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lunes, 14 de enero de 2008

4 razones para mirar a África

Hace un mes, los días 8 y 9 de diciembre, se reunieron en Lisboa los jefes de Estado y de Gobierno (más algún ministro de Asuntos Exteriores) de 53 países africanos y de los 27 países de la Unión Europea. Los objetivos políticos de esta cumbre estaban claros: por parte de África hacer valer su potencial en materias primas, mientras que, por parte de la Unión Europea, se trataba de renovar el interés de la vieja Europa colonial en el desarrollo africano. 

Las razones del interés de Europa en África son múltiples. En primer lugar, por la inmensa riqueza mineral africana y por la competencia que China nos hace por estos minerales. El subsuelo del continente africano es uno de los pocos lugares del planeta en el que se concentran los 12+1 minerales que la tecnología industrial actual considera imprescindibles para su funcionamiento. Doce minerales, más petróleo, que son esenciales para nuestras economías. El problema es que, ahora, China, en pleno desarrollo industrial, también necesita de estos minerales, por lo que hay una fuerte competencia por ellos, lo que aumenta el precio, las posibilidades de conflicto y las necesidades de cooperación. Curiosamente, esta situación, que puede suponer una oportunidad de crecimiento para muchos países africanos, puede suponer también un problema para sus sociedades, porque para los gobiernos africanos, muy corruptos muchos de ellos, China supone un socio más aceptable que Occidente por varias razones: no fue potencia colonial (por lo que la población no aprende a afirmar su nacionalidad frente a ellos); no pregunta por temas de derechos humanos; no manda periodistas ni cooperantes incómodos; y, finalmente, las condiciones de trabajo que impone son ligeramente mejores que las de las compañías occidentales. Más aún, los chinos son pragmáticos, no cambian de política cada cierto tiempo y son muy discretos. Europa tiene, pues, un renovado interés en África porque otras potencias están compitiendo con ella por los minerales africanos. 

Pero hay una segunda razón por la que Europa se está interesando ahora por África. Y que son escandalosas las condiciones en las que se produce la emigración de los africanos, tanto magrebíes como subsaharianos, hacia Europa. Aunque en el cómputo global de la inmigración hacia Europa solo suponen entre un 25 y un 30% de los inmigrantes (algo más para el caso de España), el flujo de inmigración africana es imparable y las personas que vienen son las que socialmente tienen una integración más difícil y costosa, tanto para ellos como para las sociedades europeas, por las barreras y diferencias raciales, culturales, formativas y religiosas. Un medio para ordenar esta emigración, que no solo desangra hoy a África sino que la condena a la inviabilidad futura, es el desarrollo africano aprovechando su potencial de crecimiento. 

Hay, además, una tercera oscura razón para que Europa se interese por África. Y es que los países subsaharianos son la frontera sur del mundo musulmán y eso, desde un punto de vista geoestratégico, es crucial si se llega a percibir a los países de la ribera sur del Mediterráneo como potenciales enemigos. 

Finalmente, hay una cuarta razón. La última y, para mí, la mayor, para que Europa se vuelque en el desarrollo de África. Esta razón es que moralmente se lo debemos. Tanto porque en el pasado los europeos (y no solo nosotros) destrozamos el continente, como porque hoy son los más pobres entre los pobres de la tierra. 

El problema, como siempre, es que, a pesar de todas estas buenas razones, nuestros gobiernos son más dados a la retórica de las Cumbres que a las acciones efectivas. Un problema que se agrava porque los problemas de África son demasiado complejos para gente tan simple como la que nos gobierna. 

14 de enero de 2008 

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