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lunes, 18 de mayo de 2015

Otra economía es posible

Hace unos días, tuve la suerte de participar en una conversación en la Biblioteca Central, en la que el tema fue si otra economía es posible, una economía en la que fuera posible combinar la libertad con la igualdad, la innovación con la justicia. 

Una economía no es otra cosa que la agregación de todas las acciones que realizamos que tienen que ver con la producción, consumo y acumulación de bienes y servicios. Y, como todas las acciones humanas, están determinadas por un conjunto de informaciones y criterios que nos permiten elegir entre distintas alternativas. De qué información consideremos relevante y de qué criterio de racionalidad aceptemos para tomar las decisiones depende el funcionamiento de la economía. Por eso, otra economía es posible sin más que introducir nuevos indicadores de información y diferentes criterios de racionalidad para nuestra toma de decisiones. 

Por lo general, suponemos, y así lo aceptamos culturalmente, que la información relevante para tomar las decisiones económicas se condensan en una variable simple que llamamos "precio", y que el criterio de producción y de consumo racional es "cuanto más mejor". Somos nosotros los que hemos establecido que el mecanismo más eficiente para disponer de bienes y servicios son los precios, como somos nosotros los que hemos establecido que disponer de más bienes y servicios es mejor que disponer de menos. Y si bien los "precios" son una forma muy eficiente de asignación de los recursos, y el criterio de "cuanto más mejor" es el único lógico cuando se dispone de poca renta, los precios dejan de ser un criterio socialmente eficiente cuando se tienen suficientes bienes y el "más es mejor" deja de ser lógico. 

Para poder tener otra economía, bastaría con introducir nuevos mecanismos de información y nuevos criterios de toma de decisiones. Bastaría, por ejemplo, por considerar, además del precio, un par de mecanismos de información añadidos con sus correspondientes criterios de racionalidad. Imaginemos que en las etiquetas de los bienes se incluyera, además del precio, un número del 0 al 100 que indicara el nivel de derechos sociales en el proceso de fabricación del artículo. Así, cuando estemos comparando dos bienes por sus precios sabríamos que un precio más bajo implica, muchas veces, trabajo infantil o condiciones laborales infrahumanas. Supongamos, además, que fuera obligatorio consignar en la etiqueta un indicador de la huella de carbono o del uso de agua en el proceso de fabricación del bien. Un consumidor racional tomaría entonces sus decisiones no según un criterio de racionalidad simple, el del precio, sino de un criterio múltiple en el que los derechos sociales (el bienestar de otros) y la sostenibilidad medioambiental (el bienestar de las sociedades futuras) también pesarían. Podríamos incluso prohibir como bienes o servicios tóxicos, como hacemos con determinadas composiciones químicas, aquellos bienes que no cumplan un mínimo de índice social o de sostenibilidad. Al igual que los precios son un mecanismo eficiente para producir más barato, los índices sociales y de sostenibilidad serían un mecanismo eficiente para producir de una forma más justa y más sostenible, sin vulnerar los principios de libertad económica y de mercados competitivos. 

Y lo mismo que podemos inventar nuevos indicadores para el consumidor, podríamos inventar nuevos indicadores del desempeño de las empresas (más allá del beneficio o la rentabilidad), como podríamos tener en cuenta variables de igualdad o de sostenibilidad para describir el conjunto de la economía (más allá del crecimiento del PIB, la inflación y la tasa de paro) y, por tanto, condicionar la política económica. Si los votantes juzgáramos una política económica no solo por sus resultados de crecimiento, sino por sus resultados en la mejora de la igualdad o en la sostenibilidad a largo plazo, las políticas económicas serían diferentes. 

Sí, sí es posible otra economía. Como es posible otra política económica. Y no hay que hacer una revolución, ni ser un iconoclasta para conseguirla. Solo reflexionar sobre los fundamentos de la economía que vivimos. 

