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lunes, 1 de noviembre de 2010

Una crisis larga y profunda

La pregunta de la duración de la crisis es una constante en toda conversación con economistas. ¿Cuánto va a durar la crisis? La ciudadanía insiste como un niño pequeño con la cantinela del "cuánto falta", mientras que el Gobierno miente como un padre con un permanente "ya llegamos". La pregunta es lógica y relevante, como lo es la respuesta: los ciudadanos quieren formar expectativas sobre el futuro, el Gobierno quiere acelerar la salida de la crisis haciendo creer que ésta está más cerca. El problema es que ya nadie cree en la respuesta. ¿Cuándo vamos a "salir de la crisis"? "Salir de la crisis" es una expresión demasiado ambigua para un economista. Sensu estricto, "salir de la crisis" es volver a tasas de crecimiento superiores al 2,5%, que el paro baje a tasas menores del 15%, que el déficit público sea inferior al 3%, que los precios suban alrededor del 1% y que el déficit exterior tienda a cero. Pues bien, estas circunstancias no se darán, probablemente, en la economía española en, al menos, cuatro o cinco años. Dicho de otro modo: seguramente tendremos tasas de crecimiento positivo a finales del 2011, pero no reduciremos significativamente la tasa de paro hasta dentro de tres o cuatro años, y no reequilibraremos nuestro déficit hasta 2013 o 2014. Es decir, que, como mínimo, nuestra crisis será larga. Y lo será porque es profunda. Algo que no se arregla mágicamente, ni se conjura con unas simples elecciones. Las razones que me llevan a esta conclusión son muchas, variadas e interrelacionadas. 

En primer lugar, nuestra crisis será larga porque es parte de una crisis mundial en la que la posición de nuestra economía es comparativamente más débil por nuestra estructura productiva, nuestro menor tamaño, nuestro alto endeudamiento externo y por la falta de credibilidad de nuestro Gobierno. Es decir, que la crisis nos afecta más porque comparativamente tenemos una economía peor. 

La segunda razón, más importante, por la que nuestra crisis será más larga es por la debilidad de nuestro viejo modelo de crecimiento. Cambiar un modelo de crecimiento basado en la demanda interna, asentado en la construcción y el turismo, con creación de empleos de baja cualificación y baja productividad, financiado con altos niveles de deuda privada exterior y con fuerte expansión del empleo público no es tarea de un año. Es tarea de casi una década. Tardaremos años porque estamos destruyendo tejido productivo empresarial, tenemos una tasa de paro de larga duración muy elevada, hemos generado un déficit público estructural (gastos públicos rígidos e impuestos insuficientes), no hemos terminado de ajustar ningún sector productivo ("pseudofusiones" en la banca, incoherencias en el energético, etc.), tenemos exceso de viviendas y recogeremos los años de caos educativo y de baja inversión en I+D. 

En tercer lugar, la crisis será larga porque no hemos tomado, salvo alguna excepción (impuesta), ninguna medida de política económica coherente: no aprovechamos la política monetaria porque no hemos ajustado bien nuestro sistema financiero; no tenemos una política fiscal razonable porque reducimos inversión y mantenemos los gastos redundantes de los miniestados autonómicos; porque no estamos haciendo la reforma laboral que las circunstancias demandan. Sin ideas, sin objetivos, el Gobierno ha perdido dos años y, con su incoherencia, solo ha hecho más profunda la crisis. 

Finalmente, la crisis será larga porque tenemos un sistema político que no escoge bien a los líderes, que genera redes clientelares que distorsionan la competencia e incuba corrupción, que mantiene un debate político burdo desde posiciones identitarias preilustradas. Y un sistema político que no hace buenas leyes, trata a la ciudadanía como idiotas, que se deslegitima todos los días es más una rémora que una solución para una salida de la crisis. Más aún, es un peligro. 

Realmente siento el pesimismo que estas líneas trasmiten. En mi descargo quiero que conste que llevo años intentando equivocarme en mis previsiones. Algo que, por desgracia, consigo pocas veces. 

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