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lunes, 7 de diciembre de 2015

Última oportunidad

A pesar de lo que nos digan en esta campaña electoral, lo que nos estamos jugando en la Cumbre del Clima de París es mucho más determinante para nuestro futuro que lo que ocurra en las elecciones del 20-D. Sencillamente porque lo que nos estamos jugando en París es la última oportunidad de hacer algo, o de empezar a hacer algo, ante el desastre ecológico. Como ha dicho el presidente Obama, "somos la última generación que puede parar el cambio climático", la próxima será la primera en sufrir sus consecuencias. 

La cumbre de París se está desarrollando como se esperaba: grandes reuniones, grandes discursos, grandes expectativas, grandes anuncios- para unos objetivos reales tan pobres como los contenidos en el artículo 2 del borrador de acuerdo que se está discutiendo (FCCC/adp/2015/L.6, en www.cop21.gouv.fr). En el borrador que se discutirá esta semana por los ministros se puede leer: "las partes (los países) acuerdan tomar medidas urgentes y mejorar la cooperación y el apoyo para: a) Mantener el incremento de la temperatura media global por debajo de 1,5C (hasta 2ºC) de los niveles preindustriales mediante importantes reducciones de las emisiones de gases invernadero; b) Incrementar sus capacidades para adaptarse a los impactos adversos del cambio climático; c) Seguir una transformación hacia un desarrollo sostenible que fomente sociedades y economías con un clima consolidado y de bajas emisiones de gases de efecto invernadero, sin amenazar la producción y distribución de alimentos". 

O sea, que, en el mejor de los casos, tras los grandes discursos, de lo que se trata no es de intentar salvar la Tierra, sino de que la temperatura global de nuestro planeta no suba más de 1,5-2ºC, y no los 4ºC que se prevén si no se hace nada. No estamos, pues, luchando contra el cambio climático en general, sino intentando limitar uno de los daños que causamos al medioambiente. Nada se está discutiendo del resto de residuos que contaminan el aire, el agua o la tierra. Nada se está diciendo de la contaminación marina por plásticos, de la contaminación de la tierra con metales pesados o de la deforestación. Nada se dice de la pérdida de biodiversidad. Por los documentos que se están manejando en la cumbre, parece que, limitada la emisión de CO2 y otros gases invernadero, la Tierra no tuviera ninguna otra enfermedad. Desde la perspectiva de la Tierra, la cumbre de París es un gran chasco, porque es como si nos conformáramos con una enfermedad crónica. 

Sin embargo, y hay que valorarlo, esta cumbre puede suponer un avance en la lucha medioambiental pues, si se llega a firmar un acuerdo vinculante para todas las partes, se generaría un precedente de derecho internacional, que permitiría llegar a nuevos acuerdos de regulaciones medioambientales en el futuro y, por la lógica jurídica, luchar contra los intereses nacionales y empresariales que impiden avanzar más. El caso norteamericano es paradigmático y esperanzador. Hasta 2008 la doctrina oficial norteamericana era negacionista del cambio climático. En esta cumbre, los norteamericanos, en boca de su presidente, han reconocido su responsabilidad en la producción de los gases producen el calentamiento global. Reconocer la responsabilidad es el primer paso para poder firmar un acuerdo vinculante. Y firmado un acuerdo vinculante, si es ratificado por el Senado, se convierte en ley para los norteamericanos, por lo que pueden legislar para limitar la producción de energía eléctrica a partir del carbón o para aumentar las exigencias medioambientales para los automóviles. Si de esta cumbre saliera, al menos, un acuerdo como ese, no habremos salvado el planeta, pero empezaríamos a tener armas legales para hacerlo. Especialmente para controlar a los grandes culpables, pues una regulación norteamericana, y más si se le suma la europea, obligaría a China y al resto de emergentes a través de requisitos a sus exportaciones. 

De París, vienen, pues, malas y buenas noticias. Todo depende de si se mira desde la perspectiva de la Tierra o desde la más pequeña perspectiva humana. 

7 de diciembre de 2015 

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