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lunes, 16 de mayo de 2011

Información, anuncios y elecciones

En pleno ciclo electoral, pues esto no se acaba hasta marzo del año que viene, vamos a asistir a una guerra de cifras y de valoraciones económicas que, bajo la apariencia de exactitud y rigor, manipulan a la opinión pública a la vez que la confunden. Por eso, permítanme un artículo no electoral (o muy electoral) sobre las cifras económicas y los informes económicos que ahora nos invaden. La información, ese aumento del conocimiento sobre el mundo que nos permite actuar racionalmente, es clave en economía, como en cualquier actividad humana, porque condiciona lo que hacemos. Cuanta más información relevante tengamos sobre cualquier asunto con más probabilidad tomaremos una mejor decisión. Por eso, con poca información o información incompleta las decisiones son siempre azarosas. Por otra parte, si se quiere condicionar una acción, si se quiere manipularla, basta con condicionar la información que le llega al que tiene que realizarla. De ahí la importancia de los medios de comunicación libres en la democracia y la importancia de la transparencia de los gobiernos. De ahí, también, el interés de todos los gobiernos, incluso la mayoría de los democráticos, en manejar o filtrar la información. 

El manejo de la información es clave para la política y, desde luego, en política económica. Máxime si tenemos en cuenta que la información gobierna las expectativas y que de éstas depende, en no poca medida, el desempeño de la economía. Por eso una parte esencial de la política económica es la gestión de las expectativas a través de lo que llamamos "anuncios". Es decir, una información dada al servicio de un objetivo determinado. Así, si un banco central anuncia, como ha hecho hace poco el Banco Central Europeo, que subirán los tipos de interés, lo más probable es que los tipos suban casi inmediatamente. De igual forma, si todos los agentes coinciden en que la economía está mal, como ha venido ocurriendo con la economía española, la economía se deteriora porque nadie invierte, nadie contrata, nadie consume. Más aún, se puede llegar al extremo de la "pequeña mentira" (little lie) de las empresas americanas que, normalmente, hacen sus previsiones sobreestimando el crecimiento económico en unas décimas porque su economía es muy dependiente de las expectativas. Y lo mismo, pero a la inversa, hacen, por ejemplo, las agencias de calificación y los bancos de inversión que sobreestiman las malas noticias para subir los tipos de interés o la prima de riesgo. 

Incluso las declaraciones de responsables de no pocos organismos oficiales caen en la manipulación informativa cuando hacen valoraciones de datos. Así, el Fondo Monetario Internacional o la Comisión Europea declaran en público que aplauden "las medidas de reforma" de nuestro gobierno, pero en la letra pequeña de sus informes, la que solo los académicos leemos, escriben diplomáticamente que son insuficientes. Esta discrepancia se explica porque lo que se publica y llega a la opinión pública, lo que genera expectativas realmente, son las declaraciones y resúmenes de prensa, y el FMI y a la Comisión, por ejemplo, tienen verdadero interés en que España no tenga que ser rescatada, porque serían estos organismos los que tendrían que poner el dinero del rescate. 

¿A quién creer entonces? La regla general debe ser la respuesta de la siguiente pregunta: ¿gana el que da la información algo con darla? Si gana votos o dinero con la información que da, sospéchese. No es que la información que dé sea, per se, mala, es que puede estar sesgada, por lo que es bueno contrastarla con otras fuentes. Precisamente por eso, confío, por ejemplo, en la información de los organismos oficiales independientes como el INE, en los del Banco de España o en los de los gobiernos democráticos con leyes de transparencia, y no me creo los datos e informes de los bancos comerciales, ni los de los think tank de los partidos políticos. Quizás porque estamos en campaña electoral. O porque me voy haciendo un viejo incrédulo. 

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