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lunes, 9 de febrero de 2015

Hablando de Grecia seriamente

La situación de la deuda griega se puede resumir de la siguiente forma: Grecia, un país de 11 millones de personas, tiene una deuda pública total de unos 320.000 millones, lo que supone el 175% de su PIB. De esta deuda, unos 185.000 millones se lo debe a los Estados miembros de la Unión Europea (unos 60.000 de los cuales los aportó Alemania y unos 25.000 España), otros 55.000 millones al Banco Central Europeo y al Fondo Monetario Internacional, y el resto, casi 80.000, a la banca privada griega, italiana y británica y a fondos de inversión norteamericanos. Gracias a que la mayoría de esta deuda se la debe a los Estados miembros de la zona euro, el tipo de interés medio que paga por su deuda es del 2,2%, frente al 2,4% de España, y el plazo de amortización está en 16,4 años, frente a los 7,3 de España. Es decir, los gobiernos europeos, y, a través de ellos, los ciudadanos de los demás países de la zona euro, han refinanciado la deuda de los griegos, dándole más tiempo para pagarla a un tipo de interés más barato. A cambio se les pidió que, en un plazo de cinco años, hicieran reformas para no endeudarse más y que aceptaran la supervisión de unos técnicos (la famosa troika) porque, escarmentados con las falsas estadísticas griegas, nadie se fiaba de sus datos. 

El problema es que los griegos, a pesar de algunas reformas como atrasar la edad de jubilación a los 65 años, despedir al 15% de los funcionarios y bajar los sueldos un 20%, siguen necesitando unos 8.500 millones de euros anuales para cuadrar sus cuentas, fundamentalmente porque no han priorizado correctamente su gasto público (un 4,5% de PIB de gasto militar), no han atajado la corrupción ni el fraude fiscal (el más alto de la UE) y tienen una economía rígida, intervenida y estancada, lo que da como resultado una tasa de paro del 25%. 

Ante esta situación, el Gobierno de Syriza considera que el problema de la sostenibilidad de la deuda griega es que la economía griega no crece. Para crecer, sostienen ellos, Grecia necesita una política fiscal expansiva (readmisión de funcionarios, subidas salariales, etc.) que, aunque les llevará a incurrir en nueva deuda, es la única solución para arrancar la economía. Por eso, Tsipras siempre pidió el perdón de parte de la deuda vieja, para volver a incurrir en deuda y poder "resetear" su economía. El problema es que nadie se cree este razonamiento (muy al "estilo Krugman") porque el problema de fondo de la economía griega es su escasa competitividad, su rigidez, su gigantesco sector público y la ausencia de credibilidad. Y no es precisamente Syriza la opción política más creíble para hacer competitiva la economía griega. 

El razonamiento europeo es diferente. Es cierto que Grecia necesita crecer para pagar su deuda, pero para que crezca, lo que tiene que hacer es mantener sus compromisos para ser creíble y reformar su economía para ser más competitiva. Si hace ambas cosas, seguirá recibiendo liquidez para funcionar y se podría ampliar el plazo de pago, ya que no es aceptable ninguna quita, puesto que es dinero de los contribuyentes europeos, y no se pueden bajar más los tipos de interés. 

Como los griegos no pueden acudir a los mercados internacionales (su prima de riesgo es excesiva), Rusia y los árabes no están para dar financiación "de Estado" y China exige contrapartidas difícilmente asumibles por los nacionalistas, me temo que no tienen más remedio que sentarse a negociar con Bruselas, Frankfurt y Berlín. 

Una negociación a la que se puede ir sin corbata y con la camisa por fuera, pero a la que sería conveniente que los griegos fueran con humildad y realismo. Entre otras cosas, porque no creo que la señora Merkel y su ministro Schäuble se dejen impresionar por unos tipos que les deben 60.000 millones de euros a sus votantes. 

9 de febrero de 2015 

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