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martes, 3 de febrero de 2009

El mercado de trabajo es la clave

La clave de la evolución de la crisis está en el mercado de trabajo. De cuánto paro se produzca, de sus características y de qué medidas tome el Gobierno para resolverlo depende la duración y la profundidad de la crisis. Si llegamos al 19% de paro, que llegaremos a finales de este año, y las medidas son sólo la protección social y las obritas municipales, podemos prepararnos para una larga, larguísima crisis. 

Hagamos un simple ejercicio de economía comparada. Algo tiene que pasar dentro del mercado de trabajo español cuando convierte una caída del -1,7% del PIB en 5,4 puntos más de paro, mientras que en el mercado norteamericano, con su sistema financiero en quiebra, una recesión del -1,9%, sólo produce un paro añadido de 2 puntos. Algo tiene que pasar cuando una recesión en el Reino Unido de -2,8% sólo ha incrementado su paro en 3 puntos, mientras que en Francia una caída del -1,9% sólo ha hecho crecer el paro en 1 punto o en Alemania una caída del 2,5% la ha dejado constante. ¿Qué pasa en nuestro mercado de trabajo que multiplica por tres la caída del PIB? 

La respuesta es demasiado compleja como para despacharla en cuatrocientas palabras, pero se puede esbozar. Frente a los mercados de trabajo anglosajones (USA y Reino Unido) nuestro mercado de trabajo es infinitamente más rígido; frente a los mercados de trabajo europeos nuestra estructura económica es infinitamente más débil. 

Nuestro mercado de trabajo, a pesar de la desregulación de los últimos años, es, aún, rígido. Para empezar, tenemos una escasa movilidad territorial (entre otras razones, por la vivienda en propiedad) y una escasísima movilidad sectorial y funcional, por las leyes que regulan profesiones y los convenios que sacralizan categorías y funciones. A esto, típicamente español, hay que añadir una legislación laboral que impide el ajuste rápido de plantillas, lo que hace que el tiempo del ajuste económico sea más largo. Por otra parte, la protección social desincentiva la búsqueda activa de empleo por lo que los trabajadores prefieren, en algunos casos, estar en paro antes que aceptar un puesto de trabajo de menor salario. Además, los altos costes de despido de los contratos antiguos frente a los recientes hacen que las empresas prefieran o despidos masivos para reestructurarse o despedir a los trabajadores menos costosos, en términos de indemnización, y no a los trabajadores menos productivos, y, desde luego, no querer contratar. Y a todo esto hay que añadir el erróneo proceso de negociación colectiva de los salarios, vinculados a subidas de precios y no de productividad, y los altos costes laborales implícitos por las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social, que penalizan el uso del factor trabajo. Nuestro mercado laboral necesita una revolución normativa profunda, un replanteamiento serio de la protección social y de la financiación de la Seguridad Social y una profunda reforma de nuestro sistema educativo, sólo para que la alta tasa de paro no se enquiste. 

Pero aún con esto no resolveríamos el problema, porque también tenemos una gran debilidad estructural. Frente a Alemania o Francia, también poco flexibles, lo que nos diferencia es que tenemos una economía basada en la construcción, el turismo y las industrias asociadas. No hemos tenido política industrial y energética seria, ni una política de concentración de empresas para ganar tamaño. Peor aún, tampoco hemos tenido una política educativa que articule un buen sistema de I+D+i y dote nos dote de capital humano. Ahora vamos a pagar esas políticas educativas más centradas en los edificios que en los claustros, más preocupadas por la pureza nacionalista que por la exigencia. 

Llevan razón los sindicatos cuando dicen que esta crisis no está originada en el mercado laboral, de lo que sí va a ser culpable es de la magnitud y de la duración de la crisis. 

2 de febrero de 2009 

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