Páginas

lunes, 21 de diciembre de 2015

Economía enferma

Hemos de reconocer que en los últimos meses hemos vivido una vorágine política. Las elecciones de mayo, las catalanas de septiembre, los atentados de París, las elecciones generales de ayer...Casi todo el discurso público ha estado dominado por la política. Mucho ruido político. Las propuestas de reforma de la Constitución, el tema territorial, la corrupción, el debate sobre los debates, etc., de todo eso ha habido tuits y confrontación en las redes y en los platós, aunque escasas propuestas argumentadas y sosegadas. Casi nada se ha hablado de economía, y lo poco que se ha hablado mal y dogmáticamente. Parece como si la economía española estuviera, por aquello de estar creciendo, ya sana, cuando no lo está. 

Es cierto que la economía española está recuperándose, pero aún sigue enferma. Está enferma porque no ha terminado de salir de la crisis, está bajo medicación, y una de sus constantes vitales, el paro, sigue demasiado alto. Es cierto que el punto crítico se ha superado y que hoy crece, que tiene crédito en los mercados internacionales y que está reduciendo el desempleo. Pero no es menos cierto que es una economía que crece porque está bajo los efectos de una medicación fuerte que no puede prescribirse para siempre so pena de generar adicción: una política fiscal expansiva y una política monetaria superexpansiva. Es decir, la economía española crece porque tiene un déficit público de más del 4% y no debe acostumbrarse a crecer así, sencillamente, porque acumularía una deuda pública (ya en el 100% del PIB) insostenible en el largo plazo. Como no puede acostumbrarse a unos estímulos monetarios con tipos de interés cercanos al cero, porque el resultado a largo plazo es o una nueva burbuja por crecimiento de los precios de los activos o inflación. Más aún, la economía española aún no ha definido lo que quiere hacer cuando salga del hospital, pues nadie está pensando ni en sus características esenciales, ni en su composición sectorial de dentro de diez años. Dicho de otro forma, nadie está pensando si queremos una economía exportadora o una economía de crecimiento interno; ni si queremos una economía más equilibrada o tan dependiente de lo público como hasta ahora; ni si vamos a hacer una economía medioambientalmente eficiente, o si queremos una economía más industrial o más turística. Nadie está pensando en el tamaño de nuestras empresas, ni en el grado de competencia en nuestros mercados. De momento, como cualquier enfermo convaleciente, se está dejando llevar, y está aprovechando dos circunstancias para no pensar: no va a hacer ningún esfuerzo en su dieta energética porque el petróleo está barato; como no va a hacer ningún esfuerzo en pensar en el trabajo futuro para cuando salga del hospital porque vive de las rentas turísticas, que obtiene casi sin esfuerzo y son crecientes porque a sus competidores en el Mediterráneo les va mal. 

La economía española sigue enferma y sería bueno que los políticos le dediquen una mayor atención. Eso sí, con mejores fundamentos científicos que los que han demostrado en la campaña electoral, porque ni el paro se cura con un artículo nuevo en la Constitución ya que no es la voluntad política la que genera empleos, sino la capacidad de riesgo de los empresarios cuando invierten; ni el Estado del Bienestar se hace sostenible con un Pacto (aunque sea en Toledo) porque eso no hace crecer la base poblacional ni la productividad de la población ocupada; como no se soluciona el problema de falta de tejido industrial porque Cataluña encuentre un "encaje" con el resto de España. 

Con las elecciones de ayer termina el ciclo electoral español. La legislatura que empieza será muy política porque ha habido un cambio significativo en los actores y porque las circunstancias económicas son menos perentorias. Pero se equivocarían los políticos si no le prestan atención a nuestra convaleciente economía, porque aún necesita cuidados para no recaer, pero, sobre todo, necesita mucho menos ruido. 

