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lunes, 28 de enero de 2008

De libro de texto keynesiano

Lo que está pasando en la economía mundial y las políticas económicas que se están aplicando son de libro de texto elemental. Tan claro que nuestros políticos, incluso los recién llegados, en vez de decir tantas tonterías sobre el tema deberían irse unos días a estudiar un par de manuales clásicos. 

Lo que está pasando en la economía norteamericana es sencillo de explicar. En estos días, con el año cerrado, es cuando se ha conocido de una forma aproximada la magnitud de los créditos fallidos en el sistema bancario mundial (seguramente nunca sabremos los daños en la gran banca asiática). Conocida esta cuantía, los bancos han tenido que provisionar estas pérdidas por lo que han caído sus beneficios. Al mismo tiempo, para evitar problemas en el futuro, han reforzado el control de las concesiones de crédito por lo que se han endurecido las condiciones de los préstamos para todos sus clientes. Estos menores beneficios han tenido como efecto la caída de la cotización bursátil de bancos y de los fondos de inversión, al tiempo que también ha caído la cotización de los grandes grupos empresariales, fuertemente endeudados, por lo que las nuevas condiciones suponen para ellos unos mayores costes financieros y unos menores beneficios. Y a menores beneficios esperados, menor cotización. Como, por otra parte, en la economía norteamericana una parte importante de la renta de las familias depende de los resultados de los mercados financieros y de las facilidades de crédito, las expectativas de los beneficios de las empresas para el año próximo han caído ante un esperado menor crecimiento del consumo privado, por lo que se ha visto reforzado el mecanismo de caída de las cotizaciones. 

Para atajar esta situación el Gobierno americano ha actuado intentando evitar la caída de la renta disponible de las familias de tal forma que se rompa el círculo vicioso de las expectativas negativas-cotización-consumo. Para ello ha pactado con la oposición en el Congreso (allí sí funciona la separación de poderes) un paquete de medidas temporales de disminución de los impuestos y de transferencias para mantener la renta familiar disponible y, con ella, el consumo privado. Unas medidas temporales porque aumentan el déficit público, no son sostenibles en el largo plazo por el déficit que ya tiene el Gobierno federal, y porque lo que necesitan los bancos es sencillamente ganar tiempo hasta que vuelvan a tener beneficios una vez saneados sus balances. Por su parte, la Reserva Federal ha puesto a disposición de los bancos, y a través de ellos a las empresas, una ingente cantidad de fondos a un bajo tipo de interés de tal forma que el saneamiento les cueste menos, al tiempo que las empresas no tienen que hacer frente a unos tipos de interés mucho más altos. Con estas medidas deberían estabilizarse las expectativas de crecimiento, alejando el fantasma de la recesión, aunque aceptando una tasa de crecimiento menor que en los años pasados, mientras se gana tiempo para abordar, ya en el año próximo y con una nueva Administración, unas medidas más profundas de reforma de la economía americana. 

En la práctica, el presidente Bush y el presidente de la Reserva Federal Bernanke han aplicado las viejas recetas de Keynes (expansión fiscal y expansión monetaria) que tan buen resultado dieron en las crisis de los 30, los 70, en las de 1991 y en las de 2001. Unas viejas recetas que Bernanke conoce bien porque es un reputado experto en la Depresión del 29. Lo bueno de ellas es que hacen más improbable esa debacle que muchos agoreros vaticinan. Lo malo es que estas recetas funcionan solo por un tiempo y tienen como efectos secundarios inflación y deuda pública. Y ambos se pagan con el tiempo. Aunque "a largo plazo, todos calvos", Keynes dixit. 

28 de enero de 2008 

lunes, 14 de enero de 2008

4 razones para mirar a África

Hace un mes, los días 8 y 9 de diciembre, se reunieron en Lisboa los jefes de Estado y de Gobierno (más algún ministro de Asuntos Exteriores) de 53 países africanos y de los 27 países de la Unión Europea. Los objetivos políticos de esta cumbre estaban claros: por parte de África hacer valer su potencial en materias primas, mientras que, por parte de la Unión Europea, se trataba de renovar el interés de la vieja Europa colonial en el desarrollo africano. 

Las razones del interés de Europa en África son múltiples. En primer lugar, por la inmensa riqueza mineral africana y por la competencia que China nos hace por estos minerales. El subsuelo del continente africano es uno de los pocos lugares del planeta en el que se concentran los 12+1 minerales que la tecnología industrial actual considera imprescindibles para su funcionamiento. Doce minerales, más petróleo, que son esenciales para nuestras economías. El problema es que, ahora, China, en pleno desarrollo industrial, también necesita de estos minerales, por lo que hay una fuerte competencia por ellos, lo que aumenta el precio, las posibilidades de conflicto y las necesidades de cooperación. Curiosamente, esta situación, que puede suponer una oportunidad de crecimiento para muchos países africanos, puede suponer también un problema para sus sociedades, porque para los gobiernos africanos, muy corruptos muchos de ellos, China supone un socio más aceptable que Occidente por varias razones: no fue potencia colonial (por lo que la población no aprende a afirmar su nacionalidad frente a ellos); no pregunta por temas de derechos humanos; no manda periodistas ni cooperantes incómodos; y, finalmente, las condiciones de trabajo que impone son ligeramente mejores que las de las compañías occidentales. Más aún, los chinos son pragmáticos, no cambian de política cada cierto tiempo y son muy discretos. Europa tiene, pues, un renovado interés en África porque otras potencias están compitiendo con ella por los minerales africanos. 

Pero hay una segunda razón por la que Europa se está interesando ahora por África. Y que son escandalosas las condiciones en las que se produce la emigración de los africanos, tanto magrebíes como subsaharianos, hacia Europa. Aunque en el cómputo global de la inmigración hacia Europa solo suponen entre un 25 y un 30% de los inmigrantes (algo más para el caso de España), el flujo de inmigración africana es imparable y las personas que vienen son las que socialmente tienen una integración más difícil y costosa, tanto para ellos como para las sociedades europeas, por las barreras y diferencias raciales, culturales, formativas y religiosas. Un medio para ordenar esta emigración, que no solo desangra hoy a África sino que la condena a la inviabilidad futura, es el desarrollo africano aprovechando su potencial de crecimiento. 

Hay, además, una tercera oscura razón para que Europa se interese por África. Y es que los países subsaharianos son la frontera sur del mundo musulmán y eso, desde un punto de vista geoestratégico, es crucial si se llega a percibir a los países de la ribera sur del Mediterráneo como potenciales enemigos. 

Finalmente, hay una cuarta razón. La última y, para mí, la mayor, para que Europa se vuelque en el desarrollo de África. Esta razón es que moralmente se lo debemos. Tanto porque en el pasado los europeos (y no solo nosotros) destrozamos el continente, como porque hoy son los más pobres entre los pobres de la tierra. 

El problema, como siempre, es que, a pesar de todas estas buenas razones, nuestros gobiernos son más dados a la retórica de las Cumbres que a las acciones efectivas. Un problema que se agrava porque los problemas de África son demasiado complejos para gente tan simple como la que nos gobierna. 

14 de enero de 2008