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lunes, 9 de febrero de 2004

Propuestas fiscales (I): las coincidencias

En toda campaña electoral hay propuestas sobre los impuestos. Lo cual es lógico, pues, por una parte, somos los ciudadanos los que sostenemos al Estado y, por otra, el reparto de la carga fiscal y la forma en la que se gasta lo recaudado es esencial para concitar el apoyo de los electores. Los dos grandes partidos ya han presentado los ejes de su programa fiscal, por lo que nos podemos ir formando una idea, más o menos matizada, de lo que será la política fiscal de los próximos cuatro años. 

La propuesta fiscal del Partido Popular es, en principio, la enésima edición, ligeramente corregida y aumentada, de lo que vienen sosteniendo desde los noventa: equilibrio presupuestario, reducción de los tipos del impuesto sobre la renta y lucha contra el fraude. O sea, la suma de fundamentalismo macroeconómico fiscal con las habituales mentiras fiscales a las que nos tienen acostumbrados. La propuesta fiscal de Partido Socialista Obrero Español también tiene tres ejes: equilibrio presupuestario, reforma del impuesto de la renta de las personas físicas hacia el tipo único y reorganización de la Agencia Tributaria. Es decir, el PSOE rompe su tradición para tomar las dos primeras ideas de los populares y la tercera de los nacionalistas. Permítanme que analice los dos ejes coincidentes entre PP y PSOE en este artículo y que reserve la disensión, de la que hablarán en la campaña, para el siguiente. 

Es curiosa la coincidencia en el tema de la ortodoxia presupuestaria. La nueva ortodoxia de la política fiscal, de origen neoliberal, sostiene que para no tener inflación es necesario mantener un presupuesto equilibrado. Un presupuesto equilibrado que conlleva pequeños tipos de interés que genera un aumento de la inversión privada y un incremento del consumo. En una palabra, a una senda de crecimiento económico. El problema es que esta cadena causal está siendo contradicha por la realidad: déficits cero en España no llevan a inflación cero, y déficits del 3% tienen estabilizados los precios en Alemania. Luego, el crecimiento se produce no por la mayor estabilidad presupuestaria sino por el mayor crecimiento del endeudamiento en España que en Alemania a los tipos de interés reales negativos que los españoles vivimos. Más aún, un país medianamente dotado de infraestructuras de capital físico y humano, como es España, podría aprovechar la circunstancia de unos bajos tipos de interés para hacer una fuerte inversión en capital y tecnología que, sin presionar a los precios, permitan mejorar significativamente la tasa de crecimiento y la productividad a medio plazo. Sólo la machacona y eficaz propaganda del PP sobre el tema y el origen bancario ortodoxo de Miguel Sebastián explican este acuerdo entre las propuestas. 

Más curiosa y, en mi opinión, más peligrosa es la permanente reforma del IRPF que los dos partidos propugnan. Y es peligrosa por tres razones: porque es el impuesto que más efectos redistributivos tiene, ya que los impuestos indirectos son regresivos (pagan, en proporción, más lo más pobres); porque es un impuesto visible que obliga a los políticos a ser responsables porque los ciudadanos somos conscientes de lo que pagamos; y, finalmente, porque el argumento que lleva a la permanente rebaja de los tipos y a su reforma supone reconocer, implícitamente, que no hay voluntad política de perseguir el fraude de los más ricos. El PP propugna, con la trampa habitual, una nueva disminución, cuando ésta no es más que una adecuación de los tipos por el efecto inflación que, curiosamente, es más intensa en las rentas más altas. Mientras que el PSOE propone un IRPF de tipo único con mínimo exento que es falsamente progresivo, pues si bien es verdad que el tipo efectivo a pagar es creciente con la renta, el crecimiento del tipo es mayor para las rentas más bajas que para las rentas más altas. El éxito electoral del PP en las anteriores elecciones y la moda, que también en economía existe, es lo que ha llevado al PSOE a sumarse a estas propuestas. 

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