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martes, 3 de diciembre de 2002

Alemania, Europa

La economía alemana muestra, desde hace casi una década, unos síntomas que han de preocuparnos a todos los europeos. Y es que la economía alemana es, para bien y para mal, el corazón de la economía europea. Alemania es una gran potencia económica. De hecho, y atendiendo a su Producto Interior Bruto, es la quinta economía del planeta tras Estados Unidos, China, Japón e India. Pero es la tercera de las economías desarrolladas y la primera de Europa. Alemania es el 4,5% del total de lo que se produce en el mundo, siendo sólo el 1,4% de la población mundial. Más aún, y eso la hace única entre las grandes economías, su participación en el comercio mundial es del 8,7%. Alemania es, en proporción, la mayor potencia comercial del mundo, especialmente de bienes industriales. 

Dentro de la Unión Europea, la economía alemana es el centro de nuestra economía. Y ello porque es el 23% del PIB de la Unión, algo más del 25% del comercio comunitario y algo menos del 23% de la población. Dicho de otra forma, Alemania es alrededor de la cuarta parte de la segunda mayor economía del planeta, la de la Unión Europea. Y lo que no es menos relevante, soporta algo más del 23% de la financiación comunitaria recibiendo sólo el 13% del gasto comunitario, lo que la convierte, de lejos, y más que proporcionalmente entre las grandes economías, en el socio más generoso de la Unión: su aportación neta a la Unión fue, en el 2000, de 9.273 millones de Euros (algo más de un billón y medio de pesetas), mientras que la del Reino Unido (una economía sólo un 30% inferior a la alemana) fue de 3.775 millones y Francia no llegó, a pesar de su retórica europeísta, a los 1.500 millones, recibiendo España de estas aportaciones de sus socios algo más de 5.000 millones (casi un billón de pesetas). 

Por esta potencia, por esta centralidad, que se ve reforzada si tenemos en cuenta su capacidad tecnológica, sus relaciones con Europa del Este y Rusia y sus inversiones en Latinoamérica, África y Extremo Oriente, lo que ocurre en Alemania nos afecta a todos. De ahí que su crisis económica, como así la ha calificado su prensa, ha de ser objeto de reflexión y comprensión por parte de Europa. 

¿Qué le pasa a la economía alemana? Fundamentalmente sólo una cosa: Alemania está pagando la valiente decisión política de la Reunificación. La reunificación alemana, realizada hace casi una década, está suponiendo, para la economía alemana del Oeste, una pesada carga toda vez que ha habido que desmantelar, por obsoleta y poco competitiva, la economía de la Alemania del Este, de 18 millones de personas, al tiempo que, para hacer posible esta unificación, había que mantener los niveles de bienestar de esta colectividad. Esto ha supuesto una importante destrucción de activos y una ingente transferencia de recursos. Recursos que sólo se han podido transferir a costa de perder crecimiento económico en el conjunto. Dicho de otra forma, Alemania no ha crecido en los noventa porque, en no pocos sectores, ha habido que invertir al tiempo que se desinvertía. La Reunificación política ha llevado aparejada, pues, una importante Reestructuración. Una Reestructuración económica que, y es lo malo, está incompleta. 

¿Qué soluciones tiene la economía alemana? En primer lugar, dos medidas macroeconómicas esenciales y de manual de política keynesiana en las que podemos ayudar todos: bajar los tipos de interés y permitirles un cierto déficit público. Y, en segundo lugar, y es labor suya, flexibilizar sus mercados, especialmente de factores. 

Es cierto que fue Alemania la que impuso las rigideces del Banco Central Europeo y del Pacto de Estabilidad. Pero hacerle pagar su arrogancia pasada, especialmente en lo referente al déficit público, es una actitud que nos perjudica a todos, y más a economías que como la española que depende tanto de Alemania y que, si ha crecido y crece por encima de ella, se debe en gran medida a que ellos nos aportan ese punto de PIB que tan ufanamente exhibe nuestro gobierno como crecimiento diferencial. Ayudar a Alemania es, pues, una decisión inteligente: les beneficia a ellos y nos beneficiamos todos. Lo demás es simple arrogancia. 

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