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lunes, 15 de enero de 2007

Fuera de la realidad

La semana pasada, y a cuenta del atentado del 30 de diciembre, hemos asistido a la última prueba de generalizada estupidez de todos aquellos, gobierno y oposición, que tienen la responsabilidad de gobernar este país que aún llamamos España. Los políticos, como ha reconocido el mismo lehendakari, han dado muestra, la enésima, de no saber estar a la altura de las circunstancias. Y es parece que lo que les importa es el debate por el debate, no la búsqueda de soluciones a los problemas que tenemos planteados, el terrorismo entre ellos. Ni les importan las opiniones de la gente porque pidiéndoles todos, hasta el Rey, que se pongan de acuerdo son incapaces de mirarse. ¿Cómo van a ponerse de acuerdo en un texto complejo que refleje una política de Estado que nos ayude a terminar con el terrorismo si no se ponen de acuerdo en una frase que refleje el sentimiento evidente de repulsa y asco que nos da la violencia terrorista? 

Y es que, mientras ellos han estado debatiendo durante una semana si incluir o no la palabra "libertad" en un trozo de tela (para que, al final, los del PP decidan, en su enésima muestra de ofuscación, no ir), el terrorismo sigue. Porque habrá terrorismo mientras los que se tuvieron que ir del País Vasco (alrededor de doscientos mil) sigan sin poder volver; mientras los empresarios sigan recibiendo cartas de extorsión; mientras haya gente que tenga escolta; mientras el Partido Popular tenga dificultades para hacer sus listas electorales; mientras todas las noches se quemen cajeros automáticos o aparezcan pintadas con amenazas; mientras se quemen autobuses; mientras la gente no hable de política libremente. Hay terrorismo en el País Vasco, en Navarra, en Madrid, en cualquier lugar de España (salvo en Cataluña) mientras exista ETA y todo el entramado totalitario de pensamiento que la soporta. 

Pero estos hechos, el análisis de sus causas y consecuencias y la forma de combatirlo, no parecen importar a los políticos, ni al Gobierno ni a la oposición, porque están más interesados en la lucha partidista que en la búsqueda de soluciones concretas a esta grave cuestión. Leyendo los discursos de los políticos sobre el terrorismo en España de los últimos años (y he leído muchos) parece que ninguno de ellos tenga interés en responder a preguntas casi elementales sobre la cuestión. Parece que los estudios empíricos sobre la forma de actuación de ETA, los trabajos sobre la influencia de la educación nacionalista sobre la violencia, los estudios de Mikel Buesa sobre los costes económicos de la actividad etarra o los que encargó Garzón sobre los costes directos, los trabajos de filosofía política sobre el coste democrático del terrorismo o los de política comparada sobre otras experiencias (el IRA o del terrorismo de izquierda de los setenta) sean pijadas académicas que nada tienen que aportar a su reflexión, ni, desde luego, a su acción. Parece que les basta con hacer lo contrario de lo que hizo o hace el otro para resolver el problema. 

Viendo las actitudes de nuestros políticos con el terrorismo, una cuestión en la que todos (hasta los nacionalistas) están de acuerdo en su gravedad, empiezo a entender por qué otros problemas también graves (violencia de género, accidentes de trabajo, inseguridad ciudadana, pobreza, corrupción urbanística, desastre educativo, etc.) siguen sin resolverse. Y la respuesta es que los políticos sólo saben de palabras vacías, de titulares, de debate, no de realidad, de análisis, de soluciones. Sólo de bronca, no de discrepancia educada. 

Decía John Lennon, que "la vida es eso que ocurre mientras estás ocupado haciendo otros planes". La vida, lo que nos interesa a los ciudadanos, es lo que está ocurriendo mientras nuestros políticos se dedican a discutir sobre una palabra. Lo malo es que también la muerte ocurre mientras ellos viven en el mundo ficticio de las palabras. En ese mundo fuera de la realidad que se han construido. 

15 de enero de 2007 

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