21 de diciembre de 2015 

lunes, 7 de diciembre de 2015

Última oportunidad

A pesar de lo que nos digan en esta campaña electoral, lo que nos estamos jugando en la Cumbre del Clima de París es mucho más determinante para nuestro futuro que lo que ocurra en las elecciones del 20-D. Sencillamente porque lo que nos estamos jugando en París es la última oportunidad de hacer algo, o de empezar a hacer algo, ante el desastre ecológico. Como ha dicho el presidente Obama, "somos la última generación que puede parar el cambio climático", la próxima será la primera en sufrir sus consecuencias. 

La cumbre de París se está desarrollando como se esperaba: grandes reuniones, grandes discursos, grandes expectativas, grandes anuncios- para unos objetivos reales tan pobres como los contenidos en el artículo 2 del borrador de acuerdo que se está discutiendo (FCCC/adp/2015/L.6, en www.cop21.gouv.fr). En el borrador que se discutirá esta semana por los ministros se puede leer: "las partes (los países) acuerdan tomar medidas urgentes y mejorar la cooperación y el apoyo para: a) Mantener el incremento de la temperatura media global por debajo de 1,5C (hasta 2ºC) de los niveles preindustriales mediante importantes reducciones de las emisiones de gases invernadero; b) Incrementar sus capacidades para adaptarse a los impactos adversos del cambio climático; c) Seguir una transformación hacia un desarrollo sostenible que fomente sociedades y economías con un clima consolidado y de bajas emisiones de gases de efecto invernadero, sin amenazar la producción y distribución de alimentos". 

O sea, que, en el mejor de los casos, tras los grandes discursos, de lo que se trata no es de intentar salvar la Tierra, sino de que la temperatura global de nuestro planeta no suba más de 1,5-2ºC, y no los 4ºC que se prevén si no se hace nada. No estamos, pues, luchando contra el cambio climático en general, sino intentando limitar uno de los daños que causamos al medioambiente. Nada se está discutiendo del resto de residuos que contaminan el aire, el agua o la tierra. Nada se está diciendo de la contaminación marina por plásticos, de la contaminación de la tierra con metales pesados o de la deforestación. Nada se dice de la pérdida de biodiversidad. Por los documentos que se están manejando en la cumbre, parece que, limitada la emisión de CO2 y otros gases invernadero, la Tierra no tuviera ninguna otra enfermedad. Desde la perspectiva de la Tierra, la cumbre de París es un gran chasco, porque es como si nos conformáramos con una enfermedad crónica. 

Sin embargo, y hay que valorarlo, esta cumbre puede suponer un avance en la lucha medioambiental pues, si se llega a firmar un acuerdo vinculante para todas las partes, se generaría un precedente de derecho internacional, que permitiría llegar a nuevos acuerdos de regulaciones medioambientales en el futuro y, por la lógica jurídica, luchar contra los intereses nacionales y empresariales que impiden avanzar más. El caso norteamericano es paradigmático y esperanzador. Hasta 2008 la doctrina oficial norteamericana era negacionista del cambio climático. En esta cumbre, los norteamericanos, en boca de su presidente, han reconocido su responsabilidad en la producción de los gases producen el calentamiento global. Reconocer la responsabilidad es el primer paso para poder firmar un acuerdo vinculante. Y firmado un acuerdo vinculante, si es ratificado por el Senado, se convierte en ley para los norteamericanos, por lo que pueden legislar para limitar la producción de energía eléctrica a partir del carbón o para aumentar las exigencias medioambientales para los automóviles. Si de esta cumbre saliera, al menos, un acuerdo como ese, no habremos salvado el planeta, pero empezaríamos a tener armas legales para hacerlo. Especialmente para controlar a los grandes culpables, pues una regulación norteamericana, y más si se le suma la europea, obligaría a China y al resto de emergentes a través de requisitos a sus exportaciones. 

De París, vienen, pues, malas y buenas noticias. Todo depende de si se mira desde la perspectiva de la Tierra o desde la más pequeña perspectiva humana. 

7 de diciembre de 2015