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lunes, 8 de septiembre de 2014

La exhausta economía europea

El pasado jueves, Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), anunció la bajada de los tipos de interés al que le presta a la banca al 0,05% y la disminución del tipo de interés de los depósitos al -0,2%. Al mismo tiempo, anunció que para la reunión del próximo día 17 se activaría el fondo de 400.000 millones aprobado en junio para el crédito al sector privado, y que, en la del 2 de octubre, se empezarían las compras de activos referenciados a acciones y bonos europeos. Las consecuencias a corto plazo de estas medidas no se hicieron esperar y, el mismo jueves, las bolsas europeas alcanzaron máximos, las primas de riesgo de los países cayeron (la de España a 111) y euro se depreció respecto al dólar un 1,6%. 

Con estas medidas el BCE está diciendo que no hay en el horizonte tensiones inflacionistas y que lo que realmente le preocupa es que la política monetaria no termina de funcionar, porque los bancos no dan créditos, lo que es una causa más del estancamiento de nuestras economías y de la persistencia de la tasa de paro. Y es que la bajísima tasa de crecimiento de la economía europea es el problema más grave que tenemos planteado, con su correlativa alta tasa de paro. 

¿Por qué no crece la economía europea? ¿Por qué no crece si tenemos una política monetaria muy expansiva en tipos de interés? ¿Por qué no crece la economía europea si tenemos políticas fiscales, a pesar de la retórica de recortes, con déficits públicos del -7%, como es el caso de España, o del -4,3% como es el caso de Francia? La respuesta a estas preguntas es sencilla: porque la economía europea está agotada. Dicho de otro modo, en una economía normal, sana, estas políticas monetarias y fiscales no serían necesarias, porque se le mete una expansión fiscal y monetaria, como la que estamos metiendo, se generarían burbujas y se tendrían problemas de inflación y competitividad. Cuando son necesarias estas medidas tan extraordinarias es porque la economía europea está, sencillamente, exhausta. 

La economía europea está exhausta, o lo que es lo mismo, tiene una tasa de crecimiento natural muy baja porque el viejo modelo de crecimiento europeo de rentas de integración está en cuestión. En las décadas pasadas, el conjunto de las economías europeas ha tenido unas tasas razonables de crecimiento, sin tener el dinamismo de la norteamericana, por efecto de la misma construcción europea. Cada ampliación (hacia el Mediterráneo en los 80, hacia el norte en los 90 y hacia el este en los 2000) suponía un impulso de crecimiento para las economías centrales, por aumento de sus exportaciones, y, para las economías que se integraban, por aumento de su consumo y su inversión. Paralelamente, los procesos de integración de mercados (mercado único, euro, etcétera) supusieron una mejora en algunos mercados y un aumento de la competitividad de las rígidas economías europeas. Finalmente, los fondos europeos fomentaron la expansión de la inversión pública y de los estados del bienestar en los países más pobres. Este modelo de crecimiento tuvo el efecto de hacer crecer a las economías europeas por encima de lo que sus estructuras nacionales les hubieran permitido crecer. 

Pero es un modelo hoy en cuestión porque no es posible ninguna ampliación (Turquía está descartada, Serbia e Islandia son pequeñas y Suiza y Noruega no quieren) y, porque, frente al otro pilar que debería activarse, el de la mayor integración de los mercados, se alzan voces de países antieuropeos (Reino Unido, Hungría) y movimientos antieuropeos en Francia, Grecia, Holanda, etcétera, que lo limitan. 

El problema de la política económica europea necesaria no es, pues, más o menos expansión de la política fiscal, sino más políticas de integración. Es decir, más reformas estructurales que desfragmenten los mercados europeos y faciliten la movilidad de los factores de producción. Sólo así volveremos a tener crecimientos sanos. Lo demás es respiración asistida. 

8 de septiembre de 2014 

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