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lunes, 15 de agosto de 2005

África, ahora

Desde hace unos años, cuando llega el verano, pienso en África. No estoy seguro de si es porque hace mucho calor o porque las vacaciones me producen una cierta mala conciencia. El caso es que, en estas fechas, siempre pienso, y algunos años escribo, sobre África. 

A pesar de lo poco que se está publicando sobre África en nuestros medios de comunicación, la situación africana estaba en la agenda política de los países ricos desde hace meses. El Gobierno británico, principal antigua potencia colonial en el continente, convocó a principios de año una serie de reuniones de alto nivel sobre la cuestión africana, sus conflictos, su inseguridad, su pobreza, sus problemas sanitarios. A finales de junio, Blair viajó a los Estados Unidos, antes incluso que visitar las capitales europeas tras su toma de posesión como presidente de turno de la Unión, y a pesar de la crisis europea tras los referenda, para intentar convencer a Bush de un plan de ayuda masiva a los países africanos. Un plan conocido como el "gran empujón" que pusiera en funcionamiento una serie de mecanismos virtuosos, que sacara al menos a una parte importante del continente, de los círculos viciosos de la pobreza. Más aún, en la cumbre del G-7+1 de principios de Julio, uno de los temas estrella, que el atentado de Londres eclipsó, era la condonación de deuda a un conjunto de países africanos (y a algunos latinoamericanos). África estaba de moda a principios del verano. 

Pero, ¿por qué ahora? ¿por qué lo que pasa en el continente pobre y olvidado nos empieza a preocupar? Dos explicaciones plausibles se me ocurren que explique este interés de los poderosos en África. Seguramente ninguna de ellas sea completamente cierta, aunque la suma de las dos puede explicar este repentino interés en este continente. 

Pensemos bien. Pensemos que, a pesar de la evidencia en contra, los países ricos se han dado cuenta de que, si quieren ser coherentes con los valores que firmaron en la Declaración del Milenio de lucha contra la pobreza, es necesario sacar a los africanos de la miseria en la que se encuentran. Porque África es un agujero negro en esas brillantes cifras del crecimiento mundial de los últimos años. Porque la batalla más ardua en la lucha contra la pobreza en el mundo se libra en África. Porque no terminar con la pobreza extrema del África subsahariana es no terminar con la pobreza en el mundo. Esta puede ser una primera causa de porqué África ahora. 

Pero también podemos pensar menos bien, que quizás las razones de este interés no sean tan altruistas sino más, valga la redundancia, interesadas. Quizás África ahora porque es el flanco sur del mundo islámico. Porque es la fuente más importante de inmigrantes a los países ricos y, además, de inmigrantes desesperados. Porque su inestabilidad es muy costosa en términos de precios de las materias primas. Porque impenetrable Asia por el poderío económico japonés, chino e indio, África puede ser un mercado a explotar. Porque es uno de las pocas regiones del planeta que tiene todos los recursos minerales que necesitamos para nuestra industria. Porque... 

No sé bien a qué se ha debido este repentino interés de los países ricos en África. No sé si este interés por África que Tony Blair manifestó se debió a algunas de estas razones, a que quiere pasar a la historia de la Gran Bretaña como el último gran primer ministro africanista, o a que le ha movido la conciencia alguna de las espléndidas novelas sobre el continente que escribió Joseph Conrad o las más recientes de Javier Reverte. No lo sé. Y, a estas alturas de la película, la verdad es que no me importa. Porque lo importante, hoy, es que ese interés se traduzca en ayuda efectiva ya, empezando por los países del Sahel en los que la langosta y la sequía están agravando una situación ya angustiosa. Y es que de no ser así, de no hacerlo ya, cuando llegue la ayuda, no habrá nadie a quien ayudar. Se habrán muerto de hambre, de enfermedad, de desesperanza. 

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