Páginas

martes, 24 de septiembre de 2013

Sin anestesia

Seamos realistas y digamos las cosas sin anestesia. El paro es una realidad que afecta a 6 millones de personas en España. Tenemos 1,8 millones de familias con todos sus miembros en paro. La tasa de paro es del 26,3%. Estos son los hechos. 

En perspectiva histórica es la cantidad de parados más alta que jamás haya tenido la economía española, y la tasa de paro más alta desde que hay registros y estudios de paro en nuestro país. Y si tomamos una perspectiva comparada, la situación adquiere unas sombras para una reflexión más profunda: España, con solo el 9% de la población de la Unión Europea, concentra el 31,5% del total del paro europeo. Ni siquiera Grecia, con una caída del PIB en los tres últimos años de casi el 30% llega a tener la tasa de paro española. 

Y si traducimos estos números a nuestra comunidad autónoma las proporciones se multiplican: Andalucía, con una población de solo 8,4 millones de personas, tiene 1,4 millones de parados, lo que supone una tasa de paro del 35,79%. Para hacernos una idea de las diferencias con Europa, Alemania tiene una población 10 veces más grande que Andalucía y solo tiene 2,3 millones de parados. 

Esta es la verdadera medida de la crisis porque este es el verdadero problema de nuestra economía y nuestra sociedad. Posiblemente estemos ahora saliendo de la recesión en la que estábamos, con tasas de crecimiento positivo en unas décimas (en gran medida fruto de una magnífica temporada turística) y es más que probable que el año que viene crezca el PIB alrededor del 1%. Es cierto que tenemos balanza de pagos positiva y estamos pagando lentamente nuestra deuda exterior. Como es cierto que se ha frenado la destrucción de empleo. Como es cierto que la prima de riesgo está en niveles soportables. 

Siendo todo esto cierto, que lo es, no es cierto que estemos saliendo de la crisis. Porque lo único que muestran estos indicadores es que el duro ajuste salarial y el de productividad (por los sobredespidos) que está sufriendo la economía española están haciendo que ganemos competitividad, lo que mantiene la demanda exterior porque la demanda interior está estancada, que empieza a ser creíble la situación de nuestros bancos y se han alejado los fantasmas de la quiebra del euro. Nada más. 

Lo siento, pero los indicadores no muestran que estemos saliendo de la crisis, sino que nuestra dramática situación no empeorará. Y no muestran que estemos saliendo de la crisis porque la verdadera salida de la crisis será cuando empecemos a crear empleo estable de forma sostenida a un ritmo de 300.000 al año (y no 31 empleos netos por causas estacionales), cuando bajemos de los 5 millones de parados, cuando la cifra de hogares con todos sus miembros en paro baje de 1 millón, cuando no estemos haciendo permanentes ajustes salariales. No estaremos en crisis cuando estemos creciendo al 3% con los equilibrios básicos de inflación y balanza de pagos equilibrados. No estaremos en crisis cuando tengamos medio millón de empresas más y la inversión vuelva a tasas positivas de crecimiento. No estaremos en crisis cuando empiece a bajar la deuda pública y no tengamos un déficit público del 7% y hayamos dimensionado el sector público a lo que realmente debe ser. 

Y para llegar a esta situación falta mucho, mucho más esfuerzo, mucha y mejor política económica. Hay que hacer mucho más que unas "reformitas" parciales o inacabadas, lanzar las campanas al vuelo de cada dato que no empeora, protestar en Bruselas, echarle la culpa a Alemania y esperar a que escampe. 

Lo siento, siento de veras ser un aguafiestas y no poder decir que estamos saliendo de la crisis. Pero la realidad de la economía española es la que es y es mi obligación de economista honrado contarla. Lo demás son politiquerías y no están los tiempos para ellas. 

lunes, 9 de septiembre de 2013

Paro y fractura social

Seis años de crisis están cambiando profundamente la economía y la sociedad española. Cambios que son tanto más grandes y problemáticos por impensables hace sólo cuatro o cinco años. Y lo curioso es que casi nada ha cambiado en la política española. Las mismas caras, los mismos debates. La sociedad española está cambiando y se precipita en una crisis social. 

La economía española ha cambiado profundamente. De una tasa de crecimiento de casi el 4% estamos pasando por la segunda recesión y nos conformamos con crecer al 1%. Los equilibrios de mercados, inflación y saldo exterior, en el entorno de la estabilidad. Los de sector público, disparados, con una deuda del 90% y creciendo y un déficit a duras penas controlado al 7%, a pesar de subidas de impuestos y recortes en los gastos. Y lo que lo cambia todo: una dramática tasa de paro del 26,3% con más de 6 millones de personas que buscan empleo. La economía española de 2013 es muy diferente, no sólo sectorialmente (ya casi no queda construcción), sino en su propia dinámica y funcionamiento, a la de 2008, antes de la quiebra de Lehman Brothers, en gran medida porque tiene una cifra de paro insostenible. 

En paralelo a estos cambios los cambios en la sociedad española. Demográficamente no crecemos, no sólo porque se haya frenado la inmigración y haya una incipiente emigración, sino porque se han desplomado los nacimientos. Se aceptan con normalidad (aunque no por algunos) nuevas formas de familia. Nos hemos secularizado hasta límites impensables hace una década, y se acepta con relativa calma la diferencia. Los españoles nos hemos vuelto escépticos y acomodados, no sé si por una cínica reflexión, por edad o por simple pasividad. Tan escépticos y acomodados que contemplamos con una asombrosa pasividad y conformismo la cifra de paro y a la fractura social que está produciendo. Porque el paro, ese 26,3% de tasa de paro, que en algunas zonas sobrepasa el 30%, está poniendo en peligro nuestra cohesión social y está provocando fisuras sociales que pueden derivar en una verdadera fractura. Una fractura social peligrosa, muy peligrosa en un contexto de desprestigio de la política y de las instituciones de participación social. 

6 millones de parados; 1,8 millones de familias con todos sus miembros en paro; 3,5 millones de parados de larga; 1,7 millones de jóvenes en paro... son suficiente causa de fractura social porque nada redistribuye más renta que el mercado de trabajo, ni nada produce más desigualdad ni divide socialmente más que el paro. Porque el paro no sólo produce pérdida de renta, es que también deteriora las condiciones de salud del parado, disminuye su autoestima, lo empuja al ocultamiento social, a la disminución de la participación, a la marginación. Y con todo esto, el deterioro de las condiciones de vida de la familia, empezando por los más vulnerables. El paro es un drama social. Un drama social que, además, estratifica la sociedad porque afecta más a las capas más pobres. Un drama social porque produce capas sociales que no se mezclan, que se reproducen a sí mismas, que impiden la dinámica social. Y con ella la polarización, la pérdida de esa clase media que articula la convivencia. 

La crisis no sólo es económica, estamos empezando a vivir una crisis social que puede ser mucho más grave y difícil de resolver. Una crisis social provocada por una incipiente fractura social que si no se hace más grande es porque aún se mantiene en pie nuestro Estado del bienestar, porque la solidaridad familiar aguanta ese 26,3% de paro, porque Cáritas y otras organizaciones sociales palian los casos más extremos. 

Creo que es en esto, en reactivar la economía y evitar la fractura social, en lo que tendrían que estar ocupados nuestros políticos y, con ellos toda la sociedad, porque lo que nos jugamos se llama convivencia y es la esencia de la vida en comunidad.