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lunes, 29 de enero de 2007

Políticas que funcionan

La semana pasada se publicó la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al cuarto trimestre de 2006. Los datos esenciales son que en España hay alrededor de 21,8 millones de personas activas; que, de ellos, 20 millones están trabajando y que 1,8 millones están parados. Estas cifras, en porcentaje, arrojan una tasa de actividad del 72,26% y una tasa de paro del 8,34.

Cifras que, vistas en perspectiva histórica, nos dicen que tenemos la mayor masa laboral de nuestra historia, la mayor tasa de actividad desde que tenemos estadísticas y una tasa de paro que no conocíamos desde antes de la crisis industrial de finales de los setenta. Comparadas, además, con las de nuestros socios de la UE, estas cifras son espectaculares: tenemos una tasa de actividad que se acerca a pasos agigantados a su media y una tasa de paro que está por debajo de ella. Estos resultados comparativos son más impresionantes si tenemos en cuenta la situación de hace solo unos años y que España crea alrededor del 40% de los empleos de la Unión.

Las causas de estas cifras hay que buscarlas tanto en las altas tasas de crecimiento de la economía española, como en el resultado de políticas que están dando resultado ahora. De ahí que podamos extraer algunas enseñanzas de política económica.

La primera enseñanza es que las políticas económicas que tienen que ver con el capital humano dan resultado en el largo plazo. Así, la alta tasa de actividad femenina y su alto ritmo de crecimiento se deben a que empiezan a ser mayoría, dentro de su colectivo, las mujeres que han tenido acceso a la educación, frente a las mayores de 45 años, que no lo tuvieron y que, por eso, tienen una menor tasa de actividad. Una política de educación, de igualdad educativa, tiene un resultado gradual, pero inexorable. Y hay que recordar que nuestra política de igualdad educativa empezó en los setenta.

La segunda enseñanza es que no hay una receta simple contra el paro. Así, los economistas hemos de reconocer que, ante el paro en un mercado de trabajo keynesiano rígido y abierto, funciona una política de flexibilidad que permita una clásica contención salarial. La flexibilización del despido, el abaratamiento de sus costes, no produce, per se, paro. De lo anterior podemos deducir que, en las fases altas del ciclo, hay que flexibilizar, para mantener una política de rigidez en las bajas.

La tercera enseñanza es que las reformas del mercado de trabajo han de ser graduales y tácita y discretamente pactadas, huyendo de su utilización partidista. La lenta flexibilización de nuestro mercado laboral ha funcionado en gran medida porque, desde que se inició, en los primeros noventa, se ha mantenido en la misma dirección desde entonces.

La cuarta enseñanza es que no hay política económica perfecta, que siempre hay problemas que resolver. Y es que otra lectura de las altas cifras de empleo es que seguimos dependiendo sólo del crecimiento de la construcción y de servicios, por lo que no ha crecido la productividad y los salarios, que dependen de ella, crecen muy lentamente para los trabajadores de baja cualificación, con lo que las diferencias salariales aumentan y, con ella, empeora nuestra distribución de renta personal.

De estas enseñanzas podemos extraer algunos corolarios para responder a qué hay que hacer. En primer lugar, hay que empezar una activa política de capital humano, siendo conscientes de que en la política educativa nos jugamos el futuro. En segundo lugar, hemos de incorporar las nuevas tecnologías en las empresas porque es la forma de aumentar la productividad de nuestro empleo. En tercer lugar, hay que eliminar las rigideces que aún persisten. Y, por último, hay que ser pragmáticos y tener paciencia para juzgar los resultados. De la inmigración y de sus efectos hablaremos otro día.

29 de enero 2007

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