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lunes, 12 de septiembre de 2016

Colombia, año cero

De todas las noticias recientes que nos llegan del «otro lado del charco» quizás la más relevante, por su importancia, profundidad y calado sea la de la firma de los acuerdos de paz en Colombia. 

Y es que con los acuerdos de paz en Colombia se pone fin a la más antigua guerra civil del continente americano. Una guerra que, heredera de la tradición guerracivilista colombiana, se desató por un problema agrario en el contexto de la Guerra Fría en los primeros años 60, se sostuvo en la lógica del enfrentamiento de bloques y, desaparecida la Unión Soviética, se mantuvo por el narcotráfico y el apoyo venezolano. Una situación de guerra que se alimentó a sí misma: lo que empezó siendo la reivindicación de una injusta transformación agraria, se convirtió en una excusa en el tablero internacional, hasta derivar en un modo de vida para una parte de la población que ha vivido de la misma guerra. Un conflicto con demasiados «daños colaterales»: asesinatos, desapariciones, violaciones, desplazamientos, pobreza, injusticia. Y, a nivel macro, una democracia con zonas oscuras por la obsesión de la seguridad, una administración corrupta, una economía con mucho dinero manchado de coca (lavado en Panamá) y una estructura social desigual y violenta. Un conflicto que hacía de Colombia un país enfermo. 

Los acuerdos de paz son el fruto de la estrategia diseñada por el presidente Uribe (ahora en contra del acuerdo) ejecutada por el presidente Santos (ministro de Defensa en el gobierno Uribe) de «debilitar para negociar», y de la constatación, por parte de la guerrilla, de que su causa carecía de soporte político, viabilidad social y capacidad tecnológica a medio plazo, aunque aún podían causar mucho dolor al país. Los acuerdos, un documento de 297 páginas muy farragoso titulado Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera (www.cancilleria.gov.co), se articulan alrededor de seis ejes temáticos clave: un plan de desarrollo rural de Colombia que sea el motor del crecimiento en el territorio controlado por la guerrilla; la transformación de la guerrilla en un movimiento político integrado en la democracia colombiana, con plenas garantías para su participación, con escaños garantizados; el cese del conflicto y de la violencia; la búsqueda de una solución al problema del narcotráfico; la identificación y reparación de las víctimas del conflicto; y, finalmente, la implementación, verificación y refrendo del acuerdo. Se complementan estos capítulos, muy engarzados unos con otros y con muchas repeticiones, con unos protocolos y anexos en los que se establecen precisiones muy necesarias. En general, y en mi opinión, un buen documento que, con algunas lagunas, como la normalización en la zona actualmente controlada por la guerrilla de la acción del Estado, y con algunos guiños de difícil cumplimiento como algunas modificaciones legales, puede ser la base para que Colombia reinicie su historia. 

Ahora queda lo más difícil: transformar la paz en convivencia. Algo que sólo es posible si los acuerdos generan cuatro dinámicas de superación del conflicto. La primera es una dinámica de participación política no violenta y normalizada, algo complejo, pero no imposible, en un país tan dual (como casi todos los latinoamericanos) como Colombia. La segunda es una dinámica de integración psicosocial de las personas cuya vida ha sido la guerrilla o la guerra contra ella, pues son personas que no han conocido otra vida, que tienen armas, que saben vivir en el conflicto y, en algunos casos, al margen de la ley, personas que han de reconstruir una biografía. La tercera, la más delicada, es la dinámica del reconocimiento de las víctimas, el perdón y la reparación dentro de lo posible. Y, finalmente, la dinámica de la reescritura de la historia, del relato de la sociedad colombiana de lo vivido. 

Colombia ha firmado la paz. Y eso es una buena noticia no sólo para los más de 48 millones de colombianos, sino para una humanidad que vive demasiados conflictos. 

12 de septiembre de 2016 

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