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lunes, 4 de octubre de 2010

Presupuestos de la nada

Parece que la política española se ha instalado en la más absoluta superficialidad, en la más pura irrelevancia, en la nada. Y digo esto porque ningún líder político plantea ninguna idea significativa que ataje la apatía de la crisis o ayude con los viejos problemas. El Gobierno no tiene pulso ninguno para actuar en ningún frente, como tampoco la oposición muestra un atisbo de capacidad. Los problemas no solo no se afrontan, sino que se enquistan. Los españoles dejamos pasar el tiempo en medio de la nada. Nuestra política exterior anda sin pulso; la política territorial se ha dejado a la deriva de la pataleta catalana; la política económica es un error detrás de otro; la política social se ha abandonado (¿qué fue de la financiación de la ley de dependencia?); nada se sabe de la política de sostenibilidad y cambio de modelo productivo; la política educativa anda a rebufo de grandes declaraciones, recortes presupuestarios y la dinámica de cada comunidad; la de I+D+i es una mentira detrás de otra (pues se declaran sucesivos aumentos de presupuesto, para luego recortar su gasto hasta llegar a los mismas cifras de hace cinco años). Solo la política antiterrorista genera éxitos. Tan irrelevante es la política española que una huelga, supuestamente general, como la del día 29, ya está olvidada, quizás porque solo fue una pantomima de protesta cuya única utilidad ha sido escenificar que los sindicatos existen, algo de lo que se empezaba a dudar, perdidos como llevan años en su pura burbuja burocrática y como apéndices, uno más, de las administraciones públicas. 

En este contexto de superficialidad e irrelevancia, y con la insustancialidad que arrastra la ministra Salgado, se han presentado los Presupuestos Generales del Estado. En teoría, la ley anual más importante, pues ha de reflejar las opciones de política que plantea el Gobierno. Y digo en teoría, porque los presupuestos para el año que viene solo reflejan la misma irrelevancia y superficialidad de la que adolece la política española. 

Desde el Gobierno se nos dice que son unos presupuestos austeros, sociales y reformistas. Y es cierto que son austeros, pero no porque el Gobierno lo quiera y porque con esta austeridad el Gobierno persiga un objetivo real de política económica, sino porque este es el precio que hay que pagar ahora por todos los dislates presupuestarios que este mismo Gobierno ha cometido en los años pasados. Los presupuestos son austeros hoy, no porque la austeridad sea un valor en sí mismo para este Gobierno, sino porque así nos lo exigen nuestros prestamistas. Más aún, es una austeridad de maquillaje, pues en ellos no se incluye una reforma de la estructura del gasto que nos llevara a eliminar duplicidades administrativas, organismos redundantes, administraciones inútiles. 

De igual forma es cierto que los presupuestos incluyen un alto gasto social, pero no porque se amplíe el Estado del Bienestar o se dé contenido a la Ley de Dependencia, sino porque, incapaz de reactivar la economía y con ella el empleo, el Gobierno se conforma con una tasa de paro del 20% y, lógicamente, en año electoral y si quiere evitar un estallido social de verdad, no tendrá más remedio que mantener las prestaciones sociales. 

Finalmente, los presupuestos no son reformistas, porque precisamente lo que más se sacrifica es la inversión que podría cambiar nuestra estructura productiva. Siento de verdad ser tan duro, pero los presupuestos son, en mi opinión, falsamente austeros, obligatoriamente sociales, muy conservadores. Más aún, son irreales porque el cuadro macroeconómico en el que se basan es, dentro de lo posible, el más optimista (crecimiento del 1%, tasa de paro del 19,5%), e inútiles porque no transforman la estructura del gasto, ni la impositiva, y porque no son parte de un plan de política económica que enderece el rumbo de nuestra economía. En definitiva, unos presupuestos irrelevantes porque son los presupuestos de un Gobierno ausente que solo desea llegar a las próximas elecciones. Unos presupuestos para la nada política. 

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