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lunes, 7 de agosto de 2006

La diversidad española

Este último mes de julio he estado dando un curso sobre comunidades autónomas en una universidad alemana. Un curso en el que los alumnos, además de estudiar los fundamentos jurídicos y políticos de nuestro Estado de las Autonomías, han de estudiar su diversidad geográfica, económica y política. Un curso éste que solo es posible en las flexibles universidades centroeuropeas y es impensable en las nuestras. 

En una de las últimas sesiones, uno de los alumnos, Sebastian Jacobs, me hizo una pregunta que me ha suscitado no pocas reflexiones en los últimos días. ¿Diría usted, me preguntó, que España es más diversa que Alemania? Porque para los nativos de un país es un hecho que el suyo les parece más diverso. Y eso es lógico porque conocemos mejor aquello que podemos distinguir más nítidamente. De ahí que conocer bien un país, especialmente si es tan rico culturalmente como cualquiera de los dos que consideramos, implique hacerse una idea de sus diferentes partes, de las diferencias entre las distintas comunidades que lo pueblan. 

Mi primera respuesta ante una pregunta tan elaborada fue un "no lo sé". Y es que, en primer lugar, para poder hacer una comparación intersubjetivamente convincente es necesario conocer con similar profundidad las dos culturas que comparamos, y yo, a pesar de mis diez años de cursos en Alemania, conozco mejor la cultura española. Y, en segundo lugar, para poder decir que dos cosas son diferentes tendríamos que ponernos respecto a qué términos hacemos la comparación. Porque es evidente que geográficamente, en cuanto al medio físico, hay una mayor diversidad en España que en Alemania, por la sencilla razón de que hay una mayor diferencia entre la España verde del País Vasco y la España desértica de Almería o Lanzarote o porque eso que llamamos España tiene una parte de su territorio en África. Y lo mismo ocurre en aspectos culturales porque, a pesar de los dialectos alemanes (hay una inmensa diferencia entre el bávaro y el alemán estándar), ellos no tienen lenguas tan dispares como el euskera y el castellano. En lo que no estoy seguro es de que los españoles seamos, en nuestro comportamiento y en nuestro pensamiento, tan diversos como ellos, porque los españoles tenemos, en realidad, muchos rasgos comunes que nos homogenizan. 

Pero al margen de esto, Alemania, a pesar de toda esa diversidad que sorprende al que la disfruta y vive, a pesar de las diferencias entre los Alpes y los canales de Hamburgo, entre el padre Rhin y "la" Danubio, entre el rico Oeste y el pobre Este, entre la católica y conservadora sociedad rural de la Baviera y la urbana y protestante de Berlín, entre los obreros industriales del Ruhr y los ejecutivos de Frankfort o entre las fiestas de cerveza en el sur y las del vino en el oeste, a pesar de todo Alemania es menos diversa que España porque los alemanes, desde antes de que se unificara en 1870, subrayan lo que les une, tienen instituciones (por ejemplo las universidades) y hacen proyectos de cooperación que les hacen conocerse y trabajar juntos, sin que nadie renuncie a su idiosincrasia. Y eso que una parte importante de la historia alemana fue una historia de guerras entre ellos. Por el contrario, los españoles llevamos años, especialmente en los últimos, subrayando lo que nos separa, construyendo instituciones exclusivistas y redundantes, compitiendo en el exterior unos con otros, mostrándonos profundamente insolidarios. Y eso que nosotros tenemos una larga historia de éxitos comunes y de sufrimientos comunes y hace mucho tiempo que no ha habido una guerra entre territorios en España. 

No sé, realmente, cuál de los dos países es más diverso hoy, pero sí sé cual de los dos será más diverso en una generación. Y es que, así que pasen veinte años, España será tan diversa que posiblemente esa diversidad, conscientemente subrayada, tendrá un resultado que no deseamos: que no tengamos sujeto que comparar con Alemania. 

7 de agosto de 2006 

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