema, la desafección de los ciudadanos del debate político y de la participación ("¿para qué votar si todos son iguales"?), la pérdida de posibles candidatos que no quieren manchar su imagen (con lo que no siempre se puede escoger entre los mejores), la inestabilidad política y, a la postre, el deterioro de todo el sistema democrático. La correlación entre corrupción e inestabilidad social y política es clara; como lo es entre grado de democracia y transparencia. 

Así mismo, la corrupción tiene, también, y aunque algunos no lo vean, consecuencias económicas, no sólo distributivas. Una administración corrupta es una rémora para el crecimiento porque supone sobrecostes, pérdida de participantes, ineficiencia, etc. La corrupción es, en no pocas ocasiones, una de las causas de pérdida de inversiones por la inseguridad jurídica que genera. La desconfianza en la administración pública es, sin duda, una de las principales causas de atraso económico. 

Las causas de la corrupción son muchas. La ausencia del concepto del servicio público, la pérdida de valores, la permisividad social, etc. Pero, sobre todo, y como con la mayoría de las leyes, la corrupción es fruto de la posibilidad de impunidad. Dicho de otra forma, de los controles que se realicen y de las sanciones que se apliquen. Un sistema que no se controla y/o unas sanciones muy escasas implican un alto nivel de corrupción. Si Roldán sólo ha estado unos años en la cárcel o todo el lío de Marbella se salda con 10 o 12 años de cárcel después de todo el daño causado, la corrupción no sólo no se erradicará, sino que se enquistará permanentemente en nuestros partidos, en nuestra administración, en todo nuestro sistema democrático. 

Teniendo todo esto en cuenta no entiendo la actuación de Mariano Rajoy y del Partido Popular en el caso "Gürtel". Máxime si recuerdo cómo la corrupción, que salpicó al PSOE en los 90, fue una de las causas de la victoria de Aznar. No he seguido con detalle el caso, porque me aburre esa manera de dosificar las noticias que tienen los periódicos, pero tengo claro, al margen de lo que digan después los tribunales, que hubo una mafia empresarial que, a cambio de regalos para algunos y de financiación para el partido, se enriqueció con contratos públicos en los que había sobrecoste. Ante esto, la actuación de Rajoy y de su partido ha sido la de siempre: negar los hechos, desviar la atención, atacar al PSOE, armar un embrollo jurídico, para, finalmente, acusar a la policía con juegos de palabras absurdas. Todo, menos lo que había que hacer: expulsar a los corruptos inmediatamente (Camps, Bárcenas y compañía), colaborar lealmente con la Justicia y rechazar estas prácticas mafiosas. O sea, que me temo que Rajoy ha actuado ante este problema con la misma falta de liderazgo y de ideas que él achaca a Zapatero ante la crisis. Zapatero perdió mi apoyo hace años, Rajoy todavía no lo ha ganado. Y por el camino que va, dudo mucho que lo gane. 

20 de abril de 2010 

martes, 6 de abril de 2010

Reconversión bancaria

Unas de las medidas más urgentes de política económica que ha de tomarse es la reconversión del sistema financiero. Y ha de hacerse porque sin un sistema financiero eficiente no es posible canalizar los flujos de ahorro hacia la inversión y el consumo, y, sin crecimiento de la inversión y del consumo, no se puede crecer y crear empleo. Necesitamos, pues ajustar nuestro sistema financiero, reequilibrando sus balances y mejorando su eficiencia, y hemos de hacerlo ahora porque dentro de unos meses, cuando cambien las condiciones de la política monetaria (que cambiarán poco después del verano en cuanto terminen los ajuste de sistemas financieros que resistieron peor los primeros embates de la crisis), nos encontraremos con que hemos perdido la oportunidad de los impulsos de la política monetaria de bajos tipos de interés y facilidades de financiación al sistema. 

Las razones por las que el sistema financiero español necesita una profunda reconversión es que, aun siendo en su conjunto relativamente fuerte, está muy sobredimensionado, al tiempo que tiene la debilidad de necesitar una fuerte financiación exterior a corto plazo con que recomponer sus balances. Es decir, dado el volumen de actividad que va a tener en los próximos años (nada que ver con la alegría de los años 2004 a 2006), la estrechez de márgenes por los bajos tipos de interés y la ineficiencia de algunas entidades, es necesario reajustar la capacidad productiva. Esta reducción de capacidad productiva, con reducción de costes, es necesaria porque las entidades financieras han de tener beneficios, pues en caso contrario no pueden acceder a la financiación de su pasivo en los mercados financieros. No debemos olvidar, y se suele olvidar, que una institución financiera capta recursos a muy corto plazo (nadie hace un depósito a más de tres años) y los presta a muy largo plazo (las hipotecas son de hasta 50 años), por lo que un banco o una caja siempre necesitan tener la posibilidad de endeudarse. Algo que solo es posible si los agentes tienen la seguridad de que la entidad va a poder hacer frente a los pagos, que tiene beneficios y que sus activos son sólidos. Por eso, un banco o caja no puede tener pérdidas so pena de tener que ser intervenida o quebrada. 

El problema es que, dado que la capacidad productiva de una entidad financiera es el personal, la reconversión bancaria implica, necesariamente, la reducción de oficinas y, correlativamente, la pérdida de puestos de trabajo. Más aún, dado que la eficiencia media de todas las entidades no es la misma, han de desaparecer las menos eficientes. En este sentido, se calcula que el ajuste supondrá, sobre las cifras que había en 2007, el cierre de unas 3.000 oficinas, la pérdida de entre 15.000 y 20.000 puestos de trabajo y la desaparición de alrededor de 15 entidades. Un ajuste que algunas entidades, especialmente los grandes bancos empezaron a hacer hace meses, y que otras, especialmente las cajas que más lo necesitan, ni siquiera han comenzado. 

El retraso en hacer el ajuste ha sido motivado por dos hechos importantes: por una parte, porque se prefirió (en mi opinión, correctamente) aplazarlo para ir diluyendo en varios ejercicios los problemas de balance de las entidades; y, por otra, (en mi opinión, errónea) porque, aunque el Banco de España es el regulador del sistema, las cajas de ahorros, las entidades que deben hacer frente al grueso del ajuste, dependen de las Comunidades Autónomas, y éstas están atrasándolo, por razones políticas, buscando salidas poco lógicas como las "fusiones frías". Lo siento, pero no es posible tener un sistema financiero eficiente que nos ayude a salir de la crisis si no aceptamos ahora su ajuste, exactamente como se ha aceptado el ajuste en otros sectores, empezando por la construcción. 

Algo que también se hizo en los primeros años ochenta. Claro que, entonces, el Banco de España era el Banco de España y no el de una confederación de mini-estados. 

6 de abril de 2010