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martes, 2 de agosto de 2005

El engaño de las balanzas fiscales

Entre las cosas que los nacionalistas catalanes, los de Ezquerra Republicana y los de Maragall, le sacaron al Presidente Zapatero en el debate del Estado de la Nación de mayo está la publicación, en fecha no muy lejana, de las Balanzas Fiscales. Tendremos, pues, Balanzas Fiscales, aunque sean un instrumento muy imperfecto, por su naturaleza, de análisis económico, y aunque sean un material políticamente explosivo. Pero la debilidad intelectual y política de este Gobierno, no por conocida, deja de ser asombrosa. 

Y digo debilidad intelectual porque las Balanzas Fiscales, por si alguien aún no lo sabe, son sólo la contabilización por territorios de los Ingresos y Gastos Públicos y su correspondiente saldo. El problema es que las balanzas fiscales no son un buen instrumento de análisis porque los que pagan los impuestos y los que se benefician de los gastos no son los territorios, sino las personas que viven en ellos. Y basta tener en cuenta el "Efecto Sede" para invalidar las balanzas fiscales. 

Todos pagamos todos los impuestos. Cada uno de nosotros paga el IVA de los bienes y servicios que consume, las Cotizaciones Sociales del trabajo con el que se produjeron esos bienes, el IRPF de sus rentas. Pagamos impuestos todos los días. Sin embargo, los dos primeros, el IVA y las Cotizaciones Sociales, así como los Impuestos Especiales, los recaudan las empresas y los ingresan en Hacienda, mientras que el IRPF y el Impuesto de Sociedades los pagamos directamente a Hacienda. Y, puesto que compramos bienes producidos en otros sitios y nos pagan rentas empresas radicadas en otros lugares, es muy difícil que coincidan el territorio en el que vive la persona que paga el impuesto con el territorio en el que se liquidan a Hacienda. Así, en el caso del IVA y de las Cotizaciones Sociales las empresas los liquidan siguiendo el criterio de la dirección efectiva, es decir, donde se toman las decisiones finales de las empresa, por lo que el IVA que recauda Eroski, Carrefour o Mercadona y que pagamos los cordobeses, se ingresa a Hacienda en Mondragón, Madrid o Valencia. Y otro tanto ocurre con las Cotizaciones Sociales. E incluso con el IRPF o el Impuesto de Sociedades. No sé dónde reside habitualmente la duquesa de Alba, pero sé que tiene propiedades en Córdoba de las que obtendrá un rendimiento por el que pagará impuestos allí donde resida habitualmente. Y, de igual forma, ocurre con el Impuesto de Sociedades, por lo que la mayoría de las grandes empresas españolas y las filiales de las multinacionales, liquidan su Impuesto de Sociedades en Madrid o Barcelona. Y, desde luego, ni Repsol, ni Telefónica, ni la Caixa, ni el BBVA consiguen sus beneficios sólo en Madrid, Barcelona o Bilbao. Hay, pues, que distinguir entre el territorio en el que viven los ciudadanos que pagan los impuestos, del territorio en el que se liquidan. A esta distorsión es lo que se llama "Efecto Sede". Y por él, Madrid o Cataluña tienen, necesariamente, balanzas fiscales positivas. Esta confusión, pues, entre el lugar de residencia de la persona que realmente paga el impuesto y aquel en el que se recauda, es lo que hace que las balanzas fiscales, por el lado de los impuestos, estén tan distorsionadas que carezca de sentido usarlas para tomar decisiones. Las balanzas fiscales son una inmensa mentira con la que quieren justificar una discriminación. Es decir, son unas inmensas falacias políticas. 

No son las balanzas fiscales lo que debería publicar el Gobierno, sino la estructura impositiva. Es decir, cuántos impuestos totales paga la familia media española según cada nivel de renta. Si lo hiciera se vería entonces cómo quienes realmente soportan la carga del Estado son las familias trabajadoras con rentas de entre 4 y 12 millones de pesetas anuales. O verían la escasa progresividad de nuestra imposición. O la discriminación impositiva por origen de la renta. Este análisis les permitiría tomar decisiones fiscales más racionales y más acordes con su ideario de izquierdas y no con su nuevo ideario nacionalista. Y, desde luego, les permitiría mentir menos. 


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