18 de mayo de 2015 

lunes, 4 de mayo de 2015

Buenas noticias de fondo

Enfadados por el descubrimiento diario de casos de corrupción, abochornados por la insensibilidad europea ante la tragedia del Mediterráneo, consternados por la catástrofe de Nepal y enzarzados ya en la campaña electoral de las municipales, los españoles no prestamos atención a las buenas noticias de nuestra economía. Y no solo porque estamos creciendo, sino porque estamos creando empleo. 

Según los últimos datos del INE, el PIB español creció en el primer trimestre del año un 0,9%, acelerándose su crecimiento desde el trimestre anterior en dos décimas. Es la séptima subida consecutiva trimestral de crecimiento y la primera "racha larga" de crecimiento sostenido desde el inicio de la crisis. En términos anuales, este crecimiento trimestral indica que la economía española está creciendo al ritmo del 2,6% anual, lo que nos lleva a pensar que podemos terminar el año en el entorno del 2,9--3%. Por primera vez desde que se inició la crisis en el 2008, la economía española va a crecer por encima del 2,5%, lo que nos acerca a nuestra tasa de crecimiento potencial. Ahora es cuando se puede decir que la economía española está empezando a salir de la crisis. Aunque hemos de ser cautelosos con estas cifras, pues se producen en un contexto muy favorable para el crecimiento desde el punto de vista macroeconómico. Y es que la economía española está, como casi todas las europeas, bajo el influjo de una política monetaria superexpansiva (tipos de interés primarios casi en el cero), y mantenemos aún una política fiscal muy expansiva con un déficit superior al 5%. Al mismo tiempo, nuestra economía se ve beneficiada por dos circunstancias favorables sobre las que pesan algunos riesgos: por una parte, la debilidad del euro frente al dólar, lo que beneficia nuestras exportaciones (aunque sea más importante que beneficia a las de nuestros principales socios en los mercados mundiales); y, por otra parte, el bajo precio del petróleo, en el entorno de los 65-70 dólares/barril, lo que abarata nuestras importaciones. De cualquier manera, lo importante es que la economía española está creciendo a una tasa cercana a su tasa potencial, que el ritmo se está acelerando (lo que hará menos doloroso el ajuste fiscal), que estamos creciendo en sectores más potentes que en el anterior ciclo (servicios avanzados e industria) y que estamos creando empleo. 

Lo que realmente certifica que estamos saliendo de la crisis son los datos del mercado de trabajo del primer trimestre. Tres son los datos positivos que se encuentran en la EPA publicada el pasado 23 de abril. En primer lugar, que los ocupados han crecido en el último año en 504.200 más, lo que supone que hay 17,4 millones de personas empleadas; en segundo lugar, que los parados han disminuido en -488.700 personas, lo que hace que el volumen total de paro baje de los 5,5 millones y su tasa esté ahora en el 23,77%; y, finalmente, que vuelve a crecer el número de trabajadores con contratos indefinidos, el de autónomos, el empleo en el sector público y en todos los sectores productivos, salvo en agricultura. Crear casi 500.000 empleos con tasas de crecimiento del PIB en el entorno del 2,5% indica que la reforma laboral (incompleta en mi opinión) y la devaluación salarial están dando resultados en términos de empleo, aunque con la contrapartida de menores niveles salariales y una precariedad laboral a la que hemos de acostumbrarnos, pues nunca tuvimos un mercado de trabajo que funcionara realmente (en la mejor época tuvimos hasta 1,7 millones de parados y nunca bajamos del 8% de tasa de paro), ni es posible, en la época de la globalización y del cambio tecnológico que estamos viviendo, aspirar a mercados de trabajo rígidos y estables. 

En medio de las malas noticias que nos llegan desde la esfera de la política, la economía española parece que está generando buenas noticias de fondo. Recemos, aun los no creyentes, para que la política no estropee la economía. 

4 de mayo de 2015