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lunes, 12 de marzo de 2007

Peticiones electorales

Cuando se acerca el periodo electoral empiezan a aflorar peticiones y demandas sociales de lo más variopintas. Ante ellas, los presuntos candidatos responden con promesas y declaraciones que las recogen, cuando no proponen algo más atrevido. Todo ello sin que, en muchos casos, se haya hecho un análisis de lo razonable o no de la petición y, sin que, desde luego, en el caso de que la petición sea inconveniente, nadie se atreva a decir que lo es. Y es que para que una petición sea atendida no tiene que ser razonable, basta con que sea una petición "histórica" o que sea importante para un grupo de electores como para hacer de ese tema el punto central de su decisión a la hora de votar. Más aún, cuanto más simple sea la petición, mejor es aceptada. 

Posiblemente, de todas las peticiones y promesas que se hacen en precampaña electoral, las de infraestructuras viarias sean las más vistosas. No sé si por la pasión que los españoles tenemos por el cemento, por ese interés de dejar huellas que duren más que una vida o porque somos poco imaginativos, el hecho es que es iniciarse una campaña electoral y todo el mundo saca a pasear al ingeniero de caminos, canales, puertos y aeropuertos que lleva dentro. Y los políticos, esos padres y madres solícitos y solícitas, aceptan todas las sugerencias mirándose de reojo, por si alguno comete el desliz de no apoyar una infraestructura que es... "la clave del desarrollo". 

Lo que no se dice, seguramente porque los políticos no lo saben o porque no quieren ser políticamente incorrectos, es que las obras de infraestructuras son solo una de las condiciones necesarias para el crecimiento económico, pero no son una condición suficiente. Y es que éste depende de tres factores: del capital humano (o sea del número de personas en edad de trabajar y de los conocimientos que tienen); del capital físico privado (fábricas, maquinaria, etc.) y público (infraestructuras viarias, etc); y, finalmente, de un factor institucional y organizativo que tiene que ver con el tamaño del mercado, la flexibilidad burocrática y las relaciones institucionales. De todo lo anterior se puede deducir que una carretera, por sí misma, no es la solución para los problemas de crecimiento de una ciudad. De la misma forma que una parada de tren no resuelve los problemas de una comarca entera. Y no hay que irse muy lejos para ver ejemplos de lo que estamos sosteniendo: Lucena ha crecido espectacularmente en los últimos años y aún no está conectada por autovía con su principal mercado y hasta este año no ha parado cerca de ella el tren. Una autovía o un tren son solo medios de transporte que abaratan costes, pero no hacen crecer, automáticamente, la renta. 

Esta solo crece si se aumenta el número de personas que trabajan y el valor de lo que hacen. Ocupación y capital humano y productividad son las claves del crecimiento. No nos engañemos, pues, con espejismos de las infraestructuras. Son indudablemente necesarias, pero, en algunos casos, no son lo primero. Máxime si, además, tenemos en cuenta que cuestan dinero. Mucho dinero de todos. 

(Nota: y si alguien deduce de este artículo que estoy en contra de la autovía a Toledo o del aeropuerto de Córdoba, es que no ha entendido nada de lo que ha leído). 

12 de marzo de 2014

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