Casi a punto de cumplirse un año de Gobierno Rajoy me temo que su política económica tiene un discurso de "contable de manguitos y visera", no el de un gobierno al que se le ha dado una mayoría absoluta para que haga una reforma profunda de nuestra economía.
Creo honradamente que el Gobierno no tiene un discurso económico claro, más allá del que "no hay dinero", "las deudas se pagan" y "hay que sanear el sistema financiero". Por las decisiones que el Gobierno va tomando, muy tímidas en muchas áreas (aunque con el mismo coste que si las tomaran con profundidad), parece que tiene la firme creencia de que todo se reduce a que la prima de riesgo baje de 300 puntos, de tal forma que no tengan que pedir el rescate, no vaya a ser que tengan que hacer alguna reforma de verdad. Ese estilo de Rajoy de aguantar esconde, en mi opinión, una increíble falta de imaginación y de estrategia, cuando eso, imaginar una economía diferente y saber cómo llegar a ella, es la esencia de la política económica.
Es cierto que si la economía española quiere salir de la crisis (volver a crecer y crear empleo), tiene que disminuir su nivel de endeudamiento, tanto total como exterior. Pero esta disminución sólo se hará, y se hará tanto más rápidamente, cuanto antes disminuya ese endeudamiento (que ahora sólo se crece por el déficit público) y se inicie una senda de crecimiento económico. Por eso, una reforma en profundidad de nuestra administración pública (con reducción del gasto no productivo y reordenación de competencias de las administraciones) y de nuestro sistema impositivo (IRPF, Cotizaciones Sociales) es tan necesaria como urgente. Pero, al mismo tiempo, es necesaria una clara orientación de la política económica hacia el crecimiento. Y crecer, en estas circunstancias de ajuste de las familias y las administraciones, sólo lo podemos hacer si lo hacemos hacia el exterior. Un superávit exterior traería, además de una mejora de la posición financiera externa, un cambio sectorial importante, un mercado de trabajo diferente, una economía nueva. El sector exterior es, pues, clave en la salida de la crisis.
Pero apostar por el sector exterior es mucho más que hacer discursos huecos sobre la internacionalización empresarial, montar una operación de márketing ("marca España") o fijar un voluntarista crecimiento de las exportaciones. Apostar por el crecimiento exterior empieza por luchar en serio contra la inflación, que está en el 2,9% (mientras la demanda interna está cayendo un -4%) y se traduce en un crecimiento de los precios de las exportaciones del 2,6% (cuando el coste laboral está disminuyendo el -3%). Apostar por el crecimiento exterior supone hacer una política industrial decidida y abierta, y una política energética coherente que suponga menos coste por unidad de PIB, al tiempo que nos hace menos dependientes. Apostar por el sector exterior supone hacer una fuerte inversión en capital humano para hacer más competitiva nuestra fuerza laboral. Apostar por el sector exterior supone una verdadera reforma del mercado laboral para flexibilizarlo y ligar salarios a productividad. Apostar por el sector exterior es defender a las empresas españolas y su seguridad jurídica en todo el mundo. Apostar por el sector exterior es ser conscientes (de una vez por todas) de que toda economía pequeña y sin dotación de recursos naturales (como es España) sólo puede crecer sostenidamente si tiene equilibrada su balanza de bienes y servicios, lo que implica mantener a raya los desequilibrios interiores de inflación, déficit y deudas.
Apostar por el sector exterior es aceptar de que éste es mucho más que un recurso circunstancial porque no tenemos demanda interna, es pensar en una economía española muy diferente a la que tuvimos: más industrial, internacionalizada, equilibrada y competitiva.
Pero para hacer esto se necesita una pizca de imaginación y, desde luego, una estrategia. Algo que no tiene una política económica de "contables antiguos", cuyo único objetivo es, sólo, aguantar.
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