Páginas

lunes, 24 de junio de 2013

Optimismo impostado

La semana pasada oí el discurso del presidente Rajoy ante la Asamblea General de la CEOE y escuché con atención el del presidente de la patronal, Juan Rosell, y el de la Caixa, Isidro Fainé. Luego estudié con detenimiento las propuestas de la CEOE sobre la política económica que, según la patronal, nos podrían hacer salir de la crisis. 

Cada uno de los tres discursos tuvo una letra diferente, aunque complementaria, pero los tres tuvieron la misma música de fondo. La letra del discurso de Rajoy es conocida por repetida. Según él, se está haciendo un gran esfuerzo fiscal y muchas reformas de las que pronto se verán los resultados. La letra del discurso de Rosell fue la esperada de un presidente de la patronal. La presión fiscal es, según el presidente de la CEOE, excesiva. Además hay que adelgazar la administración y, desde luego, hay que acabar con la inestabilidad y la inflación normativa que padece la sociedad española. El discurso de Fainé, más que letra, fue un tarareo con un estribillo de optimismo. 

Esa fue la música de fondo: el optimismo. Porque para los tres la economía española está "empezando a salir de la crisis". Una idea que basaron en los mismos indicios: el superávit comercial de abril (el primero en casi 50 años), la bajada del paro registrado en mayo, la mejora de la prima de riesgo frente al verano de pasado año, la flexibilidad europea con nuestro déficit público, la moderación salarial, etc. De donde dedujeron que la economía española está generando "confianza". 

He de reconocer que ninguno de los tres discursos me gustó. No porque no esté de acuerdo con algunas partes del análisis o de las propuestas, sino porque los tres discursos fueron superficiales, y, de esta superficialidad, su baja "credibilidad" para mí. Deducir una "recuperación de la tasa de crecimiento" de un superávit comercial mensual es desconocer la estructura de nuestras exportaciones y su escasa incidencia interna, así como el factor cíclico de la moderación de nuestras importaciones porque en cuanto la demanda interna crezca solo al 1%, el superávit desaparece. De igual forma, me temo que tomar como indicio de mejora, en un mercado de trabajo con 6,2 millones de parados y una tasa de paro del 27,16%, un dato mensual de un mes tradicionalmente bueno por factores estacionales es una frivolidad. Como me viene pareciendo un abuso del lenguaje que el Gobierno hable de "austeridad", cuando si transformamos el 6,5% sobre PIB en porcentaje sobre ingresos totales nos arroja que las administraciones gastan un 13% más de lo que ingresan. Y decir que una prima de riesgo del 300 es un buen dato, es decir que no saben que eso significa que nuestras empresas, en el caso de que encuentren financiación, se están financiando a tipos del 6-7%, lo que, con expectativas negativas, supone que la inversión sea cero. 

Y de un análisis superficial, un diagnóstico superficial y unas propuestas superficiales, cuando no una valoración superficial de las políticas económicas que se están haciendo. El discurso de Rajoy es la típica lista de decisiones que está tomando su gobierno sin explicar, como siempre, el para qué, ni los resultados esperados. Rosell hizo un discurso intemporal con ideas repetidas y previsibles. Y el de Fainé fue un canto al optimismo como si su invocación cambiara la situación de la economía española. Hubo un momento en que me pareció estar asistiendo a una representación, como si cada uno de ellos supiera lo que iba a decir el otro y todos se hubieran conjurado para producir una determinada percepción en el público. Una percepción de optimismo. 

No creí en su momento en los "optimismos antropológicos", como no creo en los "optimismos impostados" para generar expectativas. Los políticos y los dirigentes sociales no se dan cuenta que tienen un discurso tan previsible que no generan confianza. Para eso, hay que tener, además de un discurso nuevo, credibilidad. Algo que ya no tienen. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario