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lunes, 6 de diciembre de 2004

Prisas, bronca y tiempo

En España, vivimos tiempos políticos turbulentos. Tiempos de prisas y de bronca. Los casi ocho meses de gobierno de Rodríguez Zapatero están provocando no pocos sobresaltos. La rápida retirada de Irak y la ingenua llamada a la retirada de los demás; las ocurrencias de Maragall sobre el Estado de las Autonomías; los fallidos anuncios en vivienda y las nuevas regulaciones de horarios comerciales; los cambios en la legislación de divorcio y matrimonio y el enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica; el precipitado vuelco en el Plan Hidrológico Nacional y las contradicciones con Agricultura; las prisas en los nombramientos en algunas de las viejas empresas privatizadas; el giro en la política exterior y el desliz sobre el golpe en Venezuela; la comisión del 11-M y el cambio de la ley del Poder Judicial...Demasiados cambios y precipitación. Demasiados errores provocados por las prisas. Y, junto a ellos y a pesar del carácter de Rajoy, demasiadas frases grandilocuentes, demasiados plantes, demasiadas amenazas, demasiada bronca, por parte del Partido Popular y de sus corifeos. 

Estas prisas por hacer cosas, por el cambio, puede tener muchas causas. Es normal que un partido después de ocho años de oposición, y más si lo ningunearon, quiera acometer muchos proyectos. Como también es normal que un equipo joven, y con no mucha experiencia ejecutiva, cometa errores. Pero lo más probable es que las prisas del Gobierno se deban a otras dos circunstancias que tienen que ver con su precaria minoría. Una primera circunstancia es la indudable presión a la que lo están sometiendo Ezquerra Republicana de Cataluña e Izquierda Unida, que tienen prisa por recoger los frutos de sus apoyos. Y es que los apoyos de la investidura se están rentabilizando muy deprisa porque así, negociando año a año, cada uno de estos apoyos puede tener un mayor valor. En realidad, es una estrategia típica de los partidos bisagra: hacen valer su fuerza relativa continuamente porque el desgaste lo asume el gobierno, mientras ellos pueden mimar a sus bases. La segunda circunstancia es que, al menos en mi opinión, el PSOE ha descontado que no va a terminar la legislatura. Es decir, que si logra aguantar el año 2005, con el referéndum de la Constitución Europea en febrero y las elecciones vascas en mayo, y pasa ambos test con mejores resultados que los de 2004, en el segundo semestre de 2005 se hablará de Estatutos y, en el 2006, de reforma constitucional. Las elecciones se convocarían, entonces, para finales de ese año, eso sí, previa reforma fiscal. En otras palabras, el Gobierno tiene prisa porque, en cuanto mejore la situación de las encuestas, y siempre después de cumplir los dos años de gobierno, tiene una oportunidad de volver a gobernar con una mayoría más cómoda. El poco tiempo que son dos años es una de las claves de las prisas del gobierno. 

Pero esas prisas y ese mismo tiempo es una de las causas por las que el Partido Popular hace oposición de esa forma tan particular y maleducada, es decir, con tanta la bronca. Cuatro son, al menos en mi opinión, las razones de esta táctica del PP. En primer lugar, la táctica de permanente crispación le dio resultado a Jose María Aznar cuando, allá por 1993, logró erosionar al último gobierno de Felipe González. En segundo lugar, el PP anda de congresos internos y sus líderes arengan a los militantes extremando el mensaje en un comportamiento también típico. En tercer lugar, el giro a la izquierda y hacia el nacionalismo del PSOE en su acción de gobierno acentúa el discurso del PP para asegurar votos, especialmente de no nacionalistas. Y, finalmente, y en cuarto lugar, el tiempo. Porque también el PP ha descontado la debilidad del gobierno y que éste no puede mantenerse en el poder con ERC e IU, porque sabe que el PSOE no puede pagar, para estar en el Gobierno, todos los peajes que ambos grupos le exigirán, so pena de perder el centro político por su radicalización. Unos con prisas y otros con mala educación, el caso es que no vivimos para sobresaltos. El problema es que nos esperan unos dos años de continua bronca. Mucho cuidado deben tener unos y otros porque la sociedad no votó ni las prisas, ni la bronca, y se pueden encontrar con que lleguemos a decir el grito de hace tres años en Argentina: que se vayan todos. 

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