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lunes, 22 de mayo de 2006

Productividad II

La productividad por hora del factor trabajo, es decir, la cantidad de renta real que cada uno de los ocupados produce por hora, es una de las variables determinantes de la renta de cualquier colectivo humano. De hecho, para explicar las diferencias de renta entre países, entre comunidades autónomas, entre sectores o entre trabajadores, el primer análisis a realizar es el de la productividad. Así, la diferencia de más de un diez por ciento entre la renta per cápita de España y la media de la vieja Europa (la UE de los 15), se debe, además de a nuestra menor tasa de actividad, a nuestra menor productividad por hora, que no son compensadas ni siquiera con la más larga jornada laboral de los españoles. Por su parte, la diferencia de renta entre Andalucía y la media española, cercana al 15%, está especialmente influida, además de por las diferencias de paro, por las de productividad por hora, mucho más que por las diferencias de jornada, pues los andaluces trabajamos más horas al año que el resto de los españoles, o la cercana tasa de actividad. De donde se deduce que si los andaluces queremos alcanzar la renta per cápita de los europeos hemos de buscar la forma de reducir más firmemente nuestro paro, además de ser más productivos por hora trabajada, toda vez que, en el corto plazo de unos años, no podemos modificar muy sustancialmente la tasa de actividad, ni es razonable esperar que vayamos a aumentar, sino más bien al contrario, el número de horas trabajadas por año. En un primer análisis descriptivo se puede afirmar que la productividad media de una economía está relacionada con dos factores esenciales: la composición sectorial de la economía (y, consecuentemente, del empleo), y con el tamaño relativo de las empresas dentro de cada sector. De ahí, por ejemplo, que una primera explicación del atraso relativo de Andalucía respecto a Madrid o Cataluña nos permite afirmar que Andalucía tiene una menor renta per cápita porque tiene un sector industrial y de servicios avanzados más débil que los de las otras comunidades. Dicho de otra forma, Andalucía no alcanzará a la media española ni europea si sus motores de crecimiento son, como son ahora, la construcción y el turismo masivo, y una parte de los recursos que recibe los destina a la agricultura tradicional. Además, Andalucía necesita empresas medianas y grandes radicadas en la región. Y es que el tamaño está muy correlacionado con la inversión en I+D+i que es la fuente primaria del crecimiento de la productividad y con criterios eficientes de gestión: las empresas pequeñas, y más las de los sectores que nosotros tenemos, no invierten en ningún tipo de tecnología y muchas de ellas son ineficientes. De ahí que sea necesaria una apuesta decidida por las empresas medianas regionales, y por la atracción o creación de empresas grandes que sean, al mismo tiempo, foco de infección de la innovación en las empresas pequeñas y medianas de su mismo sector. La política microeconómica, pues, debe olvidar la clasificación sectorial tradicional y la protección de la ineficiencia para primar sencillamente las actividades empresariales que vayan en pos de una mejor utilización de los recursos productivos, se realicen en el sector productivo que se realicen. Una política microeconómica que debe ser completada, para tener éxito, con una fuerte inversión en capital humano. Pues sin gente preparada para trabajar en empresas innovadoras de cualquier sector todo esfuerzo que se haga se agotará en sí mismo. 

Lo escrito más arriba choca con lo establecido en nuestra sociedad de pequeñas y medianas empresas que se dedican a los sectores tradicionales, pero ¿es que no nos hemos aún dado cuenta de que apostando (en el sentido literal de término) como dicen nuestros políticos, siempre por lo mismo seguimos, también como siempre, a la cola de la renta per cápita europea? 


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