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lunes, 8 de octubre de 2007

Analizar la coyuntura

A la hora de analizar la coyuntura económica y formar opinión sobre ella tenemos que huir de tres tentaciones importantes: la precipitación, el sensacionalismo y el ombliguismo. 

Uno se precipita cuando emite una opinión con datos incompletos. Por eso solo podemos saber lo que ocurre con suficiente base los primeros meses de cada trimestre ya que muchos de los datos fundamentales para analizar la coyuntura solo se calculan a trimestres vencidos, como, por ejemplo, los datos de la Contabilidad nacional y del mercado de trabajo. Es cierto que hay datos mensuales de algunas variables, los "indicios", que adelantan lo que estas estadísticas más precisas reflejan, pero normalmente no captan los cambios de tendencia. Por ejemplo, las matriculaciones aproximan bien la evolución del consumo privado, como el consumo de cemento lo hace de la marcha de la construcción. El problema es que estas variables tienen estacionalidad y dependen de otros factores por lo que su evolución en un mes no quiere decir que haya un cambio significativo. Más aún, estas variables solo reflejan una parte del conjunto de la actividad económica, porque los coches no son más del 10% del total del consumo privado, mientras que la construcción de viviendas es alrededor del 8 % del total del PIB. Por eso es difícil saber lo que ocurre solo con el manejo de estas variables. Así, el que las matriculaciones, por ejemplo, hayan caído este mes sobre las del año pasado no implica que no crezcamos, máxime si se tiene en cuenta que hay una rebaja impositiva en ese mercado que puede hacer que se pospongan las compras. 

La segunda tentación es el sensacionalismo. Hay últimamente en muchas opiniones, especialmente en crónicas periodísticas y discursos políticos, demasiadas palabras fuertes para juzgar la coyuntura. "Estancamiento", "crisis" o "recesión" son expresiones demasiado fuertes que se deben usar con precisión. Una economía está estancada cuando siendo positivo su nivel de crecimiento éste es inferior a su tasa potencial (algo que no puedo explicar aquí); mientras que se produce una recesión cuando una economía decrece durante más de dos trimestres consecutivos. Por eso, y en general, mientras se crezca por encima del 2% no se puede hablar de estancamiento, ni, desde luego, de recesión. Para que nos hagamos una idea: la economía española en los últimos 50 años solo ha estado en recesión en tres periodos (finales del 59, en 1981 y en 1993), ha tenido otros 12 años (entre el 77 y el 85 la mayoría) de estancamiento, y ¡35! años de crecimiento por encima del 3%. El que ahora preveamos que vamos a crecer alrededor del 3% no es, desde luego, para alarmarse, ni para hacer aspavientos. 

La tercera tentación de aquellos que forman opinión es el ombliguismo. Consiste en generalizar al conjunto lo que uno percibe en su entorno más cercano. El que uno conozca a dos personas que no encuentran trabajo o el que un amigo bancario le diga que hay más morosidad en su oficina y el pan haya subido en la panadería de la esquina no implica que estemos al borde del paro masivo, que los bancos vayan a la quiebra y que vaya a haber una alta inflación. Una economía como la española es muy grande y lo que ocurre en el barrio de uno no es lo que ocurre en todo el país. 

Huyendo de estas tres tentaciones, la descripción de la coyuntura económica española es relativamente sencilla según los datos y de las previsiones de los que disponemos. La economía española está creciendo en el entorno del 4% y, aunque se prevé una moderación en la tasa de crecimiento, lo hará también el año que viene alrededor del 3%. De igual forma, la economía española sigue creando empleo, más de doscientos mil puestos este año y otros tantos el año que viene, lo que permitirá absorber el crecimiento de la población activa, manteniendo baja la tasa de paro, aunque posiblemente aumente el número de parados en el sector de la construcción. La inflación, a pesar de las tensiones en los mercados internacionales, está relativamente controlada en el entorno del 3% (aunque sigamos con problemas de diferenciales con nuestros competidores) y seguirá en ese entorno el año que viene. Las cuentas públicas tienen superávit por sexto año consecutivo y lo tendremos el año que viene, a pesar de la expansión electoral y del menor crecimiento previsto, porque parte de los impuestos se pagan a trimestres vencidos o sobre rentas pasadas y porque las leyes de gasto tardan tiempo en ponerse a funcionar. 

No, no es que no tengamos problemas, pues seguimos con la productividad estancada, con problemas de competitividad exterior y, lo que es más grave, en la rica España aún hay pobres, lo que niego es que estemos al borde de ese precipicio económico que algunos, por razones partidistas, creen ver. 

8 de octubre de 2007 

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