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lunes, 15 de noviembre de 2010

Tres dilemas de política económica

En esta crisis la mayoría de los gobiernos se están enfrentando a tres dilemas de política macroeconómica coyuntural de cuya solución está dependiendo la evolución de la crisis. 

Estos tres dilemas son, en primer lugar, el dilema de apoyar o no a la banca y cómo; en segundo lugar, el de qué política fiscal hacer a medio plazo; y, en tercer lugar, el de qué política monetaria implementar y por cuánto tiempo. Tres dilemas cuyas soluciones óptimas dependen de la estructura de cada economía, pero cuyas soluciones reales han dependido de circunstancias políticas. 

Dado el origen financiero de la crisis, el primer dilema que se planteó fue el del salvamento del sistema financiero. Tras la quiebra de Lehman Brothers en el 2008, la mayoría de los gobiernos se decantó por apoyar su sistema financiero, porque la alternativa de una quiebra sistémica cortaba toda posibilidad de reactivación. La cuestión, entonces, fue la forma de esta ayuda. La mayoría de los países con sistemas bancarios abiertos apoyó directamente a sus entidades, reconociendo el daño en el activo y capitalizando el pasivo. 

El resultado, dependiente de la fortaleza del sistema financiero y de la intensidad del daño, ha sido variable, pues mientras el sistema norteamericano se está recuperando, el sistema irlandés está prácticamente quebrado. En España, con un sistema más saneado, pero con una economía con peores fundamentos, se optó, sin embargo, por ganar tiempo, interviniendo lo justo y favoreciendo las "fusiones frías", para no generar una crisis de confianza y no tener que reconocer los errores de gestión de las cajas. 

La decisión, en su momento, no fue mala, pero solo aplazó lo inevitable, pues a lo largo de los próximos meses tendremos ya las "fusiones calientes" y el ajuste del sistema (unos 20.000 puestos de trabajo), al tiempo que seguirá conteniéndose el crédito y la inversión. 

El segundo dilema al que se están enfrentando los gobiernos es el de la política fiscal. Es decir, cuánto déficit público hay que tener, cómo tenerlo y por cuánto tiempo. En muchos países, empezando por Estados Unidos, se pensó, siguiendo al viejo Keynes, que había que tener el déficit público que hubiera que tener hasta que se activara la economía. 

Se esperaba que unos fuertes estímulos fiscales (bajada de impuestos y aumento del gasto) reactivarían el crecimiento. El problema es que ha pasado el tiempo y, como es el caso de España, la economía no solo no se ha reactivado, sino que el déficit está generando una deuda insostenible y una expectativa de subida de impuestos y un efecto "crowding out" que desanima la inversión. 

Una situación que se agrava cuando el ahorro interno no es suficiente para hacer frente a las necesidades de financiación y hay que acudir a los mercados internacionales. Ahora ya no se trata, pues, de si hay que tener déficit y por cuanto tiempo, sino de cómo se puede disminuir en poco tiempo. El problema es que reducirlo por la vía del gasto corriente genera un problema político (y en parte social), mientras que si se opta, como se ha hecho en España, por la reducción de la inversión se compromete del crecimiento a medio plazo. 

El tercer dilema está siendo el de cuánto estímulo monetario y por cuánto tiempo. Y también en esto se tiró de manual keynesiano decidiéndose una expansión monetaria ilimitada. El problema es que esta expansión está embalsando una inmensa cantidad de disponible, por lo que se está cociendo una inflación en el medio plazo. 

Si tenemos en cuenta que se ha salvado el sistema financiero mundial (pero no se está reformando en profundidad), que estamos entrando en una espiral de deuda pública (equivalente a la de deuda privada origen de esta crisis) y que estamos repitiendo los errores de una expansión monetaria para financiar esa deuda (como la del 2001-04), no es difícil deducir que de esta crisis saldremos... solo por un tiempo y para caer en la siguiente. 
 

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