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lunes, 8 de junio de 2009

Política y crisis

Por las crisis anteriores sabemos que la tardanza en tomar las medidas necesarias para adaptar la estructura productiva alarga la situación y hace más costosa, en paro, renta y tiempo, la salida. O sea, que cuanto más se tarde en abordar las reformas que necesitamos, más duro será el ajuste. ¿Por qué, entonces, ni el Gobierno, ni la oposición, parecen que tienen el más mínimo interés en hacer o proponer estas reformas? ¿Por qué no son posibles hoy unos nuevos Pactos de la Moncloa? La respuesta está en la política, en sus intereses electorales. 

El Gobierno conoce las reformas que habría que hacer. Sabe que tiene que hacer una profunda reforma laboral; que hay que ordenar el gasto y reducir competencias de las autonomías que rompen la unidad del mercado; que hay que modificar el sistema impositivo y hacer una reestructuración bancaria. Pero va a intentar aplazar todas estas medidas porque la reforma laboral le llevaría a enfrentarse a los sindicatos, perdiendo parte de sus votos de la izquierda obrerista, dándole algún fuelle a la exhausta IU. Tampoco va a reordenar las competencias y el gasto de las autonomías porque tendría que reconocer el fracaso de la política autonómica anterior, y perdería el voto filonacionalista de muchas regiones, especialmente en Cataluña, dándole una oportunidad a CiU en el año 10. Propondrá, como ya ha hecho, soluciones fiscales parciales que le vayan compensando las pérdidas de votos que le produce la evolución de la crisis, y, eso sí, hará una inevitable reestructuración bancaria con mucho dinero público para minimizar el coste político. Intentará pasar así este año y negociar concesiones en los presupuestos para el año que viene. En el año 2010 espera no tener que hacer ninguna reforma porque intentará capitalizar en votos algún éxito de política exterior en la presidencia europea del primer semestre, y porque confía, ilusamente, que la esperada recuperación americana, prevista para inicios de año, recupere nuestras tasas de crecimiento en la segunda mitad de ese año. Con estos "brotes verdes" , y contando con las clásicas torpezas del PP, esperan no perder las elecciones catalanas de finales del año 10, para intentar el empate en las municipales del año 11 y jugarse las elecciones generales del año 12 en la campaña. De hecho, si ganan las catalanas y logran casi empatar en las municipales, es muy probable que convoquen elecciones para el otoño del año 11. El PP, por su parte, tampoco va a proponer nada importante por parecidas razones que el Gobierno. No puede hablar de reforma laboral porque quiere rentabilizar el descontento que provoca el paro. Como tampoco quiere ahondar en el tema autonómico, porque quiere poder hablar con los nacionalistas, ahora que están enfrentados al PSOE. Tampoco pueden proponer una reforma fiscal profunda porque les llevaría a reconocer sus errores del pasado y a perder parte del voto de las clases medias-altas. 

El PP cree, con razón, que la crisis será larga y que el Gobierno se presentará a las municipales del año 11, con no menos de 3,5 millones de parados, muchos de ellos sin prestaciones, lo que podría llevarles de nuevo al poder en las siguientes elecciones. 

Ninguno, pues, de los dos grandes partidos, tiene ningún incentivo para poner en marcha una política económica de reformas. Ambos nos venderán retórica reformista, pero la nada más absoluta. Más aún, tampoco tienen ningún interés en un pacto: el PSOE porque perdería votos por la izquierda, el PP porque no se fía y sabe que Zapatero rentabilizaría mejor su mera firma. 

Esta vez los españoles hemos tenido mala suerte: tenemos la peor situación política posible, con dos partidos casi empatados, muy polarizados y sin puentes entre ellos. Por eso, creo que la crisis será más larga y costosa de lo que debiera de ser. Aunque, esta vez y sin que sirva de precedente, me gustaría mucho equivocarme. 

8 de junio de 2009 

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