Páginas

miércoles, 4 de julio de 2018

Fracaso migratorio en Europa

El documento de conclusiones del Consejo Europeo del pasado 28 de junio contiene 26 puntos: los doce primeros están dedicados a «Migración», el largo decimotercero a «Seguridad y Defensa», los cinco siguientes a «Empleo, crecimiento y competitividad», los puntos 19 a 22 a «Innovación y cuestiones digitales», y, los cuatro finales a «Otras cuestiones». La crisis migratoria, preocupación, por distintas razones, en diversos países, fue la clave de la reunión. 
 
Una lectura atenta, que recomiendo, de esos primeros 12 puntos nos dejan los siguientes tres mensajes claros. Primero, que para los Gobiernos europeos, el problema migratorio es una cuestión de «control efectivo de las fronteras exteriores» (punto 1), de ahí que el objetivo de toda la política migratoria de la Unión sea «evitar que se reanude la afluencia descontrolada de 2015, y a seguir conteniendo la migración ilegal en todas las rutas existentes y que puedan abrirse» (punto 2). Segundo, que para alcanzar este objetivo (puntos 3 a 6) la Unión traslada la responsabilidad a los países del otro lado de las fronteras exteriores, o sea, a ¡la guardia costera libia! (como si tal cosa realmente existiera), a la Turquía de Erdogan y a Marruecos. Carga la responsabilidad sobre los «traficantes de personas» y, para «eliminar los incentivos que empujan a las personas a embarcarse en travesías peligrosas», «pide al Consejo y a la Comisión que estudien con prontitud el concepto de plataformas regionales de desembarque» en los países fronterizos, eso sí «sin crear un efecto llamada», y, dentro de la Unión, la creación de Centros Controlados establecidos, o sea, los CIEs que ya operan, por ejemplo, en España. En el punto 7 se aprueba dar más dinero a Turquía y dotar con ¡500 millones de euros! (es decir, con 55 céntimos de euro por persona) a un fondo fiduciario de emergencia para África. El tercer mensaje (puntos 9 a 12) refuerza los anteriores: el tema de las migraciones es una cuestión fronteriza, al que hay que dedicar dinero, y es un problema de los países que tienen fronteras exteriores, que no debe contaminar a los demás. En algún momento de la reunión, alguien debió sugerir que el tema es algo más profundo y que tiene que ver con los problemas de desarrollo de África, porque se introdujo un punto 8 que así lo reconoce, pero que es pura retórica. 
 
A eso es a lo que llegaron las delegaciones de 28 países ricos y desarrollados, democráticos y sociales, gobernados por todas las ideologías, tras meses de preparación y más de 12 horas de reunión. Es decir, a un inmenso fracaso, con todas sus letras. Fracaso porque los líderes de la civilizada Europa o son miopes y no ven el problema de fondo, o son cínicos que, viéndolos no lo quieren resolver. Solo resolviendo la pobreza en África y los conflictos en Oriente Medio se puede bajar la presión migratoria, y con ella, los dramas en el Mediterráneo y los Balcanes, no poniendo más dinero para campos de concentración. Fracaso en no tener una política conjunta, en la que los países del Norte (¡tan desarrollados, tan solidarios, tan democráticos, tan moralmente superiores al resto, tan pulcros...!) se desentienden del problema, vaya a ser que generen en sus desarrolladas y moralmente elevadas sociedades inelegantes brotes de racismo. Fracaso en la plasmación misma de los valores sobre los que se quiere construir Europa. 
 
La cumbre europea ha sido un fracaso inmenso. Un fracaso inmenso y continuo porque una patera en el Mediterráneo, una caravana por los Balcanes, un solo inmigrante muerto es un fracaso no solo de nuestros líderes, sino de nuestras sociedades que asisten impasibles a este problema, y se creen a líderes iluminados y xenófobos (Orban, Kurz o Conte) o ingenuos (como Macron o Sánchez). Por cierto, que de la lectura de las conclusiones a lo que dijo el presidente Sánchez que había pasado hay un trecho tan largo que parece que no estuvo allí. 
 
4 de julio de 2018 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario